Este domingo se estrena la sexta temporada de Juego de Tronos pero si alguien no puede esperar para ver una guerra intrincada y no le gustan los conflictos reales de siempre, tiene una nueva alternativa, seguramente desconocida para la mayoría aunque, visto lo visto, quizás no para George R. R. Martin.
Los rivales son dos: los secadores de manos más sofisticados, de la marca Dyson, y el método más antiguo de terminar la visita al lavabo: las toallas de papel de un sólo uso. Se trata de una versión actualizada del tradicional conflicto tradición contra modernidad, que ha tenido como escenario revistas y simposios científicos de desigual nivel, aunque regularmente la prensa -sobre todo la británica- se hace eco del mismo.
El último combate lo ha generado un estudio publicado en el Journal of Applied Microbiology, que concluye que los secadores ultra rápidos implican una mayor dispersión de bacterias que los de aire templado (las versiones más antiguas) y las toallas de papel.
Lo que no se aclara en esa conclusión es la intrahistoria de la investigación: el trabajo compara la dispersión bacteriana que generan los distintos métodos de secado de manos, pero los participantes en el estudio no han hecho lo que deben hacer cuando se va al baño, a saber, lavarse las manos. Por el contrario, los sujetos del experimento se pusieron unos guantes empapados en una solución bacteriana, que secaron después. Lo que los científicos de la University of Westminster comprobaron es que estos microbios se dispersaban más con el secador más moderno y apenas nada con el papel.
El truco de los estudios
No es el primer estudio que desacredita a estos secadores, cuyo precio supera los 1.000 euros y que se publicitan en la web del fabricante como "la forma de secado de manos más rápida y efectiva". En The Journal of Hospital Infection se publicó en 2014 otra comparación de métodos de secado de manos con resultados desfavorables para la opción más moderna.
De nuevo, los 60 participantes no se habían lavado las manos. Como en la última investigación, llevaban puestos unos guantes empapados en lactobicilli, sí, las famosas bacterias del Actimel. La forma de medir su "suciedad" fue similar: ver hasta dónde llegaban los microorganismos. Los secadores ultrarápidos perdían por goleada frente a las toallitas.
El autor principal del estudio, Mark Wilcox, explica a EL ESPAÑOL que los resultados del último trabajo son "consistentes" con los del suyo, ya que demuestran "un incremento en la aerosolización de microbios con el secado de máquina frente al de papel". El infectólogo está tan convencido de su trabajo que declara que él mismo opta por el método más tradicional aunque, eso sí, lo usa muy bien: cuando tiene que abrir la puerta con picaporte para salir del baño, lo hace con otra toalla de papel "para evitar la recontaminación".
Eso sí, Wilcox declara en el estudio conflicto de interés: el trabajo fue financiado por el Simposio Europeo de Pañuelos, una organización que representa a la mayoría de los fabricantes de este producto, que pagó al investigador honorarios por su asesoría científica y los gastos de viaje para asistir a una de sus reuniones.
Inocente y ¿culpable?
Visto lo visto no es de extrañar que Dyson rechace de plano la ciencia que desacredita a sus secadores de manos. "La industria de las toallas de papel lleva más de cuatro años tratando de difamar nuestros secadores de manos Dyson Airblade™. El estudio al que se hace referencia en las noticias se realizó bajo condiciones irreales, utilizando manos con guantes con altos niveles de contaminación por virus", declara a este diario una portavoz de la compañía.
Sin embargo, la multinacional también ha tirado de ciencia para hablar bien de sus productos. En la misma revista que se ha publicado el último episodio de la polémica, Journal of Applied Microbiology, se publicó un estudio en 2010 con el siguiente título: Evaluación comparada de la eficacia higiénica de un secador de manos ultra-rápido con uno convencional de aire templado. La conclusión: el modelo Dyson Airblade™ supera al más antiguo a la hora de reducir la transferencia bacteriana. De nuevo, conviene echar un vistazo al apartado financiación: es la fabricante de los secadores la que se ha hecho cargo de la investigación.
Pero entonces ¿qué dice la ciencia independiente al respecto? Una visita a la base de datos de estudios científicos más completa PubMed, parece indicar que no es un tema que preocupe mucho a los científicos. Los artículos publicados son pocos, alrededor de 20, y la mayoría esconden un conflicto de interés en uno u otro sentido. La Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) ha preferido no pronunciarse al respecto y tampoco hay comunicados de sus hermanas europea o estadounidense.
Así, todo parece reducirse a una guerra entre industrias, mientras que los médicos insisten en el mensaje más evidente, que poca gente parece interiorizar: mucho más que el secado, lo importante es lavarse las manos adecuadamente. Haga memoria: ¿las tuvo debajo del grifo durante el tiempo que dura la canción del Cumpleaños feliz?