“A mi padre siempre lo recuerdo con una cámara colgando del hombro”, afirma Diego Antolín, graduado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Burgos y heredero, por tanto, de manera oficial, de la afición extraoficial de su padre, Alberto Antolín. Ambos exponen ‘Al vuelo’ sus fotografías, desde hace unas semanas y hasta el próximo 31 de mayo, en la tetería Damasco, un pequeño local de la calle San Antón, próximo a la iglesia de Santa Eulalia, en el que Siria y Segovia unen sus caminos y en el que ahora cualquiera puede disfrutar de un té o un café mientras contempla el cielo de la ciudad bajo la óptica de padre e hijo.
“Cuando hicimos las fotos en ningún momento nos planteamos exponerlas; salimos tres días del III Festival Accesible de Globos de Segovia en julio de 2021, elegimos tres ubicaciones diferentes y nos pusimos a disparar”, relata Diego, reconociendo que la quincena de imágenes que decora la tetería es sólo una pequeña selección de los cientos de fotografías que tomaron esos días.
Diego es quien ‘da la cara’ y atiende a los medios y también a los compradores de las instantáneas, que venden a quince euros, que van llenando de puntos rojos los marcos. Explica que un día los propietarios del local, que frecuenta junto a sus amigos, le ofrecieron exponer su trabajo y él no dudó en comentarlo con su padre. Enseguida escogieron las fotos que más les gustaban de ese fin de semana, que desde hace años llena de color el cielo azul de Segovia, y montaron una exposición en la que se puede distinguir la mirada pragmática y paisajística de Diego de los ojos detallistas de Alberto. Donde el hijo encuentra un globo trazando el perfil de la Mujer Muerta, la Catedral silueteada por globos o el Acueducto a punto de ser atravesado por uno de ellos, el padre superpone los colores de dos globos sobre el azul del cielo, halla la inmensidad de las telas ante la minúscula silueta negra de dos personas en el momento de inflarlo o descubre la belleza de un amanecer en negro y ocre despegando sobre una cesta.
“Mi favorita es ésta en la que, por la perspectiva, parece que el globo atraviesa el Acueducto por debajo de uno de los arcos”, afirma Diego, apuntando a una de las dos únicas fotografías en escala de grises de la muestra. La otra, en la que un hombre vestido de traje saluda al horizonte bajo un globo que se eleva y en el que puede leerse la palabra ‘Circe’, destierra la idea de beberse una de las pociones de la hechicera griega para olvidar que el hogar es Segovia, pero invita a inventar cualquier historia lejos del presente. “Por eso la dejé en blanco y negro, porque parecía sacada de una época del pasado”, aclara el fotógrafo, mientras confiesa que hay dos láminas cuyas amapolas revelan que fueron tomadas antes de aquel Festival y mientras reconoce que en el futuro le gustaría exponerlas en una sala más grande.
¿Y tomarlas desde el cielo? “Eso es menos asequible y, además, creo que es más común; hay muchas fotos captadas desde los globos esos días”. Cazarlos ‘Al vuelo’ desde el suelo sin duda las distingue.