Conocemos Moderna por ser uno de los primeros laboratorios en conseguir que su vacuna contra el Covid-19 fuera aprobada. Esto colocó en el radar a esta empresa especializada en biotecnología, relativamente desconocida y pequeña (tenía apenas 1000 empleados en 2020, ahora son 4.000) si la comparamos con sus competidoras a nivel mundial. Aunque la compañía llevaba trabajando en la tecnología del ARN mensajero más de diez años, su vacuna contra el Covid-19 fue su primer medicamento comercializado.
Tras demostrarse que el ARN mensajero ha funcionado con éxito frente al coronavirus, la compañía prevé conseguir en los próximos años tratamientos efectivos para otras enfermedades como el cáncer o el VIH, pues su máxima convicción es que esta tecnología podrá cambiar el futuro de la medicina, encontrando la cura para enfermedades que hoy en día no la tienen.
Stéphane Bancel fue nombrado consejero delegado de la compañía en julio de 2011, apenas un año después de su fundación. Anteriormente, el marsellés había trabajado para compañías como Eli Lilly en Bélgica y BioMeriux, desarrollando toda su carrera con la mentalidad con la que fue criado, la de “ayudar a los demás”, como él mismo afirma. Esta visión filantrópica también pesa en su vida privada y le ha llevado recientemente a plantear la venta de su plan de retribución en acciones de Moderna para donar las ganancias, alrededor de 335 millones de euros, a causas sociales y relacionadas con el clima.
Hoy en día todos conocemos Moderna a causa de la pandemia, pero ¿qué es Moderna más allá de su vacuna?
Desde la fundación de la compañía creímos que si encontrábamos la forma de lograr que el ARN mensajero funcionara de forma segura en humanos, Moderna podría ser una gran plataforma para hacer muchos tipos de medicamentos diferentes, pero con la misma tecnología y composición química.
Eso tiene mucho potencial, porque si conseguimos que un medicamento funcione, el siguiente lo hará también. El 90% de los fármacos fracasa en ensayos clínicos, pero creemos que con los medicamentos de Moderna, la mayoría podremos trasladarlos desde la idea hasta las personas, y así es como logramos un gran impacto.
¿Esto es algo que han aprendido durante la pandemia?
Con la pandemia tuvimos que pasar de las primeras fases de los ensayos clínicos de la vacuna a su comercialización quizá cinco años más rápido que con una vacuna tradicional. Pero lo que aprendimos con ello es que nuestra tecnología funciona muy bien. Creíamos que el ARN mensajero podría funcionar, pero no lo sabíamos. Ahora sabemos que sí, así que fue un momento muy importante para nosotros.
Aún me pregunto cómo pudimos hacer todo ese trabajo con tan pocas personas. Cuando comenzó la pandemia, en Moderna trabajaban 800 personas, pero si quitas a los que estaban trabajando en cáncer, cardiología y enfermedades raras, solo eran unas 100 personas las que pudieron dedicarse al Covid-19. Además, había muchas cosas que nunca habíamos hecho, como planes de fabricación o pasar los trámites de aprobación de la FDA, pero el equipo se unió de una manera increíble y mucha gente nos ayudó, como socios como Rovi en España. Fue un enorme esfuerzo y trabajo en equipo.
El ARN mensajero es su gran y única apuesta. ¿Qué ventajas presenta frente a otros métodos?
La primera ventaja es que podemos fabricar medicamentos que no puedes hacer con otro tipo de tecnología. Un gran ejemplo es la vacuna que tenemos ahora mismo en fase tres contra el citomegalovirus. Durante veinte años este virus lleva siendo la principal preocupación de la Academia Nacional de Medicina de Estados Unidos porque es la primera causa de malformaciones de nacimiento. Todo el mundo en esta industria ha tratado de crear una vacuna y todos han fallado, porque se trata de un virus muy complejo. Pero en nuestra vacuna no hay una sola molécula, sino seis moléculas de ARN mensajero en cada vial, para enseñar al cuerpo a crear anticuerpos frente a seis estructuras diferentes del virus de manera que, si te afecta, te protegerá. Pero eso lo tenemos aún que demostrar.
¿Se trata del presente de los tratamientos del futuro?
Creemos que la mayoría de nuestros medicamentos serán aprobados porque todos tienen la misma composición química. Y por otro lado está la velocidad, que fue lo más importante durante la pandemia. Si te fijas en la vacuna contra la gripe que tenemos en fase tres, hemos tardado solo un año en llegar desde la fase uno a la tres, cuando para una vacuna normal se tardan alrededor de cuatro años. Eso es lo que más me emociona, que la mayoría de vacunas y medicamentos van a funcionar y vamos a ser capaces de hacérselos llegar a los pacientes muy rápido.
La vacuna contra el Covid-19 ha sido el primer producto comercializado por la compañía, pero para 2025 se han planteado el reto de tener, al menos en fase de ensayos clínicos, vacunas contra los 15 patógenos que más preocupan a las OMS. ¿Es un desafío demasiado grande?
Es un gran desafío por dos razones. La primera es que todavía tenemos que averiguar la proteína para cada uno de esos virus, para poder codificar su ARN y así saber la dosis que necesitamos. Si necesitamos una sola molécula, como es el caso del Covid-19, o seis, como en la vacuna contra el citamegalovirus. Tenemos que descubrir la biología de cada uno de esos virus, algunos pueden resultar más fáciles y otros nos llevarán más tiempo, pero una vez que lo hayamos descubierto en animales podremos pasar rápidamente a la fase de ensayos clínicos. Esto es importante para poder prepararnos ante el estallido de otra pandemia, o si, por ejemplo, ocurre un nuevo brote de Zika con una mutación, porque podríamos ir directamente a la fase tres de desarrollo de la vacuna, que es lo que hicimos cuando surgieron las variantes del Covid-19.
Otro de sus desarrollos más prometedores es la vacuna contra el cáncer. ¿Cómo se plantea su avance?
Vamos a conseguir la primera vacuna contra el cáncer, una enfermedad que es diferente para cada ser humano. Incluso si sufres cáncer dos veces en tu vida, algo que ocurre cada vez más a medida que la población envejece, el cáncer será diferente. Pero podremos crear una vacuna para tu primer cáncer y, la próxima vez que ocurra, lo analizaremos y haremos una nueva vacuna. Esto me da mucha esperanza sobre la capacidad que tendrá la industria para reducir el número de personas que fallecen a causa del cáncer.
Por el momento hemos completado la fase uno de ensayos clínicos con pacientes y ahora estamos recogiendo los datos de la fase dos, donde hemos demostrado que la vacuna hace lo que esperábamos: educar al sistema inmunitario para reconocer el cáncer. La pregunta ahora es si esto es suficiente para conseguir resultados diferentes a otros tratamientos para los pacientes de cáncer. Con el tiempo sabremos si esta vacuna consigue tasas de curación y supervivencia superiores a los tratamientos tradicionales.
Ante estas perspectivas de futuro, la vacuna contra el Covid-19 habrá sido la principal aportación de Moderna a la sociedad?
Lo es por el momento. Pero realmente creo que, tal como estamos avanzando con las vacunas contra el cáncer, enfermedades raras y en el área de cardiología, en cinco o diez años el impacto que tendremos será mucho más profundo y habrá alcanzado más vidas que a las que hemos llegado en los últimos dos años. Lo que me ilusiona cada día cuando me levanto y voy a la oficina es el futuro que tenemos por delante para ayudar a más personas.
Usted también comparte esa convicción social y ha hecho una importante contribución a través de la donación de parte de su patrimonio. ¿Qué le llevó a tomar esta decisión?
Muchas discusiones con mi mujer. Los dos procedemos de entornos humildes y llegó un momento en que resultó muy claro para los dos que teníamos más dinero del que nadie necesita. Ayudar a otras personas siempre ha sido algo importante para nosotros y acordamos que lo daríamos todo. A nuestros hijos les aseguramos que tendrían una buena educación y que se quedarían con la casa familiar, pero eso es todo. Así que nos centramos en las cosas que nos preocupaban: la injusticia social, el cambio climático y la salud mental, a través de la colaboración con multitud de organizaciones.
Precisamente durante la pandemia uno de los grandes problemas a nivel global fue la escasez de vacunas en países en vías de desarrollo.
Esto fue algo que nos afectó mucho porque al principio no podíamos hacer nada. Teníamos producción en Estados Unidos y en Europa, pero en los primeros seis meses de 2021 teníamos prohibido exportar a otros países. El Gobierno de Estados Unidos nos concedió una ayuda para realizar los ensayos clínicos de la vacuna, pero ningún gobierno nos ayudó a construir plantas de producción en otros países y nosotros no podíamos permitírnoslo.
Pedimos ayuda a grandes organizaciones para reservar vacunas para otros países, pero nadie nos dió un céntimo. Lo que empezamos a hacer fue, cuando países como Canadá hacían sus pedidos para las vacunas, pedíamos una parte del dinero, un 20% o 30%, por adelantado. Tan pronto como tuvimos un poco más de capacidad para fabricar más dosis, nos aliamos con COVAX (Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19), pero ocurrió algo que fue muy triste para nosotros, y es que hubo 50 millones de dosis que COVAX nos había encargado que tuvimos que tirar a la basura porque los países que iban a recibirlas las rechazaron.
¿Esta pandemia ha cambiado la forma de ver la medicina y sus retos?
La pandemia ha mostrado el poder de la colaboración entre empresas y todo tipo de organizaciones. Creo que el mundo es algo más colaborativo, al menos el de la medicina.
Por otro lado, creo que mucha gente se ha dado cuenta de lo importante que es la salud. Todo el mundo se ha visto afectado por el Covid-19 y nunca lo olvidarán. Especialmente las generaciones más jóvenes, que es cuando damos nuestra salud por sentada. Ahora sabes más sobre tu iPhone y cómo funciona que sobre tu propio cuerpo. Desde Moderna espero que podamos ayudar a educar a las personas sobre cómo mantenerse sanas al mismo tiempo que crecemos como compañía.
¿Cuál es su visión de futuro para la compañía?
Queremos seguir mejorando. Hasta ahora una de las claves para ello ha sido nuestra cultura de empresa. Es lo que ha permitido que una compañía pequeña, como lo era la nuestra hace diez años, estuviese preparada cuando estalló la pandemia y fuera capaz de lanzar una vacuna. Nuestra gente ha sido el por qué de esto.
El desafío que tenemos en estos momentos es cómo mantener esa cultura, porque ahora somos mucho más internacionales. Cada directivo en España, Francia o Japón tiene que ser embajador de la cultura de Moderna, para que los empleados entiendan nuestra visión sobre los pacientes. Es lo que queremos mantener a medida que vamos contratando a más personas.
Moderna ha sido nombrada una de las principales empresas biofarmacéuticas durante 8 años por la revista Science, ¿se mantendrán ahí?
Todo se remonta a la ciencia. Siempre hemos tenido la obsesión de hacer la mejor ciencia, porque no puedes hacer la mejor medicina sin la mejor ciencia. La industria farmacéutica es un negocio muy duro porque la mayoría de cosas fracasan, así que tenemos el objetivo de ser la mejor compañía de ARN mensajero, porque somos la única que sólo se dedica a este tipo de tecnología. Otra cosa que nos preocupa profundamente son los pacientes, así que si te centras en conseguir los recursos y las personas adecuadas para ello, esa es la manera en la que te mantienes siendo importante.