Includanza es la prueba de que cualquier buena idea puede hacerse realidad. Todo surgió de un trabajo de fin de carrera. Natalie Camolez realizó sus prácticas de cuarto de carrera en el Grupo Fundación San Cebrián. Estudiaba Educación Social y les propuso organizar una gala de danza inclusiva con motivo del Día Internacional de Danza. “Fue el primer paso para crear una compañía profesional”. Ella ha estado ligada toda su vida al mundo de la danza y vio la oportunidad de hacer realidad ese proyecto que tanto había idealizado. Una vez obtuvo el apoyo de la Fundación, se puso “manos a la obra” para crear la primera compañía de danza profesional de Castilla y León integrada por cinco personas con discapacidad intelectual.
Lo primero, explica, fue seleccionar a bailarines que pudieran encajar. No fue fácil conseguirlo, al tratarse de un proyecto a largo plazo que exige “mucho compromiso” con ensayos de varias horas dos días a la semana. Era la ocasión perfecta, explica, para enseñarles que, apuntarse o no, era algo voluntario pero que, una vez asumieran el compromiso, era algo que debían cumplir.
Jorge de Prado es uno de los cinco integrantes de esta compañía. Su madre, Loli Torío, recuerda emocionada lo feliz que llegó a casa contando que “iba a bailar”. Él sabía bien lo que era subirse a un escenario ya que en alguna ocasión había realizado talleres de teatro. Para él fue más sencillo que para sus compañeros que reconocen “la vergüenza y los nervios” que pasaron, sobre todo, durante su primera actuación. “Aguantamos los nervios porque la gente nos aplaude mucho” reconoce Pilar Andrés, otra de las bailarinas.
Para conseguir ese resultado, hacen falta muchas horas de ensayo. Natalie reconoce que es más que visible la evolución que han tenido como grupo. “Es maravilloso ver cómo ellos ya saben lo que tienen que hacer y cómo se ayudan entre ellos para que todo salga perfecto”. Sin embargo, el camino no ha sido fácil. Hubo que buscar la manera de que memorizaran un espectáculo de 30 minutos teniendo en cuenta que para las personas con discapacidad intelectual es “más complicado”.
“Día a día hemos ido sacando adelante una metodología conjunta. Hemos ido aprendiendo juntos a cómo hacerlo”, reconoce Natalie, que insiste en que ella intenta inculcarles los mismos valores que en cualquier escuela de danza como, por ejemplo, el trabajo en equipo o la paciencia. Asegura que a base de “prueba y error” ha descubierto que para ellos es mucho más sencillo de aprender si lo hacen través de los colores. “Ponemos marcas en el suelo y cada uno tiene una banqueta de un color diferente. Ellos saben cuál es el suyo y les genera confianza. Es algo que aprendimos sobre la marcha”. También intenta que, durante la actuación, “experimenten nuevas sensaciones”. Por eso, no construyen coreografías demasiado estrictas y optan mejor por darles espacio para la improvisación.
Raquel Redondo, otra de las integrantes, no se lo pensó dos veces cuando le propusieron formar parte de Includanza porque, asegura, ella ya de pequeña se sentía como una “verdadera estrella”. “Bailar es lo que más me gusta del mundo”, reconoce.
Esa ilusión se la trasladan al público en cada actuación. De hecho, desde la Fundación insisten en que el público siempre ha sido muy acogedor y se han sorprendido mucho con el formato. “Salen encantados. Normalmente, se tiende a infantilizar a las personas con discapacidad y es un error”. “Todo esto es muy profesional. Es cierto que ellos disfrutan muchísimo pero eso pasa en cualquier compañía”, destaca Eva del Río, gerente del Grupo Fundación San Cebrián. Ella habla con orgullo de este proyecto y explica que la idea siempre fue la de generar un espectáculo bello. “Durante esa media hora consiguen despertar emociones y sensaciones. Le da un puntito más a esa creencia de que las personas con discapacidad contribuyen, y mucho, a nuestra sociedad”, concluye.
Comunión con el público
Includanza nació con el espectáculo ‘¿Jugamos?’ dirigido especialmente al público familiar y utilizando el movimiento del propio cuerpo y también de objetos que lo hacen “muy visual”. “Mucha gente nos dice que se quedaron con ganas de entrar a formar parte del espectáculo y jugar con nosotros. Ese es el objetivo”, asegura Natalie, que trabaja ya en sacar adelante una segunda coreografía bajo el título ‘Cartas para ti’.
En este caso, está pensado para la tercera edad ya que también es un colectivo que tiene más dificultad para poder acceder a la cultura. Los recuerdos de toda una vida son los protagonistas de esta danza. “Es como si tuviéramos que escribirnos una carta a nosotros mismos”.
Con esta nueva propuesta surge también la posibilidad de que más integrantes se sumen a la compañía. De hecho, no descartan que, en un futuro, pueda estar formada por personas con y sin discapacidad. También han ensayado ya algún espectáculo en el que se combine la danza con el teatro: “Las opciones son infinitas y queremos explorar ese camino”.
De momento, Includanza ha recorrido ya decenas de municipios con un espectáculo versátil que se adapta y se puede representar tanto en un salón de actos como en una plaza o en un centro educativo. “Lo hicimos así para no limitar todas las posibilidades que nos pudieran surgir. Además, creemos necesario que la danza esté cerca del pueblo y no esperar a que haya actividad en el interior de los teatros”, asegura Natalie, que cree que lidiar con espacios diferentes supone también “un desafío estimulante”.
Manuel Dos Santos, como director de la Asociación Musical de Guardo (AMGu) y programador cultural, cree que son ellos los que deben apostar por este tipo de espectáculos. “Tenemos que abrir la puerta a este tipo de iniciativas para que tengan cabida en las programaciones teatrales de toda la Comunidad. Otras salas pueden y deben seguir el ejemplo ya que Includanza ha cosechado un gran éxito allí donde ha ido”. Insiste en que ver a estos cinco bailarines sobre el escenario es algo digno de elogio. “Cuando les vi actuar, no dejaron indiferente a nadie, y eso no es fácil de conseguir”. “Durante esa media hora te dejan boquiabierto”, sentenció.
También hay ya colegios que han apostado por llevar esta danza tan especial al interior de sus aulas como es el caso del CEIP Alonso Berruguete de Paredes de Nava. Una de sus profesoras, Begoña Gutiez, no duda en asegurar que lo que más le gustó fue comprobar cómo las personas con discapacidad tienen “mucho que enseñarnos a todos”. Fue un día “digno de recordar” en el que tanto los estudiantes como los docentes se animaron a bailar y seguir el ritmo de la música. De hecho, y tras el éxito cosechado, el centro ya ha propuesto a la compañía poder colaborar con ellos a través, por ejemplo, de una obra de teatro representada conjuntamente.
Son pasos, todos ellos, dentro un largo camino que recorrer. Desde la Fundación reconocen que su sueño es poder actuar en los mejores teatros de Castilla y León. “Ahí queremos estar y podemos hacerlo”.