“¿De dónde eres?”, preguntan a un chiguito que, corito, se escolinga por un arambol. Él, con la mirada impertérrita, contempla al interlocutor, claramente foráneo, y, ansioso, recoge su mano para acompañarle por un sinfín de recovecos horadados en la montaña, mojando las botas con las frescas aguas que mecen las laderas y rodeados de naturaleza en la provincia de ‘La bella desconocida’ y de la universidad más antigua de España. Palencia abre sus puertas a este intrépido turista de la mano del pequeño local y su primera parada les lleva a la cuna de la historia.
Villa Romana de la Olmeda
Situada a 60 kilómetros al norte de Palencia, contemplada por las márgenes del río Carrión, duerme el yacimiento descubierto en 1968 y declarado Bien de Interés Cultural en 1996 que, año tras año, continúa expandiendo su legado con constantes incursiones en su superficie. Esta gran villa romana de dimensiones palaciegas posee múltiples estancias, además de dos necrópolis, que trasladan a los dos protagonistas del viaje en el DeLorean de ‘Regreso al futuro’ hasta hace más de 2.000 años. En este viaje, se imbuyen de historia para imaginar la palaciega vida del terrateniente, donde el gusto y la formación aristocrática del señor están claramente reflejados.
Se trata de un gran edificio con la vivienda y la zona de los baños unidas por un amplio pasillo. Toda la vida de esta construcción giraba en torno a un patio que, a su vez, se recogía bajo la protección de cuatro torres, dos de ellas eran cuadradas mientras que las otras dos eran octogonales, estas últimas, en la fachada sur, la principal.
Una vez dentro, los ojos del chiguito y de su acompañante se dirigen hacia los mosaicos que copan todas y cada una de las estancias, con unas teselas que sobreviven al imperecedero paso del tiempo. Se trata del conjunto de mosaicos de mayores dimensiones existentes en un edificio romano de uso privado. Destacan los motivos relacionados con la cacería que adornan el suelo de la entrada, con imágenes ecuestres y a pie de diversos cazadores en busca de animales salvajes como leones o antílopes.
Otra de las últimas imágenes con las que se deleitan es la de la leyenda de Aquiles que, despojado de su disfraz de mujer y sorprendido por el atronador sonido de las trompetas de guerra, se descubre y sale de su refugio en la isla de Skyros. Cierra la visita, tras el mito griego, una representación, un tanto coja, tras la pérdida del verano, de las cuatro estaciones del año, a través de las primaverales flores, las otoñales uvas y un, se supone que blanco, velo, como indicativo del frío invierno.
Cueva de los Franceses
Prosigue el viaje un tanto más al norte, cerca del límite de la provincia con su vecina Burgos. En el corazón de la Montaña Palentina, donde los abedules y acebos plagan el verde manto de las colinas, se encuentra, inmersa en el Geoparque Mundial Unesco Las Loras, ‘La Cueva de los Franceses’. Su nombre debe hallarse en los comienzos del siglo XIX, cuando la Guerra de la Independencia agonizaba y esta incursión en la tierra palentina sirvió de refugio para los soldados que cayeron en un combate que tuvo lugar en el páramo de la Lora, entre tropas napoleónicas y un destacamento de húsares cántabros al mando del liberal Perlier.
Para acceder a ella, los dos joviales amigos que protagonizan este viaje no han de hacerlo como en los orígenes de la cueva, a través de una sima vertical de seis metros de profundidad, sino que la evolución humana ha permitido el paso a través de un túnel perpendicular a la propia gruta.
La inventiva y la lucidez no es materia exclusiva de la psique humana sino que, también, halla su ingenio en la naturaleza y ‘La Cueva de los Franceses’ es muestra de ello a través de la multitud de estalagmitas -las formaciones que parten desde el suelo hacia el techo- y estalactitas -las que lo hacen en sentido contrario-, así como las dolinas (depresiones de la horografía) y los lapiaces, aquellas formaciones irregulares que parecen surgidas tras el paso de un gran rastrillo en la firme roca pero que surgen por la erosión de la propia naturaleza.
San Pedro Cultural
En Becerril de Campos los ya amigos se topan con un gran templo, que se encontraba en estado de ruina, remodelado a base de astronomía.
En su interior encuentran la tradición religiosa emulsionada con la más elevada ciencia, como un péndulo de Foucault, que sirvió para demostrar la rotación del planeta Tierra y objetos de todo tipo para contemplar el arco celeste que reposa sobre sus cabezas.
Por su parte, fuera del convento se observa un reloj solar de doble cara y una línea meridiana que se ilumina cuando el sol se posa además de la joya de la corona, que no es otra que una fuente con una esfera que simula la flotación, tal y como lo hace el péndulo de Foucault.
Embarcación Juan de Homar
La travesía por la provincia encuentra su siguiente estación en Frómista, donde ambos embarcan en el Juan de Homar, la embarcación que recorre el Canal de Castilla, a través de cuatro esclusas, hasta la localidad de Boadilla del Camino.
En esta marcha, que sigue un sendero paralelo al del Camino de Santiago, se juntan los que van en busca de la Compostelana con los turistas y, es por ello por lo que la embarcación se adapta a ambos rumbos y, así, poder ofrecer las lindezas turísticas de ambos enclaves, como la Iglesia de La Asunción y el Rollo Jurisdiccional en Boadilla del Camino, o la cuádruple esclusa y la Iglesia de San Martín en Frómista.
Cabe destacar el valor que el Canal de Castilla tiene como obra de ingeniería civil durante la Ilustración española, allá por el siglo XVIII. Su función original era la de servir de vía para el transporte fluvial y que éste llegara a los puertos del norte del país, a los que se transportaba el cereal de Castilla. Hoy, ambos viajeros se deleitan con el Bien de Interés Cultural, desde 1991, en un emplazamiento que sirve de regadío y suministro para las provincias de Palencia, Burgos y Valladolid.
Frómista
Vinculada de forma muy estrecha al Camino de Santiago, destaca de su historia el año 1066, cuando según el testamento de la Reina Doña Mayor se funda el Monasterio de San Martín. Es un antiguo monasterio del que no quedan restos, siendo además necesaria la reconstrucción de su iglesia bajo la dirección del arquitecto Manuel Aníbal Álvarez, entre los años 1895 y 1901, dando lugar a la espectacular iglesia de San Martín de Tours que sí se puede contemplar hoy en día, icono del románico.
A finales del siglo XVIII, llegan a Frómista las obras del Canal de Castilla. A unos 700 metros de la localidad se encuentra la cuádruple esclusa del Canal de Castilla y la antigua Casa del Esclusero, hoy tornada en punto de información turística, además del embarcadero del ya visitado por los dos compañeros de fatigas, el Juan de Homar. Éste no es baladí puesto que se trata del único tramo navegable del Camino de Santiago Francés.
Intramuros los turistas encuentran el Museo Etnográfico de Rodolfo Puebla, que reúne la historia y evolución de los empleos tradicionales que crearon, desde hace siglos, la idiosincrasia de la Tierra de Campos.