El año 1975 fue especialmente agitado en la ciudad de Valladolid. Mientras el franquismo –el régimen político que había dirigido los destinos de España desde el final de la Guerra Civil en abril de 1939– daba sus últimos estertores vitales, la ciudad del Pisuerga era testigo de fuertes movilizaciones en el efervescente mundo obrero de la capital que no se vivían desde décadas atrás.
En septiembre de 1974, el intento de eliminar las tardes libres de los sábados y el descanso para el bocadillo en la factoría de FASA-Renault –importante industria vallisoletana desde su creación a principios de la década de los 50– había generado ya un gran estallido de movilizaciones entre los trabajadores. Este hecho fue inmediatamente seguido por la huelga iniciada en febrero de 1975, tras el intento de la empresa de revisar el Convenio Colectivo y actualizar los salarios, un paro que llevó a que más de 400 trabajadores fueran suspendidos de empleo.
Miguel Martínez, que hoy cuenta con 80 años de edad, era trabajador de la fábrica en ese momento y se sumó a la huelga desde su inicio, siendo uno de los obreros afectados por esa suspensión de empleo. "Yo tenía cuatro despidos", asegura. Según cuenta, la primera vez que le suspendieron de empleo se debió a que se solidarizó, junto con otros trabajadores, con un compañero que acababa de ser sancionado. "José Luis Alonso Pestaña, que era del PSOE, estaba de jefe de equipo y la empresa quería quitar dos o tres comodines. Pestaña dijo que no, que no le quitaran ningún comodín porque estaba muy justo, la cadena era larga, la gente tenía que ir al servicio y demás, y eran necesarios. Y como al final se les quitaron llegó en protesta y paró la cadena. Le sancionaron y le mandaron para casa", recuerda.
Después de conocer que Pestaña había sido sancionado, Martínez y sus compañeros entraron en acción. "Nosotros entramos a las 14:00 y nos enteramos de que había habido ese problema por la mañana y que le habían sancionado, y yo bajé de Motores II –donde trabajé toda mi vida- a Motores I, hicimos una asamblea, y se decidió parar la cadena en protesta por la sanción a este señor. Se votó y salió mayoría que se parara la cadena, que estuvo cuatro horas parada. Y a mí me despidieron por haber participado en la organización de esa parada", asegura.
1974: los obreros de FASA acaban con el monopolio del Sindicato Vertical
Por aquel entonces, este trabajador ya era representante sindical en FASA-Renault, ya que un año antes, en 1974, los obreros de la empresa habían logrado el hito histórico de tener representantes elegidos a mano alzada y romper el monopolio del Sindicato Vertical franquista. "En 1974 conseguimos eliminar parte del Sindicato Vertical, conseguimos, a base de huelga tras huelga, que el 50% de los representantes sindicales en la fábrica fueran elegidos a mano alzada. Yo fui elegido representante en asamblea, en Motores", afirma.
Además, recuerda lo que, a su juicio, eran malas prácticas por parte de los representantes sindicales oficialistas, que él y otros asamblearios estaban empeñados en cambiar. "Otra de las cosas que conseguimos ese año fue que los convenios se hicieran en Valladolid y no en Madrid, como se hacían hasta ese momento. Era bochornoso porque yo recuerdo la primera reunión que tuvimos en Madrid ya los asamblearios –entre los que había miembros de Falange Auténtica, gente del PSOE y comunistas, entre otros– y en esa primera reunión cuando fuimos a pedir un coche para ir a Madrid resulta que se les habían llevado todos los del Sindicato Vertical, que iban el viernes y se dedicaban a pegarse la fiesta el fin de semana en Madrid. Finalmente, tuvimos que ir con nuestros coches particulares a aquella primera reunión. Todo eso nosotros lo queríamos eliminar", comenta.
Después de ese primer despido por solidarizarse con Alonso Pestaña, que años después se convertiría en concejal en el Ayuntamiento en época del socialista Tomás Rodríguez Bolaños, a Martínez le llegaron otras sanciones, según las tensiones en la fábrica iban en aumento, mientras avanzaba el año 1975. "Yo como ya era representante, aunque tenía despido, podía ir a trabajar hasta que saliera el juicio. Pero antes de que saliera el juicio hubo otra movida. En Motores II también se paró la cadena por solidaridad con otros compañeros que habían sido sancionados por movilizarse. Y otro de los paros que hicimos fue reclamando la paga por beneficios, que no la teníamos y teníamos derecho a ella", recuerda.
Este trabajador explica en que consistía esa remuneración extraordinaria. "Es una paga que se daba en dos partes: una después de la Navidad y la otra en septiembre, para los libros de los niños y demás material. Y esa paga también la conseguimos a base de paros. Tras esta parada me llegó mi tercer despido consecutivo", asegura. Sería después de su cuarta suspensión de empleo cuando, a pesar de su condición de representante sindical, se le impediría volver a entrar en la empresa. "En el cuarto despido la empresa ya dijo que bajo ningún concepto podía volver a entrar en la fábrica", asegura. Además a finales de abril de 1975, en un contexto de cada vez mayor tensión, más de 500 trabajadores, entre los que se encontraba Martínez, se encerraron en la fábrica en protesta por las sanciones y los despidos, que cada vez iban a más, y terminaron siendo desalojados por la policía.
Los juicios de junio de 1975: Gregorio Peces-Barba
Una vez estuvo suspendido de empleo, Martínez y otros representantes sindicales se dirigieron a Madrid a contactar con abogados que pudieran defenderles en los juicios contra la empresa, que estaban previstos para junio de 1975. Finalmente, sería Gregorio Peces-Barba, futuro presidente del Congreso de los Diputados, quien se encargaría de su defensa. "Cuando ya iba a salir el juicio, después de mi cuarto despido, entramos en contacto con Gregorio Peces-Barba en Madrid a través de gente del PSOE como Tomás Rodríguez Bolaños. Teníamos tres opciones para nuestra defensa: Peces-Barba, Felipe González y Cristina Almeida se habían ofrecido y al final elegimos al primero", recuerda.
Después, comprobaron que algunas firmas en los documentos de despido habían sido falsificadas por la empresa. "Estando en contacto ya con Peces-Barba, se comprobó que la empresa había falsificado unas firmas en los documentos de despido. Era un tema muy grave. Peces-Barba nos dijo: "esto es muy serio" y nos aconsejó meter una querella criminal en el juicio ya que teníamos la certificación de tres peritos calígrafos de que se habían falsificado las firmas", asegura. Si bien, finalmente, no todos los representantes sindicales se lanzaron a llevar a cabo esta iniciativa. "Nos aconsejó que fuéramos al notario antes del juicio, que era en la calle Gamazo, en junio de 1975. El juicio era a las 11 de la mañana y a las 9 de la mañana teníamos que ir al notario, pero solo nos atrevimos a ir tres de los 12 representantes, porque esta querella implicaba que el jefe de personal, que había falsificado las firmas, podía ir a la cárcel, era una decisión muy arriesgada", comenta.
Las otras movilizaciones en la ciudad en 1975: la universidad y el sector de la construcción
Ese convulso año 1975, la ciudad de Valladolid fue testigo, además de las movilizaciones en FASA-Renault, de huelgas en el sector de la construcción y del cierre de la universidad, que se produjo en el mes de enero, ante reivindicaciones de los estudiantes de que la institución se democratizara. Miguel Martínez tuvo relación, también con estas dos movilizaciones. "En FASA teníamos una caja de resistencia para las huelgas con la que ayudábamos a los albañiles, que estaban encerrados en la parroquia de Santo Toribio, en Delicias, y a veces les llevábamos también comida y bebida", recuerda.
Además, participó durante ese año en algunas de las asambleas que se celebraron en la universidad y se vio obligado a buscarse la vida al perder su trabajo en la fábrica. "El tiempo que estuve despedido tuve que trabajar sacando remolacha o vendiendo embutidos, entre otras cosas", recuerda con pesadumbre, ya que en ese momento tenía que sacar adelante a una familia y a dos hijos pequeños.
Una vez recuperada la democracia, a finales del año 1976, una gran parte de los obreros despedidos en los sucesos del año anterior fueron readmitidos. "Una vez que murió Franco hubo una amnistía y nos readmitieron a los que hicimos la querella, aunque hubo algunos de los antiguos representantes que no quisieron volver", comenta. Desde ese momento, según sus palabras, "la cosa se tranquilizó bastante". "Aunque de vez en cuando siguió habiendo conflictos en los que volvimos a movilizarnos para defender nuestros derechos laborales", asegura. Miguel Martínez siguió trabajando en Motores II de FASA-Renault hasta su jubilación, en diciembre del año 2001, después de una vida dedicada a la lucha obrera y sindical.