La ciudad de Salamanca tiene fama internacional por el gran ambiente de sus noches. No es de ahora. La noche salmantina congrega a disfrutar de una manera diferente el embrujo de la ciudad cuando cae el sol. Siempre ha tenido rutas, ambientes, locales y tribus que han hecho realidad esa fama de las noches de Salamanca.
Aunque hoy en día las zonas de marcha se congregan en los alrededores de la Plaza Mayor, antaño, allá por las décadas de los 70, 80 y 90 no eran así. Además, había salida de copas y ambiente de ocio todas las noches. Salamanca no dormía. Los locales de copas se repartían por toda la ciudad e, incluso, en la carretera de Madrid como La Coquette y Hawai en Santa Marta o La Garrocha en Tejares, todo un ejemplar.
Comencemos nuestro periplo. Pongamos que quedamos 'debajo del reloj de la Plaza' para tomar las primeras cañas, cachis o manchadas y, qué mejor que hacerlo en El Bolero. De allí, cómo no, a La Latina, en el barrio antiguo, mítico local de progres que hoy sigue abierto y, de paso, en El Bullón con máquina de música. Y, de por medio, regreso al centro para tomar la primera copa en Rojo y Negro, en la calle Espoz y Mina, donde ahora está un gastrobar. Emblemático local donde tocaba el piano Julio Terrón.
Es que Rojo y Negro merece un apartado. Aunque no fue todo lo que quiso ser al estilo 'inglés', si marcó toda una época. Lo abrieron, creo, en 1978. Los tiempos estaban cambiando y el Rojo era un adelante en el ocio salmantino. Rojo y Negro rompió con los pubs de antes, que tenían su asiento en la Gran Vía, y fue la distinción sin dejar de tener ese aire anglosajón. Era un local demasiado grande, con mucho ruido donde los jóvenes de entonces, yo rondaba los 18 y estaba en el Torres con el Preuniversitario, bebíamos cerveza. Si arriba era la tranquilidad, ya en la sala de abajo era todo un mundo de música, escarceos y mucho sudor. Inolvidable 'el Rojo'.
Las discotecas
Por esa misma zona, también tenía su público y su atractivo Santa Bárbara, un lujo en la calle Bordadores. Quizás fuese un lugar para progres por su música especial y sus cubatas. No queremos dejar la zona, porque por Íscar Peyra se encontraba uno de los centros del ocio más apasionantes, históricos y concurridos en la historia de la noche salmantina, nada más y nada menos que la discoteca Tito's.
Un lugar espectacular, lleno de ritmos modernos, buena música y siempre lleno. Una disco de vanguardia con el suelo de cristal y debajo, agua y peces, como un acuario, y estilo caverna. Tenía cuatro pistas para bailar, cada una con una musica diferente. Sus fiestas de los viernes eran cita obligada, cuando costaba la entrada 125 pesetas y en el precio estaba incluido un cubata, algo así como 'para ricos'. Después pasó a llamarse Morgana, ya en los 90, otro centro neurálgico de la noche y, al final, por unas cosas y otras, está cerrado y lo puede la dejadez de las telarañas del tiempo que se fue...
Salamanca tuvo en la Discoteca Hindagala, en la plaza de la Reina, 3, ideada y dirigida por Juanjo y Teodoro (que en paz descanse, buena gente), un antes y un después en la noche salmantina. Una disco recordada por todos los de aquellos tiempos. Un ambiente completamente moderno, sin tribus asociadas y con mesas bajas y sofás, muy a la época.
Ya que estamos de discos, nos vamos a la avenida de Mirat a la emblemática María Sangrienta. Otro hito en la noche de lujo y buena música. Abierta en 1977 por Francisco Montes (FM), Paco Montes en la ciudad, como café teatro. Están también por la zona Limón y Menta, de Bartolo, y la mítica Fresas, lugares más sofisticados.
La discoteca barata era Barrabás en la calle Doctrinos. En 1974 la entrada para chicos costaba 30 pesetas, un precio que incluso entonces resultaba muy asequible. El nombre se refería a Barrabás, que fueron el grupo español que más discos de larga duración ha vendido en Estados Unidos. Fueron número 1 en Canadá o Alemania. La revista Playboy les calificó como mejor grupo mundial de Funk. Su verdadero sonido, no obstante, debería ser referido como 'música caliente'. Así es como ellos se vendían en la contraportada de sus elepés.
Estaba también, Sgt. Pepper's, conocido como 'Pipers', en la calle Miñagustín, lleno de nostalgia por aquello de los Beatles y la estética psicodélica, muy de moda a finales de los 60. Ya en esos tiempos de los 70/80, la discoteca se había quedado pequeña y algo desvaída, pero supo aguantar con sus dos salas cuando todos cerraban y un sonido hifi espectacular. Justo en la puerta por abajo estaban los míticos W. C., 'Wáteres', donde las sillas eran tazas para las posaderas y se bebía cerveza, calimocho y algún DYC.
No vamos a olvidarnos de Madonna, en la calle Consuelo, que llegó a ser la discoteca de referencia en la ciudad, eso sí, llegó más tarde, a principios de los 80, pero también tuvo su repercusión en gente 'in'. En ella sonaban ritmos como 'September', 'Let's Groove' o 'Fantasy' de Earth, Wind & Fire, conocidos también como EWF, un grupo musical estadounidense, formado en Chicago en 1970. Eso sí, la cantante Madonna no sabemos si por entonces existía, al menos de ella no teníamos conocimiento, porque no fue hasta abril de 1982, cuando firmó un contrato con la compañía discográfica para el lanzamiento de su primer single, 'Everybody'.
No olvidamos Atenas Number One en la plaza de España, para los más entrados en años, señoras, señoritas, viudas y solteras. Como tampoco Tartana en General Elvira Zapata, la sala que presentó en Salamanca a los mejores artistas del país y la primera macrodiscoteca de la capital. Todo un hito para las modas discos que vendrían después, pero Tartana también se fue al limbo de los tiempos.
Tampoco podríamos dejar en el olvido otra mítica discoteca Skorpios, en lo que luego fue Garamond y después La Posada, en la calle Toro. Míticas eran sus sesiones matinales. Un lugar donde bajaban las tribus de los barrios, sobre todo de Garrido. Era la época de 'La naranja mecánica' y 'los naranjos' en Salamanca. Por así decirlo, un escape de cierto miedo.
La Coquette, en la carretera de Madrid, en Santa Marta, cuando alguien te podía llevar y mejor que fueses acompañado, porque las noches eran excesivas. Era la primera salida de la capital a una discoteca, que luego se verían ampliadas con el bakalao en los polígonos industriales. Es que por La Coquette, lugar caro y siempre lleno, pasaron también las primeras figuras de la canción de aquellos tiempos...Y, algunas, a pesar de las arrugas y las edades, ahí siguen soñando su marinero de luces.
Por cierto, abriendo el baúl de los recuerdos, que cantaba Karina, con la apertura y gran afluencia de público a La Coquette comenzaron a implantarse los primeros controles de alcoholemia. Y eran muy rústicos, pero efectivos. Así, la Guardia Civil mandaba al conductor a bajar del coche, y le hacía caminar por la línea recta de la señalización horizontal de la carretera, eso sí, a una pata y con el codo en la rodilla y y el pulgar en la nariz. Y si era incapaz de caminar por la misma con buen uso de razón y equilibrio, pues eso, positivo. Cosas de antaño.
Otros lugares, con recuerdo personal a La Puré
También existían otra infinidad de locales, sería para un tratado extenso sobre la noche salmantina en aquellos años del tardofranquismo y primero de la democracia. Algunos de los cuales para mí marcaron una época en los años de bachillerato, porque ya en la Universidad en Madrid quedaron para los escasos días de visita a la ciudad, como en ferias.
La Puré, en la calle Portales de Camiñas, ahora Atahualpa, fue un lugar especial en aquellos últimos años de Bachillerato. Allí era donde se iba a bailar, porque eran músicas conocidas para bailoteo.
Esta era la zona del magnifico Paniagua, con la dura competencia del Rivendel, Limón y Menta del mítico empresario Bartolo, hoy Khandavia, y Fresas, cuasi Potenkim -qué diferencia-, todo muy cerca de donde estaba Hindagala. Y enfrente, la pequeña disco Pink Floyd, que lucía una lámpara con muchos colgantes de cristal, de la que se decía que era un lujo muy caro. Por la zona de Varillas y San Justo.
Un poco después en el tiempo empezaron a proliferar varios más, como el So-Ho, el Central Park, por Bordadores, donde estaba también Bogart -hoy Music Factory- y, un poco más allá, abrió el actual Camelot en una iglesia reconvertida. Piedra, hierro y heráldicas en un pub de 1986 que ofrece cócteles en mesas con forma de torre y conciertos. Lugar de culto para 'guiris'. El Tun-Tún, El Callejón, El Moderno y, cómo no, el Country con su 'caballo loco' y la cerveza con DYC), El Puerto de Chus, El Submarino -con la primera apertura al ambiente gay en la barra de arriba, o El Savor, donde se iba a aprender esos ritmos que si antaño de latinos, ahora se han convertido en pan nuestro de cada loca y verbena, como la salsa o el merengue. Todos ellos en los aledaños de la Gran Vía.
Y, para finalizar, quiero tener un recuerdo para los Garamond y los hermanos Cambronell -Fernando y César-, tanto en la calle Prior -el primero- como luego la discoteca en la calle Toro, donde estaba Skorpios, por lo que supuso, allá por 1994 en mi regreso a la ciudad de Salamanca, tras una larga etapa, desde 1978, en Madrid. No está de más cerrar este pequeño recuerdo de aquellas noches salmantinas con la corta apertura de Pachá, en Reyes de España que, por unos motivos o por otros, tuvo que cerrar. Y desde ahí, "Lo nuestro duró/ Lo que duran dos peces de hielo/ En un wiski on the rocks", canta el crápula Sabina.
No quiero dejar pasar el recuerdo de aquellos 'panter', cuando a Manuel Mateos se le ocurrió fundar la primera empresa de seguridad. La llamó Protección y Vigilancia S. A., aunque eran conocidos como 'panter'. Llamaba la atención su peculiar vestimenta como 'Los hombres de Harrelson', porque vestían uniforme negro con gorra, botas altas y el símbolo de una pantera.
Habré dejado en el olvido -que es certero- algunos locales, habré mencionado otros que para algunos no son imprescindibles, pero cuando se escribe de estos asuntos, siempre se hace desde el lado personal. Eso sí, un recuerdo especial para todos los que hicieron posible, en aquellos años de finales del franquismo e inicios de la democracia como Paco Montes y los apuntes de su primo Paco Andrés, que de Salamanca sabe mucho y de la 'nuit' aún más, por vida y profesión, Orestes Bazo, Bienvenido García de Arriba o Bartolo, que la noche salmantina sea lo que es: un verdadero motor económico, promocional y divertido para la eterna ciudad de Salamanca.