El consumo de omeprazol y sus derivados -esomeprazol, pantoprazol, lansoprazol-, conocidos vulgarmente como protectores de estómago, se ha disparado en los últimos tiempos. De hecho, el omeprazol es el medicamento más consumido en nuestro país. Sin embargo, en multitud de ocasiones se toma sin un motivo médico pertinente, pues de "protector" tienen poco.
Lo cierto es que el omeprazol, al contrario de lo que se suele pensar, no protege el estómago y tiene multitud de efectos secundarios, ya que se trata de un tipo de medicamento cuyo uso está restringido a determinadas enfermedades y necesita de prescripción médica para poder ser adquirido.
Por su parte, las sustancias conocidas como antiácidos son algo totalmente diferente, con muchos menos efectos secundarios y con una forma de actuar diferente a nivel estomacal. Si bien ambos tipos de medicamentos suelen confundirse, lo cierto es que ni tienen una velocidad de acción similar ni deben tomarse en el mismo momento del día. Tampoco evitan el ardor estomacal de la misma forma.
Por ello, hoy describiremos la forma de actuar de ambos tipos de fármacos, y volveremos a recordar por qué el omeprazol y similares no deben consumirse de forma abusiva.
Antiácidos: qué son y cómo deben tomarse
Un antiácido, de forma simplificada, tiene como objetivo neutralizar el ácido estomacal. Una vez que se liberan los ácidos gástricos tras consumir alimentos y tras el paso de al menos una o dos horas, pueden producirse molestias por un exceso de ácido, bien por una producción excesiva o por una exceso de sensibilidad a esta sustancia.
En este caso, los denominados antiácidos aumentan el pH de la mucosa de las paredes del estómago. En términos bioquímicos, un antiácido sería una "base", una sustancia alcalina que iría en contra de la acidez gástrica. Al subir el pH, también se reduce la sensación de ardor. Los antiácidos más antiguos son el conocido bicarbonato, las sales de calcio, las sales de magnesio y las sales de aluminio. Actualmente también se usa de forma más popular el almagato.
Aunque la sintomatología a tratar es similar a la que mejoran fármacos como el omeprazol, su uso es diferente. En este caso, un antiácido debe tomarse cuando el ácido gástrico ya se ha liberado. De hecho, debe tomarse cuando han pasado una o dos horas tras una comida, y debemos evitar compaginarlos junto a otros medicamentos, ya que tienen una elevada cantidad de interacciones. Su efecto es casi inmediato.
Sin embargo, cuando la acidez estomacal llega a provocar lesiones e incluso úlceras en el estómago, entonces sí se puede recurrir a medicamentos más potentes como el omeprazol y sus derivados. De hecho, hasta el descubrimiento de este tipo de medicamentos, los antiácidos eran la primera opción para combatir los síntomas de ardor estomacal o los dolores en el abdomen. En este caso, al tratarse de sustancias de menor potencial, sus efectos secundarios también son menores en comparación con los inhibidores de estómago.
Cómo funciona el omeprazol
El omeprazol y sus derivados pertenecen a un grupo de fármacos denominado inhibidores de bomba de protones (IBP). Se trata de fármacos que, a diferencia de los anteriores, son capaces de reducir la producción de ácido gástrico, neutralizando los efectos de su presencia en nuestro estómago o de su exceso.
Asimismo, en comparación a los antiácidos, los IBP necesitan varios días e incluso semanas para llegar a producir efectos significativos y reducir los síntomas de ardor estomacal o dispepsia. De hecho, sus indicaciones son más claras que el simple ardor, y necesitan una prescripción médica previa.
Así, los médicos suelen recetarlos para el tratamiento de las úlceras de estómago o duodeno por diferentes causas (incluyendo las úlceras asociadas al Helicobacter pylori), para combatir la esofagitis erosiva por reflujo, para el tratamiento del síndrome de Zollinger-Ellison y otros síndromes de exceso de secreción de ácido gástrico, o para la prevención de erosiones y úlceras de estómago o duodeno secundarias al uso de otros fármacos como antiinflamatorios o corticoides.
Por otro lado, a diferencia de los antiácidos, los efectos secundarios y posibles efectos adversos asociados a los IBP son diversos y cada año se han ido añadiendo más, debido a su abuso por tomarse sin la prescripción médica pertinente, o bien por tomarse a largo plazo aunque sea por uno de los motivos anteriormente mencionados.
En los últimos tiempos, numerosas investigaciones han advertido sobre los peligrosos efectos secundarios de los IBP: desde el daño cardíaco por mala absorción del magnesio o aumento del riesgo de sufrir un infarto a una mayor probabilidad de padecer enfermedades hepáticas. Así, los IBP también se han relacionado con diarreas provocadas por una bacteria llamada Clostridium difficile, el riesgo de enfermedades intestinales, e incluso el aumento del riesgo de cáncer de estómago.
Cabe destacar que estos efectos secundarios suelen producirse tras un consumo excesivo y sin control médico. Cuando el omeprazol y sus derivados se prescriben por cualquier motivo dentro de sus indicaciones, y se sigue un correcto control médico, los efectos secundarios son menores aunque no inexistentes, como sucede con cualquier otro fármaco.
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