Que la profesión médica es cada vez más un deporte de riesgo antes que un simple trabajo no es ninguna novedad. Más aún si cabe desde que explotó la pandemia de la Covid-19, momento en el cual la ya desmonorada casa de paja y madera que era la sanidad pública acabó por derrumbarse.
Si las cosas ya estaban delicadas en los años prepandemia —por mucho que los medios no dedicasen tanto tiempo a la situación en esos momentos como lo han hecho con otros temas—, sufrir una pandemia mundial con escasos medios, tanto materiales como humanos, ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Tengo 31 años, soy médico de Atención Primaria, y no es la primera vez que digo en voz alta "voy a dejar la medicina". Realmente, lo que quiero decir es que quiero dejar de ejercer esta medicina: listas interminables con una media diaria de entre 40 y 50 pacientes, siempre con algún compañero de baja o ausente por diversos motivos, y soportando quejas continuas desde distintos frentes.
Me gusta mi trabajo, menos que antes, pero adoro lo que hago. Sin embargo, cuando la sexta ola arrasó la Atención Primaria, entre los meses de diciembre y enero, pensaba casi a diario que esto no era para lo que yo me había preparado. En la carrera nadie te enseña a hacer frente a una pandemia mundial donde no sólo tienes que cuidar y mantener vivos a tus pacientes, sino que el propio sistema sanitario inunda tu escaso tiempo con trámites burocráticos, informes o bajas laborales. Eso no es medicina, eso es burocracia.
Para que un médico de cualquier especialidad ejerza su labor en España se requieren un mínimo de 11 o 12 años: seis años de carrera, un año estudiando el MIR, y cuatro o cinco años de especialidad médica (dependiendo de la especialidad elegida). Son muchos años de preparación, y desde luego que el objetivo no es hacer informes y bajas, sino a cuidar, mejorar y salvar a quien lo necesite.
La profesión médica y sanitaria existe para ayudar a los demás, pero actualmente intenta sobrevivir, por un lado, frente a las quejas de pacientes que aguardan largas listas de espera y, por otro, frente a los gobernantes de turno que evitan invertir dinero en recursos humanos mientras lo malgastan en campañas políticas u obras públicas que en muchos casos son innecesarias.
El que quiere cobrar más lo tiene fácil: un avión y a disfrutar. Pero la mayoría no queremos eso. Lo que queremos es trabajar en unas condiciones adecuadas
Actulmente, las listas de espera de Atención Primaria rondan las dos o tres semanas en diversos puntos de España, cuando cualquier guía clínica o sociedad médica aconseja que sean como máximo máximo de un día. Yo mismo me encuentro en ese rango a pesar de que sigo viendo a los mencionados 40-50 pacientes diarios de media. La zona en la que yo trabajo no es la peor en ese aspecto, y eso es peligroso. No es viable atender las dolencias de tanta gente en una sola mañana en buenas condiciones.
A todo ello hay que añadir que no sólo la Atención Primaria anda escasa de recursos humanos, sino que actualmente muchos hospitales se han llegado a quedar sin servicios especializados. Eso, a su vez, repercute también en otras especialidades: pacientes que tienen que ser atendidos en Cardiología, Neurología o Medicina Digestiva y llevan entre seis y 12 meses de espera, y cuyas dolencias siguen consultando en la misma Atención Primaria, que ya no puede más, y debe asumir los déficits del área hospitalaria. Pero lo peor de todo es que las quejas van digiridas a nosotros y no al sistema, que no ha querido invertir en recursos humanos.
No es dinero, sino condiciones laborales
Algunos medios han querido hacer ver que las quejas de la profesión médica se dirigen a la escasa remuneración percibida. Si bien es cierto que no todo es dinero en esta vida, no es menos verdad que, en comparación con países vecinos, el sueldo base se encuentra a la cola (sólo con dirigirnos a países como Irlanda o Francia podemos ver diferencias del doble o triple de sueldo, con mejores condiciones).
El que quiere cobrar más lo tiene fácil: un avión y a disfrutar. Pero la mayoría no queremos eso. Lo que queremos es trabajar en unas condiciones adecuadas y no en modo supervivencia día tras día. No se trata de dinero, sino de condiciones laborales.
La sobrecarga diaria de pacientes para atender es algo inviable en cualquier otra especialidad. Sin embargo, se permite en la Atención Primaria, algo que en última instancia acaba colapsando los hospitales por no poder atender a todo el mundo ante la falta de personal.
Por otro lado, tenemos las actuales oposiciones médicas: un sinsentido. Existen centros de salud ofertando vacantes médicas que ni siquiera han sido capaces de cubrir, pero se nos exige hacer una oposición para consolidar la plaza, a pesar de la clara falta de personal. A todo esto hay que añadir que el MIR es una oposición, lo que significa que para obtener una plaza hay que hacer, como mínimo, dos oposiciones. Y probablemente harán falta más, dado que lograr una plaza en una primera opisición no es fácil (ni en esta profesión ni en otras como el ámbito de la educación).
Pero, si se intenta solicitar un permiso sin sueldo para preparar las oposiciones, se deniega y se exige que se usen los días de vacaciones correspondientes. ¿El motivo? La falta de personal de nuevo. Pero, ojo, hay que hacer la oposición para consolidar una plaza que, en el mejor de los casos, está cubierta por un profesional preparado, dado que también existen casos donde hay plazas (no vacantes, pero sí contratos de una duración significativa) para profesionales sin ningún tipo de especialidad.
Sí, profesionales sin ningún MIR, recién licenciados, pasando una consulta donde debería haber un médico con al menos cuatro años de especialidad a sus espaldas. Algo, de nuevo, peligroso.
Para terminar, por si a alguien se le ocurre mencionar la posibilidad de hacer huelga, se trata de un tema que daría para varios artículos. En resumen, ni los sindicatos médicos parecen estar por la labor ni el sistema facilitaría la misma. Lo más habitual es que se nos exijan unos servicios mínimos del 100%, algo que da lugar a una huelga inexistente, e incluso a casos donde centros hospitalarios han tenido más personal activo el día de la huelga que cualquier otro día normal. Vergonzoso.
Así pues, y como conclusión final, me gustaría recordar que los profesionales de la salud también somos personas, también estamos "quemados", no somos suficientes, el sistema no nos ha ayudado con los recursos necesarios ni en prepandemia, ni en pandemia, ni en la actual transición a la normalidad. Y desde luego no nos merecemos las quejas continuadas sufridas ni los acosos, en algunos casos día tras día, porque no damos abasto: nosotros no somos los responsables de los recursos humanos, simplemente intentamos ayudar mientras intentamos sobrevivir.
*Roberto Méndez es médico de Atención Primaria en un centro de salud de la Comunidad Valenciana.