En la política siempre ha sido más peligroso el compañero de partido que el adversario político, es una máxima que rige desde el principio de los tiempos. A ello se unen los denominados “putillas y chaperines” que son personajes siniestros que pululan en todos los partidos transmitiendo medias verdades, emponzoñando a unos y otros, como gatitos melosos miran el rostro del poder para conseguir una caricia, una milonga, y sentirse valiosas, sin ser útiles para nada.
Ahora, no sólo las reglas generales se cumplen, sino que toda la política se ha convertido en un lodazal que ha destruido las reglas formales e informales que marcaban el campo de juego, admitiendo que “todo vale” en un hacer fuerte el maquiavelismo de “ el fin justifica los medios”, que comienza por destrozar el principio de división de poderes, ya lo hizo el PSOE en 1985, se sigue con la fractura del imperio de la Ley, que se inició con el Zapaterismo y se desarrolló en el momento presente para, finalmente, concluir con la destrucción del último poder de control al ejecutivo, el poder Judicial que, ya preñado de políticos, saltará por los aires si no se somete al dictado del gobierno.
A la fractura de los controles formales, debemos añadir aquellas fórmulas informales y no escritas que marcaban un campo de juego admitido por todos y que señalaban líneas que no se podían superar, como eran la vida privada del político, la dignididad y respeto a las víctimas, la falta de negociación con el manchado de sangre, la repulsa de quien pretendía la destrucción de la Nación, el respeto de las instituciones gobernase quien gobernase, etc, de lo que ya no queda nada en pos del ego, interés y necesidades del gobernante.
El totalitarismo supone la eliminación de los controles políticos en favor del líder, la supresión del control legal sometido al criterio del dictador y la manipulación del poder judicial cuando le resulta de interés al totalitario, luego se podrá votar o no, se podrá producir un cierto nivel de crítica, o no.
Recuerdo que se nos encerró en casa, en aras al control de una pandemia, se eliminaron nuestros derechos civiles, como puso de manifiesto el T.C. y se ordenó por la Guardia Civil “minimizar la crítica al gobierno”… ¿qué foto presenta el panorama político nacional?
Entre tanto, la derecha o no ha puesto remedio a la imagen cuando ha podido, incluso se ha favorecido con ella, o es incapaz de comprender quién es el adversario y quién el compañero ideológico, se aparta de aquel que le habla claro, por más que no le guste, se distancia de aquellos que dejaron la piel por los ideales que sostiene, desdeñan al que fue perseguido por defender lo que es fundamento del centro derecha y la derecha democrática; pero es más, son los propios compañeros de viaje los que zahieren a los suyos, a los que, cuando no pueden con ellos, les dañan en sus hijos o familiares, entrando en modelos mafiosos de introducir miedo o medias verdades e incluso manifiestas mentiras para favorecer su caída en un cainismo incomprensible que favorece al contrario.
Ese modelo de enmerdar al colega, de amenazar al 'amigo', de impedir el crecimiento del valiente, del coherente, del sincero, los líderes mediocres, utilizando 'putillas y chaperines' de tres al cuarto que mueven el culete para ser vistos, se dedican para reubicar ponzoñosos sumisos que les permitan desarrollar una labor personal que no social, servirse que no servir y que cede o facilita el poder al contrario antes de que el propio lo pueda desarrollar conforme a lo prometido.
En este panorama desolador de destrucción moral, ética y estética, en la que se han hecho volar los puentes sociales, los controles políticos, las estructuras democráticas, todas ellas impregnadas de uno u otro sesgo, se han perdido los modelos formales e informales de sometimiento del poder y con un nivel ético, moral, formativo y profesional por debajo de los mínimos exigibles a un muchacho de cinco años, la única solución es que los ciudadanos, de una vez, asumamos nuestra responsabilidad y exijamos firmemente preparación, solvencia, dignididad y reconstrucción democrática de nuestro país.
La democracia se vive día a día, se construyen controles todos los días, se somete el poder en cada movimiento, pero no se vive en ella por votar, por tener partidos o por llenarnos la boca con la palabra para después defecar sobre ella cada día.