Hay una cosa en común que describe a los habitantes de Castroverde de Campos y es el de sentirse afortunado por poder disfrutar de una tierra tan rica. El municipio sigue brillando, pero ha perdido una pequeña parte de su luminosidad por la marcha de muchos de sus vecinos. La escuela se cerró hace unos años y el pequeño supermercado también bajó la persiana. Allí, sobrevive una pequeña población envejecida de menos de 300 habitantes que ha visto como sus hijos han tenido que emigrar a la ciudad en busca de nuevas oportunidades laborales. Pero no todo es nostalgia y situaciones grises. En este pequeño municipio se encuentran Andrea y Rodrigo, dos jóvenes de 25 años que han apostado por la ganadería rural, por el pastoreo de las ovejas.
Andrea es castroverdense de nacimiento. La panadería del pueblo está tan próxima a su hogar que si abre las ventanas puede oler el pan recién hecho. Su padre, Nacho, su madre, Susana, y sus hermanos, Noelia e Ignacio, son parte de que este pueblo mantenga su esplendor. Toda una vida al cuidado de las ovejas. Sabe bien Andrea lo que es trabajar en un oficio que requiere tanta dedicación y esfuerzo.
Para explicar el vínculo de Rodrigo con Castroverde hay que remontarse a la época del coronavirus cuando la población se vio obligada a confinarse en sus hogares. Como cualquier fin de semana, el joven natural de Aranda de Duero fue a ver a su novia Andrea, pero llegó la pandemia y tuvo que quedarse en Castroverde de Campos. “Bajaba a la nave para ayudar a mi suegro y así poder salir de casa. Cuando todo el mundo paró, nosotros teníamos que seguir”, confiesa el joven.
La vuelta a la normalidad trastocó sus planes. Rodrigo tuvo que retomar sus clases de Fisioterapia en la universidad, no obstante, todos los fines de semana se desplazaba a Castroverde para estar con Andrea y echar una mano a su suegro. Cientos de preguntas sobrevolaban su cabeza. “Me gustó tanto estar con las ovejas que decidí dejar la carrera de Fisioterapia. Es un trabajo esclavo porque se trabaja de mañana y tarde, pero es algo que te tiene que gustar, es un modo de vida llevadero”, apunta.
Asistir a los partos, velar por el cuidado de las 600 ovejas que componen el rebaño y mantener su buena alimentación es algo que cautivó a Rodrigo. La decisión de dejar la universidad y vivir en Castroverde no fue fácil, pero el apoyo de su familia fue un impulso. “Mi madre me dijo que cualquier decisión que tomara, ella siempre me iba a apoyar. Yo quiero esta vida, soy feliz”, sostiene el joven, que también solicitó la opinión de su suegro Nacho. “Le pregunté lo bueno y lo malo de este oficio porque iba a suponer un cambio para nosotros”, confiesa.
Y desde entonces, Andrea y Rodrigo desempeñan su trabajo felices. La jornada laboral comienza a las 7 de la mañana cuando Nacho y Rodrigo se desplazan a la nave para ordeñar a sus 600 ovejas, vigilar si ha ocurrido algún tipo de incidente por la noche y preparar la comida del ganado. Posteriormente, llegan a la nave Andrea, su madre y su hermana Noelia para calentar la leche que se dará a los corderos. Una vez concluidas estas tareas, se barren los comedores y se dispensa el agua. Después de un pequeño descanso para comer, a las 17:00 horas la familia regresa a la nave para preparar la comida y el agua del rebaño. “Estás en tu casa, con los tuyos. Quiero lo mejor para mis animales porque nos lo van a devolver”, afirma Rodrigo. Sus redes sociales son un pequeño reflejo de su felicidad. Publican fotos dando el biberón a los corderos, recibir el cariño de sus ovejas o el momento en el que tienen que asistir a un parto. “Queremos acabar con los estigmas que afectan a la gente que vive en los pueblos. Hay algunos que creen que por vivir en el pueblo no sabemos de las cosas”, apunta Andrea.
En marcha una nave que permita agilizar el manejo del rebaño
La pareja rebosa alegría por dedicarse a un oficio que les aporta y les llena como personas. En mente tienen construir un futuro juntos y piensan a lo grande. “Está en marcha la construcción de una nave que pueda albergar 1.100 cabezas de ganado aquí, en Castroverde. Queremos agilizar el manejo del ganado incorporando maquinaria sin depender tanto del esfuerzo físico. Estará lista a finales de septiembre”, indica Rodrigo a lo que añade que también tienen en mente rehabilitar una de las casas del pueblo para poder emanciparse.
Escaso apoyo de las Administraciones Públicas
Todo lo que Andrea y Rodrigo quieren llevar a cabo se ve frenado por las Administraciones Públicas. “Nos sentimos maltratados porque las subvenciones te las dan una vez hayas construido la nave o rehabilitado la casa. Estamos hasta el cuello y no nos echan una mano. Nos piden mil papeles y requisitos para no darte dinero cuando lo que quieres es vivir de esto y poder trabajar”, lamenta la pareja. La excesiva burocracia y la forma en la que se gestionan las subvenciones no ayudan a Rodrigo y Andrea para proseguir con su camino.
Afirman que se han recorrido las oficinas de la Junta de Castilla y León o la Subdelegación de Gobierno, pero no han encontrado respuesta a sus preguntas. “Hay que invertir un dinero que no tenemos. Queremos estar bien con nuestras ovejas y ellos no lo ven. Los bancos solo te ponen trabas”, reiteran.
Andrea y Rodrigo son una pareja que apuesta por la ganadería rural y por revitalizar Castroverde de Campos. Son felices trabajando juntos, cuidando de sus ovejas y rodeados de su familia. Ellos persiguieron la felicidad y la encontraron, pero por el camino se han topado con espinas que están representadas por el trato que dan las Administraciones a los jóvenes que deciden construir un futuro lejos de la ciudad. Allí, donde el aire es más puro y el ajetreo de los coches da paso al balido de las ovejas, esta pareja seguirá luchando para que la ganadería y agricultura de Castilla y León adquiera el valor que se merecen.