La noche del 10 de octubre de 2006, una violenta explosión sacudió la base de operaciones Falcon, también llamada Al-Saqr, del ejército de Estados Unidos a las afueras de Bagdad. La teoría es que un ataque de mortero inflamó un depósito de munición causando lo que se conoce como cook-off, es decir, una detonación inducida por el calor.
Unos meses antes, en abril, el investigador Ghassan I. Aleqabi, de la Washington University (San Luis, Misuri) dejó un sismógrafo a unos seis kilómetros de allí para registrar las propiedades de la corteza terrestre en la zona norte de Irak. Era un proyecto de investigación que incluía otros nueve registradores de movimientos sísmicos, pero en una zona de guerra como Bagdad en 2006 el disco duro de los dispositivos se llenó en unos cuantos meses. ¿Qué estaba ocurriendo?
"Esos sismómetros son sensores de frecuencia de banda ancha en alta resolución capaces incluso de detectar pequeños terremotos al otro lado del planeta", dice a EL ESPAÑOL Michael Wysession, que acaba de publicar con Aleqabi sus conclusiones en el Bulletin of the Seismological Society of America. "Este sismómetro fue parte de un conjunto instalado para cuantificar las características de propagación sísmica de la corteza geológica de Irak; fue pura suerte que estuviera lo suficientemente cerca del depósito de municiones de la fuerza aérea".
Hilar cada vez más fino
Además de la secuencia de explosiones dentro de Camp Falcon, el aparato también registró la explosión de dos coches bomba. En realidad, el uso de aparatos de medición sísmica para otros usos es una vieja fantasía que, con el avance de la tecnología, cada vez va cristalizando con más fuerza. Ya en 1940, Don Leet, profesor de sismología en Harvard, desarrolló una técnica para detectar con sismógrafos la posición del Gran Berta, un mortero de asedio alemán cuya ubicación era un misterio. "Hay una posibilidad de que algunos ajustes al sismógrafo puedan despojar a este arma de su manto de secreto", declaró Leet a The Harvard Crimson.
Ya en este siglo se han empleado detectores de terremotos para señalar posibles pruebas nucleares clandestinas en Pakistán, La India y, especialmente, Corea del Norte. Sin embargo, su uso en explosiones relativamente menores -como la de un coche bomba- indica que estos detectives sísmicos podrían pronto poner su herramienta al servicio de usos más variopintos.
"Los sismómetros son como oídos, lo escuchan todo", afirma Wysession, que añade: "Como resultado, ahora están siendo utilizados para monitorizar el flujo de hielo de los
glaciares, actividad de tormentas, seguimiento de la migración de caribúes o ballenas, el flujo de magma bajo de un volcán, o supervisar actividades urbanas de todo tipo".
Prevenir además de detectar
Pero quizá no sea suficiente con la observación; al igual que sirven para alertar a la población que un terremoto va a tener lugar, pueden usarse para avisar de otro tipo de peligros. El experto estadounidense confiesa: "Lo que más me sorprendió fue que esta destrucción del depósito de munición podría haberse evitado".
"Sólo tuvimos un sismómetro allí, pero si hubiéramos tenido varios, entonces podríamos haber utilizado la triangulación para determinar de dónde fueron viniendo las explosiones de mortero", añade Wysession.
El fuego de mortero disparado por los insurgentes iraquíes se prolongó durante un tiempo, antes de que uno golpeara el depósito de munición y causara la detonación del mismo. Pero los disparos de mortero, dice Wysession, "tienen una firma sísmica muy distinta, en términos de frecuencia y duración, por lo que en Bagdad, una pequeña muestra de ellos supervisada habría sido capaz de identificar y localizar el fuego de mortero en cuestión de minutos, lo que habría permitido interceptarlo y evitar que destruyera el depósito de munición".