Javier A. Muñiz / ICAL.- Unos cuantos pupitres comunales con varias sillas de talla pequeña, un esforzado corcho que intenta hacer las veces de pizarra para mostrar contenidos, una estantería básica que almacena un puñado de juguetes y un dispensador de gel que, probablemente, no siempre estuvo allí. Paredes de vivos colores y florida decoración infantil que aportan cierta calidez para contrarrestar un gélido suelo de baldosa que todavía impone sus rigores cuando el invierno aún no tiene previsto recoger los bártulos. Es el corazón del centenario barrio Garrido, el más grande de Salamanca. Un vasto territorio urbano al noroeste de la ciudad, donde la multiculturalidad es idiosincrasia y la población, de procedencia diversa, acierta a convivir en armonía.
“Realmente, muchas veces vemos nosotros más las dificultades que ellos. Ellos no ven diferencias, no ven distinciones”. Son palabras de Victoria Morcillo, encargada de 'La Pequeteca', un proyecto impulsado por la asociación Salamanca Acoge, inserta en la ONG de implantación nacional Red Acoge, que persigue proporcionar algo de conciliación a familias del colectivo migrante y, de paso, ofrecer un necesario apoyo escolar a los más pequeños, así como herramientas, aún más necesarias, a los propios padres, para que puedan realizar un adecuado seguimiento de la actividad lectiva de sus hijos en el entorno familiar. Por supuesto, “ellos” son los niños, y sus miradas carentes de prejuicios, y “nosotros”, el resto.
En la actualidad, el proyecto atiende a 18 niños y niñas desde un pequeño espacio cedido por el Ayuntamiento de Salamanca en la calle Begonias. Según explica Morcillo, educadora social especializada en psicopedagogía, trabajan con los menores desde una perspectiva educativa, mediante refuerzo escolar, e inciden en inculcarles hábitos de estudio. “'La Pequeteca' pretende crear una unión entre las familias, la asociación y el centro educativo del que los niños forman parte”, resume a Ical la encargada del proyecto, quien cuenta con la colaboración de personal voluntario y se coordina a menudo con los colegios, quienes se encargan de derivar a sus alumnos hasta completar una atención integral. “La idea es mantenerlo y ampliarlo lo máximo posible porque está claro que la necesidad existe”, advierte.
'La Pequeteca' de Garrido emerge de un proyecto piloto articulado en torno a un grupo de madres participantes en actividades de Salamanca Acoge, pero que no podían asistir, tanto como era su deseo, al no contar con la posibilidad de conciliar. “Se pensó entonces en una actividad autogestionada, donde las madres se encargaran de manera cooperativa de llevarla a cabo. Lo que ocurre es que esto es muy complicado sin una persona técnica que marque los objetivos y haga una intervención social”, manifiesta la educadora que finalmente tomó las riendas del asunto. “Vi el proyecto muy interesante desde el punto de vista lúdico porque, evidentemente, los niños quieren jugar y forma parte de su aprendizaje, pero también fui consciente de que había mucho tiempo para aprovechar en cuestiones educativas”, comenta.
La amenaza financiera
Otras áreas de la propia organización también derivan niños al proyecto, tanto por necesidades de conciliación de as madres, como de refuerzo educativo de los menores. Una vez en manos de la educadora social, los pequeños asisten a una evaluación psicopedagógica para identificar necesidades específicas mediante pruebas y medidores de nivel con fichas.
“Ahí sí trato de coordinarme con los centros porque suelen ofrecer actividades compensatorias con tutores y orientadores, de manera que, al final, seamos un complemento. Nosotros no podemos ser un colegio, pero sí podemos complementar de forma muy positiva al niño para que cuando tenga ese tipo de dificultades, entre todos, consigamos remar”, reflexiona. Dificultades que, usualmente, no exceden del ámbito escolar, con apenas casos de acoso o 'bullying'.
El principal problema llega a la hora de obtener financiación. Así, la encargada del proyecto agradece los fondos procedentes de la Fundación Vargas Zúñiga que han servido para impulsar la actividad durante más de un año. Anteriormente, contaba con dinero del Ministerio, pero al reducirse las partidas, se quedaron fuera. Y ahora está en peligro.
“El objetivo es que tenga una continuidad. Pensamos que tiene que estar promovido por entidades que defiendan su sentido educativo, igual que hay ayudas para colegios o actividades extraescolares. Bien sea desde la Junta, desde el Ayuntamiento o desde alguna otra entidad”, reivindica, apuntando que el gasto es “muy básico”, y se reduce a mantener a un técnico a media jornada, en horario de tarde, pero los beneficios son "muchos", especialmente a largo plazo. “Tenemos que intervenir desde que son pequeños en la fusión, la interculturalidad, el intercambio entre las personas y la convivencia”, especifica.
Cuando la retirada de fondos públicos amenaza la continuidad de este proyecto, sus responsables miran con recelo la proliferación de discursos que cargan con dureza contra la inmigración irregular y, más aún, el refuerzo electoral obtenido por sus impulsores, sin ir más lejos, en Castilla y León.
“Lo vemos con bastante miedo y con mucha prudencia. Nosotros es que no trabajamos con migrantes, trabajamos con personas. Yo trabajo con niños con los que realizar una intervención socioeducativa para conseguir que mejore su vida y la de su familia en todos los aspectos: En lo personal, social y relacional. No me centro en pensar si es un niño inmigrante de Marruecos, simplemente en saber que me va a enriquecer y también al grupo. Evidentemente, estos planteamientos ideológicos no contribuyen a que este tipo de intervenciones sigan adelante. Lamentablemente es así. Pero bueno, creo que hay mucha gente que apuesta por la interculturalidad y por la convivencia pacífica y enriquecedora entre las personas, que es, es el objetivo de las comunidades”, señala.
Una postura que, de facto, apoya una de las voluntarias que participa en 'La Pequeteca' de Salamanca Acoge, Cecilia Villoria, quien acude cada jueves a colaborar en el cuidado y la educación de los pequeños. “Ser voluntaria, para mí, es entregar una pequeña parte de mi propia vida y me siento muy agradecida. Ellos me dan muchísimo más de lo que yo les doy a ellos. Es una ventana que abro y digo ', ¡buah!,' Existe un mundo que, desde nuestro egocentrismo, no vemos, pero que está ahí. Y para mí es muy enriquecedor”, celebra, reconociendo su satisfacción por dedicarse a este, especialmente tratándose de niños, lo que contribuye a un desarrollo más rápido del plano emocional. “Estoy deseando que lleguen los jueves”, reconoce.
El refugio de Sanaa
La necesidad del refugio, no solo logístico sino también afectivo, que allí buscan las ocupadas madres migrantes, cuyas tareas educativas se entremezclan con las relativas a su proceso de integración, al que se deben sumar otras compartidas con el común de los locales, como las referidas al entrono laboral o, en su defecto, a la búsqueda de empleo, se encarna en la situación de Sanaa Karrad, ciudadana marroquí afincada en Garrido que encuentra en Victoria y su labor un empujón más que necesario para la consecución de las mismas. Sanaa tiene dos hijos, una niña de tres años y un niño de nueve. El mayor es quien acude a 'La Pequeteca' a recibir apoyo escolar, aunque también la pequeña, pues Victoria, excediendo sus funciones, se la queda si su madre tiene, por ejemplo, una entrevista de trabajo.
“Cuando llegué por primera vez a Salamanca no tenía empleo, no tenía dónde vivir, no tenía nada”, comenta a Ical. Estando en esa precaria situación, hubo gente que le habló de la ONG y le aseguró que allí podrían ofrecerle ayuda. “Así fue. Fui allí, tomaron mis datos y, era verdad, me ayudaron mucho. Me ayudaron a buscar una casa para vivir, me pagaron el alquiler, me ayudaron con los gastos de la casa y me dieron ropa. Allí conocí a Victoria”, recuerda.
La educadora viró los designios de su hijo en el 'cole' diametralmente. “Era muy flojo en la clases. Lo empecé a traer aquí dos veces a la semana y, es verdad, se notó mucho. De maravilla. Mejoró mucho hasta alcanzar su mejor nota”, explica orgullosa y tranquila, pues la integración en la ciudad, “gracias a Dios”, ha ido bien después de todo.
A apenas cien metros de distancia, se erige el Centro de Educación Infantil y Primaria Filiberto Villalobos, uno de los colegios colindantes que nutre de escolares este proyecto. Su director, Guillermo Bragado, es plenamente consciente de la necesidad de ofrecer un marco educativo adecuado a sus alumnos para posibilitar una auténtica atención a la diversidad, sin ningún tipo de discriminación, pues cuenta en sus aulas con estudiantes de más de una veintena de nacionalidades diferentes.
De este modo, la integración no es una opción, es una necesidad, por cierto, satisfecha en las mejores condiciones pues, según reconoce en declaraciones a Ical, tanto el comportamiento de los alumnos, como de las familias “es excelente”, adaptándose a las costumbres del centro, incluidas todas las festividades pedagógicas.
Junto a él, la tutora de Primero de Educación Infantil, Marta del Saz Orozco, refuerza esta idea, asegurando que en sus aulas no existen "diferencias entre culturas y razas", pues van “todos a una” y destacando a su vez “lo positivo” de contar con diversidad en el entorno escolar. Al fin y al cabo, no es más que “un reflejo de la sociedad de hoy día”, según matiza la maestra, quien explica que "hace años" que están en contacto con las ONGs para proporcionar el refuerzo escolar. "Son alumnos que no lo tienen en casa.
Otro tipo de alumnado, lo puede recibir de sus familias, pero no en estos casos. No solo por el idioma, sino muchas veces por las circunstancias familiares, y a menudo porque los propios padres no cuentan con estudios y, por lo tanto, no pueden ayudar a sus hijos", cuenta.
Radiografía familiar
Una apreciación en la que coincide el regidor del centro, quien ahonda en que sería "difícil de suplir" para ellos en caso de certificarse la desaparición del proyecto por la falta de fondos. “Hay otras organizaciones que colaboran con nosotros, pero todas son importantes porque no dan abasto para cubrir el máximo espectro posible de alumnado. Si no, estos estudiantes tendrían graves retrasos a nivel educativo”, advierte. La maestra apuntala su necesidad y asegura, sin tapujos, que es una cuestión de “justicia social”, pues no pueden cubrirla "de otra manera". En síntesis, la intervención de la ONG ofrece una “radiografía familiar” del alumno, inaccesible para los centros. “¿Por qué tal niño no llega?”, se pregunta. “Pues porque en casa pasa esto, pasa esto o pasa esto. Hay unas necesidades de muy diversa índole y eso se nos escapa muchas veces en la escuela”, reconoce.
La convivencia, no solo en el centro, sino también en el barrio, es óptima, tal y como reconoce el director, quien aleja de su entorno problemas que castigan a ciudades más grandes, como la proliferación de las maras o los enfrentamientos entre bandas. "Por lo que nosotros tenemos conocimiento, aquí eso no se da. Lógicamente, cada grupo humano busca reunirse con sus iguales como una manera de apoyarse para tirar hacia delante, pero no se dan ese tipo de comportamientos. Y que eso no se dé es fruto de estas ONGs que trabajan con todo tipo de alumnado de cualquier procedencia", añade. Pero eso no es óbice para que sí existan “desajustes muy serios” que afectan a la trayectoria escolar de los niños.
Y es que el proyecto cuenta también con una suerte de 'escuela de padres' que persigue dotar de herramientas a esas familias para que, si desaparece, puedan contar con hábitos para trabajar desde casa. “Se trata de formar e instruir en otros modos de criar y educar a los hijos. Es muy importante porque tiene un sentido de trampolín para que puedan continuar, independientemente de que nosotros podamos estar o no”, apunta Victoria. El director, a su vez, refuerza esta idea sosteniendo que el trabajo específico sobre los contenidos “está bien”, pero es “el parche del momento” ya que "lo fundamental" es que las familias tengan pautas de cómo tienen que trabajar con sus hijos "los tiempos de ocio, de trabajo, los refuerzos, los castigos, todo".
De hecho, el director Bragado advierte que ordenar el ámbito familiar es “más importante” que trabajar determinados contenidos de una asignatura que el alumno no domina. “Es hacer ver una realidad que está ahí”, señala. Así, lo esencial de la iniciativa es incidir en “el círculo” que debe generarse entre el centro educativo, las ONGs y las familias. “Si no hay esa coordinación, no es un trabajo fructífero con vistas al futuro. No se trata solo ayudar a hacer unos ejercicios de matemáticas, sino de crear hábitos educativos. Y tenemos que tener en cuenta que todo este tipo de objetivos son a medio-largo plazo porque son muchos los factores que se tienen en cuenta. Es una intervención que requiere tiempo y, por tanto, una financiación que asegure esa estabilidad”, insiste.