Juanma de Saá / ICAL
Juan Manuel de Prada (Baracaldo, Vizcaya, 1970) parafrasea a Leopoldo Alas para dejar siempre muy claro que, aunque ‘le nacieron’ en ese lugar, su ánimo y su sentir le vinculan a fuego con Zamora, de manera que huelga decir ‘el escritor vizcaíno con alma zamorana’. Quizá por esa sempiterna aclaración, le resulte especialmente emocionante el Premio Castilla y León de las Letras, que rompe ese adagio bíblico de que nadie es profeta en su tierra.
Además de su habilidad como escritor, que le ha proporcionado galardones como el Premio Planeta y el Premio Nacional de Narrativa, es muy conocido por su soltura para moverse en el mundo de la comunicación, circunstancia que le granjeó tantos partidarios como detractores. No obstante, en los últimos tiempos se ha alejado un tanto del mundo mediático para sumergirse en una producción que, aunque ya era muy notable, aumenta a ojos vista. De hecho, define como la obra de su vida la tesis sobre la escritora catalana Ana María Martínez Sagi, con la que acaba de doctorarse en Filología y cuya edición prepara con denuedo.
Es un premio muy importante.
Claro que es un premio muy importante. Contradice excepcionalmente el veredicto evangélico de que nadie es profeta en su tierra. Aunque sea excepcionalmente, es muy placentero y, para mí, es especialmente relevante. Yo nací en Baracaldo (Vizcaya) porque mis padres se fueron a trabajar a las fábricas, como tantos castellanos. Cuando yo tenía tres meses, mi padre encontró trabajo en Zamora y volvieron. Claro, yo soy zamorano, aunque me nacieron en Baracaldo pero toda mi infancia y toda mi juventud la viví en Zamora, fundamentalmente, y los años de Universidad, en Salamanca. Mi vínculo es con Zamora, donde está mi familia, y ahí terminaré estando yo, cuando pasen estos años. Es una alegría inmensa. Todo escritor necesita un reconocimiento y los premios literarios ayudan mucho. El trabajo que hace un escritor es de décadas y las obras que deja al cabo de su vida es lo que le hace importante.
¿Qué le parece que el jurado destaque su faceta ‘metaliteraria, muy posmoderna?
(Risas). Yo me considero un escritor tradicional aunque es verdad que he prestado mucha atención a otros escritores, sobre todo a escritores olvidados. He trabajado mucho en ese aspecto y sigo haciéndolo. Acabo de doctorarme en Filología con una tesis sobre una escritora catalana olvidada, Ana María Martínez Sagi, y estoy trabajando en la edición. Es una obra de 1.800 páginas, la obra de mi vida. Dediqué a esta mujer un libro hace más de veinte años, con el testimonio que ella me dio sobre su vida. Una mujer con una vida espectacular. Me entregó su obra inédita y me pidió que la publicara a los veinte años. Entonces, al preparar su obra para editarla, me encontré con que había muchos misterios en su vida y me sumergí en una investigación monstruosa que me ha ocupado 1.800 páginas. Me doctoré con ella y ahora estoy preparando la edición, que va a ser una edición íntegra, con algún retoque, y que es la obra de mi vida. Por eso, no soy un escritor posmoderno pero creo que aluden a la atención que siempre he prestado a escritores malditos, olvidados y descatalogados.
¿Por qué esa afición?
Yo siempre he tenido una visión de la literatura como una gran colmena. Normalmente, solo prestamos atención a las abejas reina pero hay que prestar también atención a las obreras y a los zánganos porque dan el retrato de lo que es la literatura. No sabemos quiénes vamos a pervivir y la mayoría quedaremos en el olvido.
¿Cómo lleva pasar a formar parte de una lista encabezada por Miguel Delibes y en la que también están figuras como Claudio Rodríguez, Carmen Martín Gaite o Gonzalo Torrente Ballester, por ejemplo?
Imagínate. Es muy impresionante. Estos que mencionas han ganado la gloria y otros nos quedaremos en el camino pero la literatura es una hermandad y una carrera de relevos en la que unos vamos entregando el testigo a otros. Estar en esa cadena de relevos es un honor. Siempre me he reconocido en una tradición. Algunos de esos nombres forman parte de mi bagaje intelectual y espiritual, empezando por Miguel Delibes. Seguramente, sea el único escritor del que he leído toda su obra. En la adolescencia y la juventud era un lector furibundo de Delibes. Claudio Rodríguez también me marcó mucho en la juventud. Tuve ocasión de tratar a los dos y es muy emocionante.
¿Le hace viejo este premio?
Bueno, también se lo han dado a escritores que estaban en plena productividad y que no lo recibieron siendo ancianos. Creo que es bueno que así sea, que los escritores estén en activo.
¿Eso significa que su mejor obra está por venir?
Ojalá así sea. Eso no lo sabemos porque es la decantación de los años lo que determina lo que uno ha hecho. Se supone que un novelista empieza a dar sus mejores frutos con la madurez porque es cuando más conocimiento tienes de la vida y más capacidad para entender el misterio humano. Uno aprende de sí mismo y del conocimiento que la vida te va dando. Un poeta puede dar sus mejores obras siendo veinteañero porque la poesía es muy intuitiva, es el deslumbramiento de la realidad y de las pasiones y los sentimientos pero la novela es un género de decantación. Me he dedicado a la novela, aunque no solamente. Creo que esta obra de la que te hablo es la obra de mi vida porque le he dedicado tres años de mi vida.
Su forma de escribir es menos agresiva que cuando escribió ‘Coños’, ‘Las máscaras del héroe’ o ‘La tempestad’.
Como en cualquier persona, hay una evolución natural y, cuando eres joven, te dejas llevar más por el ímpetu. Yo concedía mucha importancia al esplendor verbal, al despliegue metafórico, al deslumbramiento del lenguaje y eso se va atemperando con la madurez. Ahora le doy más importancia a los personajes, que sean vigorosos, matizados y complejos, como lo es el ser humano. No reniego de lo juvenil. En ‘Las máscaras del héroe’ puse lo mejor del joven que lo escribió, un libro verbalmente atractivo pero con personajes muy caricaturescos. ‘El castillo de diamante’, por ejemplo, tiene menos pirotecnia verbal pero se fija más en el misterio humano.
¿Tendrá ahora más presencia mediática?
No. Me he apartado mucho de los medios. La televisión la dejé hace años. He mantenido una presencia muy discreta en alguna tertulia radiofónica y sí mantengo mi presencia en la prensa. Todos los escritores del último siglo y medio a los que admiro han tenido una presencia muy constante en la prensa. Ahí establezco una distinción entre la prensa y los medios visuales, que creo que son malos para el escritor porque deforman su imagen. Yo no rehúyo las cuestiones polémicas y candentes y, muchas veces, transmites una imagen equivocada.
Ya que estamos, ¿cómo define a Vladimir Putin en una frase?
Un hombre en huída hacia delante y que se ha internado en un túnel muy oscuro.
¿Por qué prestamos tanta atención a la guerra en Ucrania y pasaron casi desapercibidas las de Siria, Afganistán…?
Porque los medios de comunicación no asumen su responsabilidad. Se suman a estruendos informativos y renuncian a su misión fundamental, que es ser testigos de su tiempo. Hoy en día, hay conflictos vivos y terribles, como el de Yemen y Etiopía, de los que nada se habla. Me temo que esto tiene mucho que ver con la ‘espectacularización’ de la información.
¿Le parece compatible que España asuma el coste de llegar a ser 'verde' cuanto antes con los problemas económicos actuales?
Toda comunidad política tiene que ser responsable, cuidadosa con el medio y solidaria con quienes la forman. El problema es cuando eso se convierte en reclamo ideológico y, muchas veces, en una especie de obsesión enfermiza. Estas preocupaciones deben formar parte coherente de otras muchas inquietudes políticas, que son las que forman una comunidad sana.
¿Por qué cree que no nos explican de manera comprensible y directa cómo funciona el ‘pool’ eléctrico?
No se explica porque es un latrocinio. Los bienes de primera necesidad no pueden estar al albur del mercado. Los estados tienen el deber de garantizar las condiciones básicas de la vida y la obligación de imponerse sobre el mercado.
¿Qué opinión tiene del pacto de Gobierno en Castilla y León?
Creo que el arte de la política es el arte del entendimiento. Una auténtica comunidad política no puede expulsar ni demonizar a nadie. En este sentido, debemos atenernos al consejo evangélico: ‘Por sus obras, les conoceréis’. Esta combinación tendrá que ser observada con rigor pero atendiendo a sus obras.
¿También le produce sensación de soledad que la gente acapare, según el momento, papel higiénico, harina o aceite de girasol?
Bueno, eso es fruto de la histeria en la que vivimos inmersos. Nuestros gobernantes, a veces, la azuzan y los medios de comunicación la propagan. Debemos hacer un juicio crítico al respecto.
¿Le pilló la COVID-19?
La verdad es que no. O no me he enterado. En parte, creo que debemos asumir que tenemos que pasarlo todos tarde o temprano, como hemos pasado la gripe, por ejemplo.
¿Seguirá llevando mascarilla en interiores?
No lo sé. En interiores poco ventilados y que no me merezcan confianza, sí. En interiores domésticos y habitados por personas de confianza, no.
¿Le saca partido literario a la incertidumbre?
Sí. Lo hermoso de la vida es que te da una sorpresa cada día. Algunas son muy desagradables pero también las hay hermosas. Empezar todos los días más allá de nuestras rutinas y servidumbres, sabiendo que nos van a suceder cosas con las que no contamos, es bueno y nos enriquece. Todo nos prepara mejor para la otra vida, en la que creo.
Torrente Ballester necesitaba silencio y tener los pies calientes para escribir. ¿Qué necesita usted?
Silencio, desde luego, y una mañana larga y despejada. Soy escritor matinal y necesito paz. El ruido y el ajetreo matan la creatividad.
¿Ordenador u Olivetti?
Soy mucho más antiguo: escribo a mano. Probablemente, sea el novelista más joven, siendo puna persona provecta, que escribe a mano. Tengo la suerte de mi padre me transcribe todo lo que escribo.
¿Guarda como oro en paño sus manuscritos?
En mi juventud los tiraba pero ahora los guardo. Bueno, los guardan mis padres.
Además de ‘la obra de su vida’, ¿qué tiene entre manos?
Varias novelas en la cabeza y tengo que decidir por cuál tirar, de aquí a un mes, como mucho.