Regresamos al Pirita (Polígono San Cristóbal) tras un tiempo de ausencia, donde nos esperaban los amigos de siempre: Chuchi, Félix, Poveda y César. Sorpresa fue la incorporación de Javier, nuestro amigo de sardinas “Delamar”, a quién le habíamos perdido la pista con esto de la pandemia. Luego, en la partida, (estas comidas sin mus ni tute ni son comidas ni son nada) se incorporaron Juan Carlos (Rte. Carpintero) y el veterano Jóse (Taberna La Alegría).
Sobre el condumio, siempre nos deparan una sorpresa los “césares hosteleros”, al que hay que sumar a Admán –el ya hombre hecho y derecho que de niño llegó desde el pueblo saharaui al entorno familiar de los Lomas. Y aquí se quedó.
La sorpresa culinaria de este sábado fue un estupendo arroz con tropezones de sepia, mejillones y un apetitoso carabinero. En su punto estaba el siempre codiciado arroz del que dimos buena cuenta repitiendo todos los comensales.
Luego llegaría una panceta adobada y horneada a baja temperatura, hecha con primor por Admán. Otra delicia. De entrantes nos metimos entre pecho y espalda tres platos de una deliciosa cecina, bien cortada y rociada con un virgen extra especial.
De postre nos sorprendieron con un helado de mascarpone con rocas de chocolate y teja caramelizada. Realmente apetitoso. De bebercio, el grupo se dividió entre un tinto ribereño, tinto de verano y mi clásico Cigales con gaseosa.
Tras los cafés, y antes de cruzar la gran avenida que nos lleva al Argales 2, el otro establecimiento de la familia, felicitamos a César junior tras haber conseguido para el Pirita el ansiado “Solete de Repsol”. Un galardón merecido por su gran labor restauradora, fundamentalmente por ser uno de los escasos restaurantes que ofrece una gran variedad de setas de temporada, entre otra variada selección de productos.
Reseñar que el servicio del Pirita es de lujo, empezando por la cocina donde el chef Samuel y Modesta elaboran los menús y carta. En la sala, Milena y su hija Daniela; dos colombianas perfectamente adaptadas a Valladolid y que aúnan simpatía arrolladora y buen trato a su clientela.
Una vez en el Argales 2, santuario del mus, nos enganchamos a las cartas como posesos para tratar de salir indemnes en el pago de las consumiciones, que no fueron escasas, ya que la comida fue a escote, (a 20 euros per cápita), aunque uno se libró por la generosidad del amigo Javier (Delamar).
En el “mete”-partida de mus con ocho jugadores- me dieron p`alpelo, pero luego nos resarcimos César senior y un servidor en una partida donde pagaron el pato Javier y Juan Carlos. Así que fue un sábado de los de recordar agradablemente. Hay que volver con los amigos de cuando en cuando para no perder las buenas costumbres. Y si se gana al mus mejor que mejor. !Verdad, Juan Carlos-Javier!