Hay alimentos que no pueden faltar en el día a día ni en la alimentación de nadie. Sabores tan tradicionales como espectaculares. Productos que se pueden comer solos o sirven de acompañamiento.
Y, sin duda, el producto estrella cuando hablamos de imprescindibles es el pan. Un alimento que le gusta a todo el mundo y que existe en diferentes formas, tamaños e, incluso, sabores. Valladolid sabe muy bien de esto. Quizá muchos lo desconozcan, pero el lechuguino es una variedad de pan candeal de gran tamaño que se fabrica en la ciudad del Pisuerga, convirtiéndose en el más reconocido y popular.
Es redondo, plano y con una decoración en forma de flor o roseta en la parte superior. Contiene harina panificable suave, agua, sal y levadura. Tiene una corteza suave y fina, ligeramente crujiente en la zona de los bordes y su miga es de color blanco. Lo que le convierte en una delicia para el paladar que gusta a todo el mundo.
En sus comienzos se fabricaba con una harina de trigo denominado ‘candeal’ que es muy adecuado para realizar este producto. Lo cierto es que su nombre llama mucho la atención a quienes no son de la zona castellana y leonesa y se preguntan el porqué de esa denominación.
Pues tiene una explicación y es que antiguamente el medio rural se llama lechuguino a aquella persona que le gustaba arreglarse excesivamente. Y este pan, si por algo destaca, es por su aspecto cuidado y su decoración tan especial.
Un producto que es muy adecuado para acompañar a carnes rojas, guisos, legumbres, embutidos o quesos, pero también para hacer una rica sopa de ajo o castellana. Y es que nadie duda del increíble sabor de este alimento.
Tal es su sabor y belleza que hasta se convirtió en el capricho del emperador Carlos I de España y V de Alemania. Y es que mandaba desde su retiro en el monasterio de Yuste que le trajeran desde Valladolid este alimento, en concreto, este tipo de pan.
De hecho, cabe destacar que en la provincia castellana y leonesa es el primer lugar de España en el que queda constancia de la utilización de la máquina de rolos para su refinado. Una técnica que, posteriormente, llegó hasta Andalucía en el siglo XVI.
En definitiva, un alimento que todo el mundo tiene en su casa, que se puede encontrar en todas las panaderías de la ciudad del Pisuerga y que se ha convertido en el favorito de los castellanos y leoneses y de todos los españoles.