El navegante genovés Cristóbal Colón, protagonista del descubrimiento de América el 12 de octubre de 1492, hace ahora 530 años, residió durante las últimas semanas de su vida en la ciudad castellana de Valladolid, donde fallecería el 20 de mayo, víspera del Día de la Asunción, del año 1506. Una ciudad que hoy en día le rinde homenaje con una estatua en la plaza que lleva su nombre, una calle, en pleno centro de la ciudad, un colegio público y una Casa Museo en honor al navegante.
Su repentina muerte, en la ciudad en la que por aquel entonces se encontraba la corte del rey Felipe I, pudo producirse como consecuencia, según algunas investigaciones, de complicaciones fruto de sus padecimientos de artritis y gota, dolencias que el insigne navegante arrastraba desde años atrás. Sus últimas palabras antes de fallecer serían: "En tus manos, señor, encomiendo mi espíritu".
Se ignora el lugar exacto de su muerte en la ciudad aunque se tiene constancia de uno como el más probable. Concretamente, se trata del número 2 de la calle Ancha de la Magdalena, ubicación en la que colocó el Ayuntamiento de Valladolid una lápida conmemorativa del acontecimiento y se instaló en el edificio reconstruido un sencillo museo americanista en 1965, la actual Casa Museo de Cristóbal Colón, muy querida por los habitantes de la ciudad y frecuentemente concurrida por los visitantes.
De estilo gótico-isabelino, posee una fachada de arquerías rebajadas y otra con balcón en esquina y portada de alfiz. Ante ella se encuentra un jardín, en el que se instaló un monumento con una carabela y el busto dedicado a la memoria del conquistador Ponce de León, descubridor de Puerto Rico y la Florida. Un edificio que, además, se construyó tomando como ejemplo el palacio virreinal en el que residió el hijo del descubridor, Diego Colón, en la isla de Santo Domingo.
La primera tumba de Colón en el Convento de San Francisco
Tras su deceso, Colón fue enterrado en un primer momento en el desaparecido Convento de San Francisco de la capital vallisoletana, concretamente en la capilla de Luis de la Cerda. Un edificio de extraordinaria importancia necrológica en aquel momento ya que Valladolid aún no contaba con una Catedral.
Este convento vallisoletano –ubicado frente a la Plaza Mayor, en el lugar que actualmente ocupa el Teatro Zorrilla– llegó a ser uno de los más importantes de la Orden Franciscana en España y estaba habitado por 120 frailes. Terminaría siendo derribado durante la conocida como Desamortización de Mendizábal, en 1837, por la que el Estado expropió gran cantidad de bienes y tierras de la Iglesia católica.
En el momento del enterramiento de Colón en ella, el titular de la capilla en la que fue sepultado el navegante genovés era el conde de Cabra, consorte por aquel entonces de la heredera al trono de España. Pero la presencia de los restos mortales de Colón en Valladolid no se extendería durante mucho en el tiempo.
El periplo de Sevilla a América y de nuevo a Sevilla
Tres años después de su inhumación en el Convento de San Francisco, en el año 1509, el cuerpo del descubridor de América fue trasladado a la capilla de Santa Ana del sevillano Monasterio de la Cartuja. Un traslado del que estuvo al frente Simón Verde, mercader procedente de Florencia con el que la familiá de Colón mantenía una intensa relación de amistad.
No sería el último viaje de los restos del navegante genovés. Menos de 15 años después de su traslado a Sevilla, en 1523, el cuerpo de Colón fue trasladado al otro lado del Oceáno Atlántico, a la catedral de Santo Domingo, actual capital de la República Dominicana. Allí permanecerían los restos del navegante durante más de dos siglos, hasta que en 1795, tras tomar las tropas francesas la isla de Santo Domingo, se le trasladó a la capital cubana, La Habana.
Allí permanecería hasta la derrota española en la Guerra de la Independencia de Cuba en el año 1898 que provocó que la isla dejase de ser parte del ya decadente Imperio Español. Tras este hecho, los restos de Colón fueron trasladados en el navío Conde de Venadito hasta la localidad de Cádiz y de allí a Sevilla, con destino a la Catedral de la ciudad hispalense, donde reposan en la actualidad.
Para perpetua fama de sus memorables hechos y del descubrimiento del continente americano que protagonizó, en su lápida se colocó, por orden del rey, un epitafio que decía: "A Castilla y a León, Nuevo Mundo dio Colón".