Han pasado ya casi medio siglo desde que el director Steven Spielberg estrenara la primera parte de Tiburón. Debido al éxito de taquilla que tuvo esta y las siguientes versiones, hace menos tiempo, en 2018, el séptimo arte se centraba en Megalodón, una especie extinguida en la Prehistoria superaba los veinte metros y sus dientes medían hasta 18 centímetros. Para los aficionados a este tipo de películas, ahora pueden ver cómo es un megalodón en la vida 'real'.
Así es, una investigación publicada por la revista Science Advances ha recreado un megalodón en un modelo 3D de un espécimen fósil excepcionalmente conservado. Y es que aunque los registros de dientes de tiburón abunden, sus cuerpos, que están hechos de cartígalo, rara vez se conservan. Es por este motivo por el cual la anatomía del extinto Otodus megalodon sigue siendo muy limitada.
No ha resultado ser así para el equipo que ha liderado la Universidad de Swansea (Gales, Reino Unido) y el Royal Veterinary College de Londres, que ha podido obtener información sobre su alimentación, anatomía y movimientos migratorios. Para crear el modelo tridimensional (que se puede ver en el vídeo de abajo), los investigadores han utilizado datos de un fósil de columna vertebral que se descubrió en 1860 y de varios dientes de esta especia, en combinación con el condrocráneo de un gran tiburón blanco, su análogo vivo más cercano.
A partir de esta reconstrucción, han podido determinar la longitud y masa corporal, la velocidad de nado y la demanda energética del tiburón primitivo. El modelo 3D sugiere que este depredador era más grande de lo estimado previamente, con unos 16 metros de largo y un peso superior a 61 toneladas. "Gracias a esta reconstrucción, ahora sabemos que este espécimen de megalodón era varios metros más largo de lo que se había descrito anteriormente, en un trabajo de 1996", explica a la agencia SINC John Hutchinson, investigador del Royal Veterinary College y coautor del estudio.
Un superdepredador transoceánico
"Estimamos que un megalodón adulto podría navegar a velocidades absolutas más rápidas que cualquier especie de tiburón moderno", escriben los autores. La investigación también califica al antiguo leviatán como un "superdepredador transoceánico", pues realizaba migraciones prolongadas.
El primer modelo 3D revela que por su tamaño "podría consumir por completo presas del tamaño de las orcas, que están entre los depredadores actuales más grandes". De hecho, sería capaz de acabar con una presa del tamaño de la orca en tan solo unos cinco bocados.
La elevada velocidad de nado calculada, de 1,4 metros por segundo, implica que este antiguo tiburón podía recorrer distancias mayores que sus competidores. Su preferencia alimentaria por presas de gran tamaño posiblemente le permitía minimizar la competencia con otros depredadores. Además, le proporcionaba una fuente de energía suficiente para realizar viajes largos sin necesidad de volver a alimentarse durante un tiempo.
"Los fósiles de megalodón han sido encontrados en todo el mundo, lo que respalda la idea de una distribución 'cosmopolita'. Algunos estudios han mencionado la posibilidad de que este tiburón migrase a través de los mares, pero esta es la primera vez que esta hipótesis es respaldada calculando la velocidad de natación y la demanda energética", explica a SINC Jack Cooper, investigador de la Universidad de Swansea y primer autor del trabajo.
"Nuestras estimaciones de la velocidad de nado sugieren que el megalodón podía viajar largas distancias incluso en un día y los cálculos energéticos indican que podía pasar mucho tiempo sin alimentarse. Esta es una buena prueba de su capacidad de migrar a través del océano", prosigue Cooper.
En esta misma línea, Catalina Pimiento, autora del trabajo, dice a SINC que los resultados apuntan a "una gran capacidad del megalodón para consumir presas de enorme tamaño —de hasta ocho metros de longitud—, lo que le permitía satisfacer los requerimientos calóricos de dos meses. Nuestra hipótesis es que podría preferir presas grandes, lo cual le brindaría diferentes ventajas, incluido la posibilidad de realizar migraciones largas sin necesidad de volver a comer".
Los investigadores concluyen que, como principal depredador y gran viajero, esta especie desempeñaba un papel ecológico importante y probablemente su extinción tuvo un gran impacto en el flujo global de nutrientes y en las redes tróficas alimenticias de los océanos.