Castilla y León es una región repleta de tesoros arquitectónicos. Cada provincia cuenta con historia, cultura y belleza entre sus calles. Así como unos increíbles monumentos que todo el mundo debería visitar, al menos, una vez en la vida.
Viajando hasta la provincia de Palencia y, en concreto, hasta Frómista -localidad que se ubica a unos 33 kilómetros de la capital- nos encontramos con la Iglesia de San Martín. Una parada obligatoria no solo por su belleza, sino porque forma parte del Camino de Santiago.
Esta pertenecía a un monasterio benedictino y estaba emparentada con las corrientes románticas jaquesas. Fue fundada por Doña Mayor, condesa de Castilla en 1066 y constituye el edificio románico más puro y representativo de la provincia palentina. En el año 1118 dependía del benedictino de San Zoilo, en Carrión de los Condes. Sin embargo, los monjes lo abandonaron poco tiempo después y lo donaron a Don Juan Gómez de Manzanedo.
Una de las partes más significativas son las torrecillas altas en las esquinas del hastial y el crucifijo gótico del siglo XIII. En el interior, las tres naves se dividen en cinco tramos, cuatro de ellos de las mismas dimensiones y el quinto de mayor altura, que constituye el crucero.
Las naves se cubren con bóveda de medio cañón, siendo más bajas y estrechas las laterales que la central y la del crucero, y descargan en arcos de medio punto. Tal es su belleza e importancia que fue declarada Monumento Nacional en 1894 y a raíz de ello, en los últimos años del siglo XIX y principios del XX, fue restaurada por el arquitecto Manuel Aníbal Álvarez siguiendo los criterios de la época. A partir de entonces volvió a estar disponible para la visita de los ciudadanos. Y, actualmente, en el interior de la iglesia se puede observar una maqueta que representa su situación en el momento de llevar a cabo su reconstrucción.
La apariencia exterior de la iglesia es una característica del periodo románico en que fue construida. Sobre sus naves destaca de forma especial el cimborrio octogonal sobre el crucero y las dos torres cilíndricas a ambos lados de la fachada principal. Las tres naves, con bóveda de cañón, la central más ancha y alta que las laterales, terminan en ábsides semicirculares.
Desde el exterior también se pueden observar sus muros de piedra, con escasos ventanales con arcos de medio punto en los ábsides y laterales. En las fachadas se extiende un adorno ajedrezado de piedra a distintas alturas. No solo eso, sino que fijándonos en detalle, bajo los aleros de las puertas y los tejados, es posible ver más de 300 canecillos. Estas figuras representan a animales, seres humanos o seres fantásticos.
Por otro lado, cabe destacar que la iglesia cuenta con cuatro entradas, una al norte, otra al occidente y dos al sur. Asimismo, las dos torres occidentales se rematan con un gallo y, a modo de curiosidad, el que había en la torre sur se perdió por el impacto de un rayo.
En cuanto al interior de la iglesia, destacan los capiteles de las columnas con imágenes vegetales, animales o narrativas. De hecho, destacan los dedicados a Adán y Eva o a la fábula de 'La zorra y el cuervo'.
En definitiva, un lugar cargado de belleza e historia que consigue atraer cada año a miles de visitantes. A quienes pasan por allí y no pueden desaprovechar la oportunidad de visitar este templo y a quienes hacen una parada en el Camino de Santiago.