Cruz Roja ha informado, a través de un comunicado recogido por EL ESPAÑOL de Castilla y León, que su personal técnico y voluntario de Medio Ambiente realizó muestreos en el tramo bajo del río Pisuerga durante la primavera y otoño del año 2021, de 2022 y de 2023.
En la zona de recogida de estas muestras, entre el puente de Poniente y el embarcadero, se observan, apuntan desde Cruz Roja, microplásticos en todos los muestreos destacando la cantidad y tipo de elementos, mayoritariamente fibras y, en menor medida, de fragmentos de esponjas en el muestreo de 2021.
Cruz Roja ha alertado, además, de que todos los ecosistemas acuáticos de nuestro país se encuentran expuestos a la llegada de estos microplásticos, que pueden ser ingeridos directa o indirectamente por las personas. “No debería ser normal ni debemos normalizarlo, ya que puede afectar a la salud de las personas”, aseguran desde la institución.
La institución apunta que aparecen en ecosistemas acuáticos como ríos, lagunas, aguas subterráneas o embalses y de consumo, pero incluso “se está viendo que muchas de las fibras de la ropa sintética están en suspensión, es decir, también las respiramos y tragamos”.
Este proyecto, iniciado en 2021, ha evolucionado hasta convertirse en una red de seguimiento que proporciona datos cruciales y busca concienciar a la sociedad sobre la magnitud del problema; por primera vez, todas las muestras contienen microplásticos.
La forma en la que vivimos es la consecuencia de este aumento de microplásticos en el agua, “lo que consumimos, cómo vestimos, lavamos la ropa o los platos afecta a la aparición de estos residuos en el agua a través de los desagües, que llegan a ríos y mares”, señala Paloma García, técnica de Medio Ambiente de Cruz Roja. Estos microplásticos provienen desde el desgaste de los neumáticos de un coche, hasta las fibras que se encuentran en las colillas de los cigarros, o los trozos que se desprenden de los desechos plásticos. Contrario a la percepción común centrada en fragmentos o pellets (por las últimas noticias de vertidos en España), el estudio resalta que, en estas muestras, los elementos predominantes provienen principalmente de tejidos sintéticos y cuerdas, presentes en entornos urbanos, agrícolas e industriales.
Pese a que esté extendida esta presencia en el agua, “no debería ser normal ni debemos normalizarlo, ya que puede afectar a la salud de las personas”. Aunque aún se están estudiando los efectos de la ingesta de estas sustancias en el cuerpo humano, se debería de modificar nuestro estilo de vida para dejar de contaminar las aguas, y reducir esta presencia en la medida de lo posible. Y es que, aunque existe mucha concienciación en el reciclaje, reducir la presencia de plásticos y reutilizarlos aún son tareas pendientes de la estrategia de concienciación de las 3R medioambientales (recicla, reduce, reutiliza).
También falta legislación que impida la aparición de nuevos microplásticos en el ambiente, ya que habría que evitar materiales plásticos que puedan romperse o dejar residuos en aquellos lugares donde hay contacto con el agua (desde la cubierta de un barco, hasta la industria textil, etc.). Aunque la normativa europea está más avanzada que la de otras regiones, contaminar con microplásticos el agua no se considera a día de hoy un delito; en países como Reino Unido, pionero en las microesferas presentes en exfoliantes y pastas de dientes, han regulado los microplásticos sólidos.
La basura y sus efectos son otro indicador más del cambio global, que a su vez genera más degradación y presencia de plásticos en arrecifes, ríos o playas, montes, etc.; con el aumento de temperaturas, un incendio también es más probable y se propaga más, por lo que todo el ecosistema se ve afectado en una espiral negativa. Fomentar el uso de materiales diferentes al plástico en espacios públicos, o evitar que los vertederos estén a la intemperie también reduciría la propagación que el viento hace de los microplásticos.