El estado de Nueva York estudia cerrar las célebres cataratas del Niágara -las llamadas Cataratas Estadounidenses y el Velo de Novia- como parte de un proyecto para conservar dos centenarios puentes que atraviesan esta atracción natural. No es la primera vez que secan el impresionante torrente: esta acción ya tuvo lugar a finales de los años 60 del siglo pasado.
Protagonista de los sueños de millones de turistas desde hace más de siglo y medio, estos emblemáticos y masivos saltos de agua están situados en el río Niágara, que conecta los lagos Erie y Ontario. Más o menos a mitad de camino, el torrente -cuidadosamente controlado de forma conjunta por las autoridades de Canadá y EEUU- salva un desnivel de más de 30 metros de altura y crea este icónico paisaje.
Los históricos puentes a restaurar comunican la orilla estadounidense con la Isla de la Cabra (Goat Island) a través de la Green Island, que separa en dos las cataratas. Ambas estructuras, llamadas American Falls Bridges, fueron levantadas en 1901 y necesitan importantes trabajos de restauración.
El deterioro de los puentes es tal que en 2004 hubo de instalarse sobre ellos una estructura modular metálica -un puente Mabey- para poder asegurar la circulación de peatones. Las reformas más recientes de estos puentes, expuestos permanentemente al embate del río Niágara, tuvieron lugar en 1969, 1980, 2004 y 2013.
Al menos dos de los proyectos que están ahora sobre la mesa prevén construir una ataguía, una especie de dique provisional que desvíe toda el agua del río por el lado canadiense de las cataratas -la conocida herradura- y deje seco por unos meses el cauce del lado estadounidense.
Así, el espectáculo visual y el rugido de los 2,4 millones de litros de agua que caen cada segundo quedaría interrumpido durante algunos meses.
¿Cómo se hace?
El veterano ingeniero Miguel Aguiló, profesor emérito de la UPM, afirma en una conversación con EL ESPAÑOL que la construcción de una ataguía "es la técnica habitual", por ejemplo, para construir una presa. "Antes de hacer una presa grande se hace una más pequeña más arriba", explica, y añade: "Esa ataguía tiene un túnel por el que se deriva el agua y así el tramo ya lo tienes seco para poder trabajar".
"En el caso del Niágara", puntualiza este experto, "ni siquiera hace falta hacer un túnel para derivar el agua ya que cuenta con tramos alternativos -las cataratas canadienses- por donde el agua puede seguir pasando". "Por eso, los ingenieros simplemente tienen que construir la ataguía y el agua pasará por el otro lado", dice.
En realidad, lo que quedaría seco sería el tramo que menos agua recoge, tan solo un 10% del caudal total del río. El 90% restante cae por la catarata canadiense, en forma de herradura. Según Aguiló, la obra de secar la parte estadounidense no debería presentar muchas complicaciones, aunque "no es una acometida menor".
¿Y cuánto podría costar secar las cataratas para reparar los puentes? Según comentó a este diario el portavoz del Departamento de Parques y Ocio del Estado de Nueva York Randy Simons, "es aún demasiado pronto para decirlo, pero las primeras estimaciones indican que podría costar algo más de 25 millones de dólares [22,2 millones de euros]". "El pasado 10 de febrero se cumplió el plazo de comunicación publica de los proyectos, y partir de ahora se revisarán todos los comentarios y se buscarán formas de financiación antes de que el proyecto pueda avanzar", añade.
Simons confirmó a este diario que "una de las propuestas para la restauración de los puentes exige vaciar las cataratas cinco meses; otro proyecto prevé cerrar el grifo nueve meses, y una tercera idea presentada no recoge la necesidad de desviar el río en absoluto".
Efectivamente, Aguiló indica que "cualquier puente se puede arreglar sin bajar el agua". "Si haces un puente en el mar ahí no puedes ni soñar hacer algo así y seguro que resuelves la reparación", añade, y comenta con cierta ironía: "Ahí hay un componente que busca el espectáculo: cerrar las cataratas tiene más gracia".
Por su parte, Simons es tajante al afirmar que no hay peligro alguno para los turistas en estos momentos. Además de la estructura instalada en 2004, los puentes en sí fueron reforzados hace cerca de dos años, indica a este diario el portavoz. "La seguridad ciertamente no es el principal problema que nos lleva a explorar la posibilidad de reforzar una estructura más permanente", apunta Simons.
En cualquier caso, las obras no comenzarían hasta el año que viene, como muy pronto.
Sin agua
Pase lo que pase, lo cierto es que el ser humano ya se las ha ingeniado para secar las cataratas en una ocasión anterior. Hace medio siglo se procedió a cerrar la parte estadounidense con la construcción de una ataguía. Entre el 13 de junio y el 24 de noviembre de 1969, dicha sección fue desecada para estudiar la erosión que el agua ejercía sobre este monumento natural y, de paso, acometer obras de mantenimiento en los puentes y limpieza del lecho.
Cuatro años antes, una serie de artículos de prensa daban la voz de alarma sobre la posible erosión del borde de las cataratas -se habían desprendido grandes fragmentos de roca al lecho inferior en 1931 y 1954, algo no visto en la parte canadiense- y la inminente "muerte" de esta impresionante atracción.
El profesor Aguiló, que recuerda perfectamente esa obra, comenta que "se llegó a achacar a las autoridades una cierta intención publicitaria, porque creían que si secaban las cataratas iban a tener muchísimas más visitas turísticas durante aquellos meses". Efectivamente, durante los más de cinco meses que permaneció seco, el lado estadounidense atrajo una cantidad inusitada de turismo, mucho mayor que en el lado canadiense, a pesar de que la famosa herradura se vio enriquecida por el caudal extra de agua correspondiente al cauce seco.
Anteriormente también se secaron, sin ayuda de la mano del hombre. Sucedió en la madrugada del 30 de marzo de 1848, y durante unas 30 horas. Los habitantes de las ciudades que bordeaban el salto -ya entonces florecían gracias al turismo y a una incipiente industria- vieron como el silencio reemplazaba al bramido del agua al caer, mientras que los molinos de agua que existían por aquella época se detenían.
La razón de tan misterioso suceso tardó poco en llegar. Los fuertes vientos de un temporal habían empujado grandes fragmentos de hielo del lago Erie hasta su extremo noreste y bloquearon la cabecera del río Niágara: se había formado una presa natural de hielo.
Una meca de la ingeniería
La reforma de los puentes del río Niágara se enmarca en el esfuerzo de las autoridades por conservar un entorno que, precisamente por las cataratas, está cuajado de hitos de la ingeniería moderna. El profesor Aguiló recuerda que en las propias cataratas se construyó una de las primeras centrales hidroeléctricas del mundo. "Aquello fue una especie de hito descomunal de la ingeniería", afirma. "Se conectó con Nueva York con una línea eléctrica que, por longitud, era entonces el no va más". "La fábrica de electricidad del Niágara ha pasado a los anales de la historia y es un monumento de la ingeniería".
Un poco más abajo, el ingeniero John Augustus Roebling firma el célebre puente colgante de ferrocarril, que fue el primero importante de estas características del mundo. "Es un gran desconocido, lamentablemente, porque a Roebling se le conoce sobre todo por la construcción del puente de Brooklyn, pero el del Niágara fue todo un prodigio de la ingeniería: se cargó de un plumazo toda la tradición alemana en este tipo de construcciones", asegura Aguiló.
Y, naturalmente, está la contribución española al conjunto, el célebre transbordador del ingeniero Torres Quevedo, que cumple precisamente un siglo este año. Estos tres ejemplos "son verdaderos hitos de la ingeniería, están bien estudiados y tienen su correspondiente reconocimiento como patrimonio público de obra pública", apunta el veterano experto. "Las cataratas del Niágara son un ejemplo de lo que yo llamo paisajes de la ingeniería, en donde lo natural se confronta con la capacidad humana de intervención y salen unas obras maestras indiscutibles".
Y de esta forma la reparación de los puentes podría requerir el trabajo de secar las cataratas. "No sé si al final es un obrón o no, pero seguro que los americanos le sacan rendimiento, subirán el precio de las visitas o algo [se ríe], dirán que es una ocasión única...", afirma Aguiló, divertido. "Conociendo a los americanos seguro que están ideando formas originales de pagar esta obra, quizá a través del interés turístico que genera el acontecimiento; eso lo hacen muy bien, y es lo que más me interesa de la cuestión, ya que técnicamente no es excesivamente complicado".
Ese interés turístico podría ser una muy buena noticia para Niagara Falls, la ciudad pegada a las cataratas que una vez fue un importante polo turístico e industrial y hoy vive en franca decadencia: la cuarta parte de sus apenas 50.000 habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza.