La salmantina Chus Fresno, de 44 años, y media vida afincada en Zamora era feliz siendo jefa de cocina en un restaurante de la capital. Jornadas maratonianas, preparación de menús, elección de las materias primas, elaboraciones y tapas de concurso, pero feliz, muy feliz. Pero quiso el destino que un 27 de octubre de 2020 fuera contacto estrecho de un positivo en coronavirus y su vida cambiara para siempre. Esta chef resultaba contagiada a causa de este contacto, y acabó ingresada en el Hospital Virgen de la Concha por sus fuertes síntomas. La diferencia con respecto a la mayor parte de los enfermos de COVID es que a Chus nunca se le pasaron los síntomas.
Esta mujer sufre lo que se conoce como COVID persistente o Long COVID. Es decir, que una vez finalizada la fase en la que los enfermos son contagiosos, deben guardar cuarentena y, finalmente, se recuperan, cada día más gente en todo el mundo mantienen esos síntomas de forma permanente. Miles de personas solo en Castilla y León llevan casi dos años con dolor de cabeza, cansancio extremo, conjuntivitis, diarrea, pérdidas de memoria, sensación de ahogo, dermatitis, y buena parte de la larga lista de síntomas que provoca el coronavirus en los humanos. Una situación vital completamente insostenible y que ha paralizado el día a día de estos pacientes. Para estas personas se hace completamente imposible desarrollar una vida diaria normal, porque es como si constantemente estuvieran en la primera fase de la enfermedad, algo completamente invalidante para desarrollar tareas diarias y, por supuesto, para sus puestos de trabajo. Y ahí viene el problema.
Por este motivo nacen los colectivos Long COVID. Asociaciones por toda España que intentan luchar por la visibilización de esta grave condición de salud y que supone un cambio total de vida para quienes padecen coronavirus persistente. En Castilla y León, la organización ya supera los 200 miembros, y cada día más personas van sumándose al colectivo, desesperados por la situación vital y laboral que sufren. La chef Chus Fresno es su portavoz a nivel regional y compartiendo su caso espera que la sociedad y las instituciones puedan darse cuenta de la importancia de atender y proteger a los pacientes con COVID persistente.
De chef premiada a no salir de casa
Chus no podía ni imaginar que ese 27 de octubre de 2020 cuando una rastreadora de comunicaba que era contacto estrecho de un positivo, un año después estaría viviendo este calvario y sin apenas reconocer quien era. La jefa de cocina se recuerda como una persona "muy activa". Trabajaba largas jornadas como jefa de cocina en un restaurante zamorano, luego daba largos paseos con sus perros, hacía la compra, cocinaba en casa con sus hijas, iba al gimnasio, también a la piscina... Pero esa fecha lo cambió todo.
"Me comunicaron que era contacto estrecho ese día y yo me encontraba perfectamente. Así que cuando me comunicaron el 30 de octubre que era positiva en coronavirus pensé que era un falso positivo o que era asintomática", recuerda. Pero casi como si el virus estuviera esperando, a las horas de esta comunicación, Chus comenzaba a sentirse cada vez peor, hasta acabar ingresada en el Hospital Virgen de la Concha. Muy emocionada, la chef relata que "cuando me llevaron a ingresar me despedí de mi hija porque estaba tan mal que pensaba que no volvía". Afortunadamente Chus volvió a casa, pero el COVID volvió con ella y nunca más la ha dejado en paz. La jefa de cocina vive constantemente con un intenso dolor de cabeza, diarreas, mucha fatiga física y mental, pérdidas de memoria, sensación de ahogo, pérdida del gusto y el olfato, e incluso, erupciones en la piel. Síntomas que a veces tienen brotes explosivos y otras que aminoran un poco, "pero siempre están ahí". Una situación que hace absolutamente imposible que se reincorpore a su puesto de trabajo.
Con este cuadro clínico, a nadie se le escapa que es imposible acudir a cualquier puesto de trabajo. Desde ese fatídico 27 de octubre, Chus no ha podido pisar su querida cocina. En ella, la chef había elaborado varias tapas premiadas por los concursos de la ciudad, amaba lo que hacía incluso estando en un estrés constante. Pero ahora, la intensa fatiga, los dolores de cabeza y el resto de síntomas invalidantes para su vida diaria impiden, incluso, que pueda salir de su casa. Ya no es que no pueda hacer sus jornadas laborales, es que dar un paseo por su barrio ya supone una durísima tarea. "Hace un año y pico que no piso el centro", detalla la salmantina. De hecho, para esta entrevista, EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León hacía la entrevista previamente vía telefónica y se desplazaba días más tarde para poner realizar sus fotografías apenas a unos metros de su domicilio.
¿Y qué pasa con sus empleos?
Esta es la gran lucha del colectivo Long COVID en Castilla y León y en toda España. Tanto Chus como el resto de sus compañeros están sufriendo una cascada de despidos, mientras la administración pública no reacciona. En el caso de esta cocinera, desde que fuera contacto estrecho, ha ido "encadenando confirmaciones de baja", puesto que sus síntomas jamás han remitido. Pero esta solución es meramente temporal y a los 18 meses, el Instituto Nacional de la Seguridad Social "comienza a dar altas forzadas y muy pocos consiguen una prórroga de baja". Y así, estos pacientes son despedidos sin encontrar ningún tipo de amparo en la administración pública. Todo porque, la Organización Mundial de la Salud sí reconoce el coronavirus persistente como enfermedad propia, y próximamente se incluirá en su Código Internacional de Enfermedades (CIE 10); pero, el Ministerio de Sanidad no ha introducido un código propio para esta afección multiorgánica, por lo que el INSS no acepta prórrogas de bajas ni una incapacitación temporal o flexible, que es la mayor reclamación de este colectivo.
En concreto, Chus fue despedida tras 13 meses de baja alegando "bajo rendimiento laboral". Bajo rendimiento laboral a una persona que estaba de baja por el interminable listado de síntomas que arrastra y que no le permitieron nunca volver a trabajar. Un caso que, por supuesto, ha terminado en los tribunales y con cuya sentencia, Chus espera que siente un precedente y pueda reclamar a la Seguridad Social, para que, de una vez, se haga cargo de esta realidad social. Porque su caso no es el único. Otros muchos compañeros también han sido despedidos por ese motivo de bajo rendimiento o por "enfermedad sobrevenida"; o han sido "enviados de nuevo" al mercado laboral por el INSS sin posibilidad de obtener una incapacitación temporal. Cientos de pacientes que han llevado su caso ante la justicia por el "desamparo absoluto" que sufren y sintiendo "una falta total de empatía" por parte de la administración, que "pretenden que trabajemos cuando apenas podemos llevar una vida normal".
"Tenemos doble castigo", se lamenta la chef. Por un lado se ven sufriendo una enfermedad interminable, con unos síntomas que los anulan para la vida diaria y, además, se ven despedidos y enviados de vuelta al mercado laboral mientras están enfermos. Además, Chus explica que el Long COVID está afectando especialmente a mujeres entre 40-50 años, que ya viven con especial dureza el rechazo del mundo laboral. Una situación más que desesperada de la que aún tienen la esperanza de poder recuperarse. "Yo quiero volver a trabajar, crear mis platos, volver a las cocinas", remarca Chus. Pero mientras eso ocurre, reclaman un amparo de la Seguridad Social y que se adapte a la realidad del COVID persistente.