Hace entre 4750 y 4500 años, un tipo particular de cerámica profusamente decorada, conocida como vaso campaniforme, se extendió por el centro y oeste de Europa, marcando un periodo determinante de la prehistoria del continente. Los factores que contribuyeron a su difusión geográfica, un proceso migratorio a gran escala, la expansión de nuevas prácticas sociales o una combinación de ambos, han sido objeto de un intenso debate entre los científicos desde hace un siglo.
Ahora, el mayor estudio de ADN antiguo realizado hasta la fecha, llevado a cabo por un equipo internacional de 144 investigadores, revela la complejidad del fenómeno. El análisis de los restos de 400 esqueletos prehistóricos (Neolítico, Edad de Cobre y Edad de Bronce) de numerosos yacimientos europeos, entre ellos 11 peninsulares, demuestra que se dieron diferentes situaciones en distintas partes de Europa. El estudio, publicado en Nature, ha contado con la participación de Roberto Risch e Ignacio Soriano, investigadores del Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
La expansión del fenómeno campaniforme desde Iberia -donde se ha obtenido el registro datado más antiguo de este estilo cerámico- hasta Europa Central no se debió a un movimiento migratorio significativo de población. Iñigo Olalde, genetista de la Harvard Medical School in Boston (Estados Unidos), primer autor del artículo, señala que "el ADN de los esqueletos de las tumbas campaniformes ibéricas no tenía una relación de proximidad con los del centro del continente".
"Se trata del primer claro ejemplo, a partir de ADN antiguo, de que las cerámicas no siempre iban de la mano de la población", explica David Reich, que trabaja con Olalde y es investigador también del Howard Hughes Medical Institute y del Broad Institute of MIT and Harvard. "El gran tamaño de la muestra permite observar imágenes sutiles de la variación antigua humana que no habíamos podido ver antes".
Aislamiento genético entre Iberia y Europa Central
En el caso concreto de la Península Ibérica, se ha observado que existe una continuidad genética directa entre las poblaciones neolíticas previas y las posteriores de la Edad del Cobre y campaniformes. "Es muy interesante observar cómo Iberia por una parte y Europa Central por otra mantuvieron un marcado aislamiento genético al final del Neolítico, hace unos 5000 años, a pesar de las numerosas evidencias arqueológicas de interacciones y contactos entre ambas regiones", subraya Roberto Risch, profesor del Departamento de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona.
"El estudio muestra claramente que la introducción del vaso campaniforme en Europa central hace unos 4500 años no tuvo nada que ver con la llegada de poblaciones de la península Ibérica, como se había defendido durante mucho tiempo. La rápida adopción de una vajilla, que debía estar unida a unas prácticas de consumo muy específicas, más bien expresa el desarrollo de unas nuevas formas de comunicación entre el sudoeste y el centro de Europa".
Sorprendentemente, el vaso campaniforme fue adoptado en Europa Central por unas poblaciones que acababan de llegar del este. "En 2015 realizamos otro gran estudio internacional en que se mostró que hace unos 4500 años al menos el 70% de la población del centro y norte de Europa fue sustituida por una masiva migración del grupo del este procedentes de la estepa. Este nuevo estudio revela cómo este movimiento siguió avanzando hacia el oeste", destaca Wolfgang Haak, del Max Planck Institute for the Science of Human History (Alemania), otro de los autores principales de la investigación.
"Pero en este movimiento hacia el oeste el vaso campaniforme ya no es expresión de unas prácticas de consumo colectivas, como lo fue en la península Ibérica, sino que se incorpora a tumbas individuales, en las que los hombres suelen aparecer con armas distintivas y distinguidas, como puñales de cobre, arco y flechas", puntualiza Risch.
En Gran Bretaña e Irlanda esta oleada migratoria aparece claramente tras el estudio de 155 muestras fechadas entre hace 6000 y 3000 años. Según el genetista Ian Barnes, del Museo de Historia Natural de Londres, "los análisis han revelado que esos ancestros británicos tenían un perfil genético diferente de los que vivieron poco tiempo después que ellos y que al menos el 90% fue reemplazado por la llegada desde el continente del campaniforme. Tras la llegada de esta nueva población empezó a existir en la isla británica población con antepasados con características físicas similares -color de piel y ojos- a la mayoría de los británicos actuales".
"Curiosamente, hace unos 4500 años, en la Península Ibérica también comienza a introducirse paulatinamente el ritual funerario individual con ajuares que ensalzan ciertos individuos mediante la asociación con armas de metal y vasos campaniformes. Pero aquí, al contrario de lo que ocurrió en las islas Británicas, no se aprecia un cambio genético claro", comenta el profesor Ignacio Soriano de la UAB. "Esta vez los cambios procedían del norte y provocaron una ruptura social importante cuyas consecuencias se verán en la Edad del Bronce, hace unos 4200 años".
"En relación a la prehistoria peninsular, se pone de manifiesto que las primeras comunidades que fabricaban armas de metal seguían teniendo una configuración genética muy diferente a las sociedades actuales de la Península Ibérica. Nuestro siguiente reto es determinar cómo y cuándo se dieron los movimientos poblaciones que introducen el 'componente estepario' en la península y que vemos en la actualidad", añade Risch.
El análisis exitoso de tantas muestras ha sido posible gracias a nuevos aproximaciones metodológicas que han reducido enormemente el coste por muestra de análisis de ADN antiguo. Una se basa en un tratamiento químico que permite a los investigadores fijar su secuencia sobre la pequeña parte del genoma de más utilidad para el análisis. Otra es que la cantidad de ADN extraída de la porción petrosa del hueso temporal es mucho mayor que la de cualquier otra parte del esqueleto.