Frases del tipo 'antes trabajábamos más', 'éramos más duros' o 'éramos más inteligentes' son un habitual. La mayoría vienen de esa percepción de que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, pero puede ser que la última sí esté en lo cierto. Según demuestran dos estudios recientes sobre cociente intelectual (CI), en lugar de progresar de generación en generación, como venía a ser usual, nos hemos estancado. Incluso puede ser que estemos caminando para atrás.
Hasta hace poco, se creía que el cociente intelectual avanzaba siguiendo el efecto Flynn, bautizado así por la persona que lo descubrió, James Flynn. Investigador de inteligencia humana en la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), llevó a cabo un estudio en el que analizó la progresión del CI en Estados Unidos desde 1932 hasta 1978. Según concluyó, las puntuaciones aumentaban 0,3 puntos por cada decenio.
Flynn replicó estos resultados con más muestras y otras poblaciones. La idea de que el CI humano sería mayor de generación en generación pasaba de utopía a realidad, pero hasta el propio neozelandés advirtió en un trabajo de 2007 que estas ganancias no durarían para siempre. Es más, el neuropsicólogo Elbert W. Russell publicaba ese mismo año un estudio en la revista Applied Neuropsychology donde afirmaba que, siguiendo los datos de Flynn, el cociente intelectual se estancaría para 2024 -en el caso de que las muestras de su colega fueran representativas de toda la población-.
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Aquí está una de las claves de este fenómeno. Los dos nuevos estudios referidos al principio hablan de que la inversión del efecto Flynn se está produciendo en países de altos ingresos, los cuales, hasta ahora, habían configurado la mayoría de las investigaciones. Mientras, en aquellos que están en desarrollo, la cifra sigue creciendo.
Diferencias entre países
Eso último lo constata un metaanálisis publicado en el número más reciente de la revista Intelligence y que ha tomado datos de 72 países diferentes desde 1948 hasta 2020. "Los resultados respaldan la ganancia de 0,22 puntos por año (similar a lo expresado por Flynn), pero dependiendo del tipo de país [...] Parece ser más fuerte en los países de ingresos medios, donde es probable que las mejoras que hayan experimento hayan afectado al rendimiento en las pruebas de cociente intelectual", reza el escrito.
Mientras, la otra investigación, publicaba en la misma revista, contempla justamente lo contrario: en Estados Unidos el CI ya no crece más. Incluso se percibe un pequeño retroceso. Tras el análisis de datos de casi 400.000 participantes entre 2006 y 2018, comprobaron que había una pérdida de -0,029 por año.
"Esto no quiere decir que los estadounidenses se estén volviendo menos inteligentes", matiza la autora del estudio, Elizabeth Dworak, asistente de investigación en el departamento de Ciencias Sociales Médicas de la Universidad Northwestern (Estados Unidos). Entonces, ¿qué quiere decir?
Como ya apercibía en 2015 otra importante investigación sobre el efecto Flynn en el mundo, lo que ocurre es que, en los últimos 100 años, las tasas de inteligencia han experimentado un crecimiento descomunal, aupado por las mejoras que se han ido introduciendo en la sociedad, como puede ser el mero acceso a la educación —precisamente, lo que se está observando en los países con economías emergentes—. Por ende, es normal que, una vez conseguidas, el desarrollo se vea estancado."Sería ingenio asumir que semejantes ganancias seguirían para siempre", postulan sus autores.
No es genético
El enigma, sin embargo, no está en el estancamiento, sino en el efecto Flynn inverso. Los hallazgos de Dworak son consistentes con investigaciones previas; la más famosa publicada en 2018 en la revista PNAS. Según sus resultados, extraídos de 730.000 noruegos entre 1970 y 2009, los nacidos en 1991 obtuvieron cinco puntos menos que los nacidos en 1975.
Según explican los autores, esta pérdida de CI se asocia a motivos ambientales y no genéticos. Al igual que el contexto 'aupó' la inteligencia antaño, ahora puede estar contribuyendo a su deterioro. Como bien razonaba en EL ESPAÑOL el catedrático de Genética de la Universitat de València Manuel Pérez-Alonso, la genética influye en nuestras capacidades, pero es el ambiente el que tiene el poder de modularlas.
Los investigadores noruegos sugieren que este ocaso de la inteligencia puede estar causado por el empeoramiento de los sistemas educativos y el impacto negativo de las redes sociales. También por las dietas cada vez más deficitarias y por la contaminación del aire, dos factores que, por extraño que pueda parecer, han demostrado estar relacionados con el desarrollo cognitivo.
Sobre esto último, de hecho, existe una investigación española publicada en Biological Psychiatry y que asoció la exposición residencial a la contaminación atmosférica durante el embarazo con anomalías cerebrales que pueden contribuir a una reducción en la capacidad cognitiva de niños en edad escolar.
Tampoco se puede pasar por alto que, con el paso de los años, las habilidades también van cambiando. Es la propia Dworak la que añade este apunte. Con un toque de optimismo, señala en el comunicado que ofrece su Universidad que puede ser que la tecnología haya cambiado las habilidades intergeneracionales y que los test de inteligencia no hayan sido capaces de captarlo.