La homeopatía parecía haber ganado una gran batalla. En 1988 la prestigiosa revista Nature publicó un trabajo que daba una explicación científica al gran problema que tiene esta pseudociencia para demostrar su efectividad. Basado en el principio de que "lo similar cura lo similar", el alemán Samuel Hahnemann creó la homeopatía a finales del siglo XVIII. Los remedios homeopáticos se preparan diluyendo una sustancia repetidas veces hasta que no queda ni una sola molécula de la misma, sólo agua. Entonces, ¿cómo pueden funcionar?
No lo hacen. Los estudios científicos han demostrado reiteradamente que la homeopatía no es más efectiva que los placebos y cuando hay investigaciones que parecen tener algún resultado positivo las revisiones evidencian que se debe al azar, a defectos metodológicos o a la simple recuperación normal de los pacientes.
Sin embargo, el francés Jacques Benveniste creyó haber encontrado la explicación que daba sentido a esta disciplina: el agua tiene memoria, así que al haber estado en contacto con la sustancia en cuestión, podría tener un efecto terapéutico.
La cuestión es que este inmunólogo y su equipo decían haberlo demostrado experimentalmente. Para ello diluyeron una solución de anticuerpos humanos hasta que no quedó ni una sola molécula y la pusieron en contacto con leucocitos, células de la sangre que intervienen en la defensa del organismo como parte del sistema inmunitario. Los investigadores aseguraron que los leucocitos habían respondido de la misma manera que lo hacen frente a los anticuerpos originales en una reacción alérgica.
'Nature' y sus reservas
Lo más sorprendente es que este trabajo apareció en la prestigiosa revista Nature a mediados de 1988, hace ahora 30 años. Los editores no encontraron errores metodológicos, Jacques Benveniste gozaba de una gran reputación en el campo de la inmunología y el tema era de la máxima relevancia. Aún así, era difícil aceptar unos resultados que iban contra leyes fundamentales de la física y de la química, así que la dirección de la revista exigió que laboratorios independientes los replicaran antes de su publicación, de manera que al final el artículo apareció firmado también por otros centros de Francia, Canadá, Italia e Israel.
A pesar de todo, Nature publicó en el mismo número un editorial que ponía en duda la investigación bajo un título elocuente: "Cuándo creer lo increíble". En pocas líneas, la revista expresaba su "reserva editorial" sobre la cuestión. "No hay bases físicas para que tenga lugar esa actividad", decía, al tiempo que anunciaba que investigadores independientes iban a observar cómo se repetían los experimentos.
Para ello se creó un equipo de supervisores compuesto, entre otros, por John Maddox, editor de Nature; Walter Stewart, experto en descubrir otros fraudes científicos; y James Randi, ilusionista, escritor y activista escéptico. El grupo observó irregularidades en el trabajo de Benveniste. La más importante era que los miembros de su grupo sabían qué probetas contenían la dilución homeopática y cuáles servían de control con agua normal. Cuando les exigieron identificarlas con un código que sólo conocían los evaluadores, los resultados fueron desfavorables.
Falta de rigor
Los supervisores publicaron duras críticas sobre la falta de rigor y objetividad de los experimentos: los investigadores tenían sesgos, cometían graves errores estadísticos, excluían datos contrarios al resultado que se buscaba y no controlaban la fuente de la sangre que se utilizaba en los ensayos. El desastre se completaba con el hecho de que dos de los coautores del artículo publicado habían sido pagados por Boiron, el mayor fabricante de productos homeopáticos. La conclusión es que era imposible replicar los resultados por el método de doble ciego.
Benveniste no aceptó estas conclusiones y llegó a hablar de "caza de brujas". Más tarde, James Randi ofreció pagar un millón de dólares si una nueva repetición del experimento tenía éxito, pero nadie recogió el guante. Sin embargo, el daño estaba hecho: hoy en día muchos defensores de la homeopatía siguen hablando del primer artículo aparecido en Nature.
Ganador de dos Ig Nobel
El inmunólogo francés que había montado todo el lío murió en 2004 con dos premios Ig Nobel, la parodia estadounidense de los Nobel. El primero lo obtuvo en 1991 después de toda esta polémica "por su persistente creencia de que el agua es un líquido inteligente". El segundo lo ganó en 1998 porque, lejos de retractarse, había ido mucho más allá en su idea, así que este nuevo Ig Nobel citaba "su descubrimiento homeopático de que el agua no sólo tiene memoria, sino que la información que contiene puede ser transmitida por las líneas telefónicas y por internet".