Salmantinos elevados a los altares: una santa milagrosa y abnegados beatos y siervos
El décimo aniversario de la canonización de la Madre Bonifacia en 2011 por el Papa Benedicto XVI en El Vaticano sirve para recordar a la pléyade de monjas y sacerdotes salmantinos en proceso de beatificación
15 noviembre, 2021 07:00Siervos, venerables, beatos y santos. Para algunos profanos en la materia, es decir, para aquellos que no son creyentes ni son fieles de la Iglesia Católica estos perfiles religiosos resultan muy similares y apenas encuentran diferencias reseñables entre ellos. Sin embargo, esta visión simplista no coincide, en absoluto, con la realidad. Siervo no es sinónimo de beato, ni un venerable es un santo.
Los postulados de la Iglesia no arrojan dudas y proclaman que la beatificación es el paso previo a la canonización o la santificación. Beatificar es declarar que un difunto, cuyas virtudes han sido previamente certificadas, puede ser honrado con culto, mientras que canonizar consiste declarar solemnemente santo al finado y poner en el catálogo de ellos a un siervo de Dios ya beatificado. El término beato significa literalmente feliz (del latín 'beatus') o bienaventurado en el sentido de que se considera que esa persona está ya gozando del paraíso. Teniendo en cuenta estas premisas, queda claro que la beatificación constituye el tercer peldaño de esa luminosa escalera hacia la canonización. Es decir, el primer nivel sería el de siervo de Dios, mientras que en un escalón superior se sitúa la persona que ha sido declarada venerable por la Iglesia. El beato ocuparía un peldaño aún superior y el cuarto, el más elevado sin lugar a dudas, sería el santo. El caso más llamativo dentro de este último abanico es San Juan Pablo II, el pontífice polaco que ha sido declarado santo. De hecho, dentro del organigrama del Vaticano figura un organismo fundamental en esta materia que se encarga de analizar con lupa todos estos procesos, como es la Congregación para la Causa de los Santos.
Santa Bonifacia y Santa Cándida
¿Y qué nombres propios, con el rango de siervo, venerable, beato e incluso santo aporta la provincia de Salamanca?. Hay numerosos y corresponden a diferentes siglos y congregaciones. Pero, sin duda alguna, en la cúspide de esta jerarquía salmantina figura el nombre de una mujer excepcional. Se trata de la Madre Bonifacia (Salamanca, 1837- Zamora, 1905), quien fue la fundadora de la Congregación de las Siervas de San José y fue canonizada y proclamada santa por el Papa Benedicto XVI el 23 de octubre de 2011 en El Vaticano en una inolvidable ceremonia religiosa. Además, hay otra santa vinculada la provincia charra que no es salmantina de nacimiento, pero sí de adoptación, dado que gran parte de su paso por este mundo se localizó en Salamanca. Se trata de Santa Cándida María de Jesús (Andoain-Guipuzcoa, 1845 - Salamanca, 1912), quien también fue proclamada santa por la Iglesia Católica en octubre de 2010. Su biografía atestigua que su nombre real fue Juana Josefa Cipitria y Barriola y fundó en 1871 en Salamanca la Congregación de las Hijas de Jesús, conocidas como las Jesuitinas, cuyo objetivo fundamental era la educación apostólica de las niñas. Con posterioridad y debido a la obligatoriedad de la educación mixta para acceder al rango de colegio concertado, tuvo que admitir niños y así convertirse en un colegio de ambos sexos, como todo el resto de colegios religiosos.
En el caso de Santa Bonifacia, que es realmente la única santa salmantina proclamada hasta ahora, se considera que dejó como herencia a toda la Iglesia el testimonio de su fiel seguimiento de Jesús en el misterio de su vida oculta en Nazaret, una vida trasparentemente evangélica y un camino de espiritualidad, centrado en la santificación del trabajo hermanado con la oración en la sencillez de la vida cotidiana. Después de ser proclamada santa por el Papa Benedicto XVI en octubre de 2011, en junio de 2015 la Conferencia Episcopal Española se adhirió a la petición de la Congregación de las Siervas de San José para proclamar a la santa salmantina Bonifacia Rodríguez de Castro como Patrona de la Mujer Trabajadora. La decisión fue adoptada durante la celebración de la 235º Comisión permanente celebrada los días 25 y 26 de junio de aquel año en Madrid y fue dada a conocer por José María Gil Tamayo, secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española, quien calificó a Santa Bonifacia como "una gran testigo de la fe" que supo percibir "la situación de la mujer, especialmente en el ámbito laboral, para sacar adelante su familia, en la España de finales del siglo XIX. Esta mujer fue una adelantada de la presencia y de la promoción de la mujer". Además, hay que recordar que el 1 de julio de 2000 el Papa Juan Pablo II promulgó el decreto sobre las virtudes heroicas de Bonifacia y el 20 de diciembre de 2002 se reconocía como milagrosa la curación de una chica ocurrida en Barcelona. Todo este proceso culminó con su canonización por Benedicto XVI el 23 de octubre de 2011 en la plaza de San Pedro en El Vaticano.
Más casos
La lista de salmantinos elevados a los altares arroja otras abnegadas figuras, que consagraron su vida a Jesucristo. En octubre de 2019 el Papa Francisco aprobó el decreto de virtudes de la Sierva de Dios María Francisca del Niño Jesús Sánchez Villoria (1905-1991), una monja clarisa profesa del Monasterio del Corpus Christi de Salamanca, donde es muy querida y recordada. En 2001 se inició su proceso de beatificación y con la declaración de ‘venerable’, segundo de los cuatro pasos que se precisan para llegar a la canonización, esta salmantina está más cerca de ser contada entre los santos de Dios.
La biografía religiosa de María Francisca del Niño Jesús, natural de la localidad salmantina de Fuenteguinaldo, pone de manifiesto que su experiencia de contemplación fue sostenida por el don de velar en oración durante largas horas de la noche, reservando muy pocas horas para dormir. Su caridad se manifestó en un alegre servicio a la comunidad y en un fructífero apostolado del locutorio, en el acoger a quienes buscaban consejo y consuelo. En sus 68 años de vida religiosa fue extremadamente fiel en la práctica de la humildad y la pobreza, fuerte en las enfermedades y en las pruebas. Uniendo heroísmo y espontaneidad con su testimonio hizo que la santidad fuera deseable y posible. Los fieles percibieron en ella una mujer admirable, amable y cercana, dedicada a consolar a todos con los dones de profecía, discernimiento, piedad, curación y amor seráfico que Dios les transfundía, según relata la Diócesis de Salamanca en su biografía.
Los procesos de beatificación que se vienen desarrollando en estos últimos años engloban más nombres, como el venerable jesuita Manuel García Nieto (Macotera, 1894, Comillas, 1974), la monja clarisa María Amparo del Sagrado Corazón de Jesús (natural de la localidad salmantina de Cantalapiedra, donde nació en 1899), la sierva de San José, Isabel Méndez Herrero, la dominica Sor Teresa Chikaba, conocida en vida terrenal como 'La Negrita', o la sierva de Dios, Madre Ángela María de la Concepción (1649-1690), fundadora de la comunidad de Trinitarias Recoletas de El Toboso. En la lista también emergen más nombres, como el beato Julián Rodríguez Sánchez, sacerdote salesiamo de quien se conversan las reliquias y un retrato suyo en la Catedral de Salamanca, y que fue martirizado y asesinado durante la brutal persecución religiosa en la Guerra Civil española en diciembre de 1936 en Paterna.
Otra figura especialmente querida por los fieles salmantinos es la religiosa salesiana Sor Eusebia Palomino Yenes, que nació en el municipio salmantino de Cantalpino en 1899 y falleció en Huelva en 1935. Eusebia Palomino fue beatificada el 25 de abril de 2004 por el Papa Juan Pablo II. La 'positio', el documento que fundamenta la postulación de su causa de beatificación, recoge pruebas en las que se muestran que la beata predijo la sangrienta Guerra Civil, que estalló en 1936.