Que estamos viviendo unos tiempos históricos es algo indiscutible, desde la transformación de España en un Estado democrático con una transición modélica que se estudia en todo el mundo como un modelo de referencia, pasando por diversos avatares políticos nacionales, y los internacionales de la caída del muro de Berlín, la perestroika, la llegada al poder de Putin, las Guerras de Irak, las Malvinas, el atentado de las torres gemelas… la muerte de la soberana británica es un hito más y quizás no de los más importantes en el ámbito internacional y, desde luego, sin más relieve en el nacional.
Que Isabel solo debe de haber una para los españoles y esa es Isabel la Católica, que es el hito histórico más importante de la historia universal; pero es que si nos desviamos al Reino Unido, tampoco la reciente fallecida era la más relevante reina anglosajona, más que por su longevidad, que es opacada por la brillantez y gloria de la reina Victoria.
Es más, dentro de la importancia y las relaciones que los monarcas puedan tener en el presente, la relevancia de la corona Española es superior históricamente, si bien nos faltó la visión británica y nos dejamos obnubilar por la leyenda negra que entre holandeses y británicos han construido sobre nuestro imperio para ocultar las atrocidades y el latrocinio promovido por ellos, opacando hasta la brillante creación del derecho de indias y el gérmen de los Derechos Humanos de la que también procuran apropiarse.
Por tanto, fallecida la Reina de Inglaterra, Dios la tenga en su gloria, viva el nuevo rey y a otra cosa, que no es nuestra, no es más que otro Jefe de Estado que fallece y, si por otros no hemos declarado días de luto, izado nuestra bandera a media asta, o hemos salido a la palestra a torturarnos el pecho, no alcanzo a comprender los motivos de todo este vaivén de movimientos políticos.
La relevancia política del Reino Unido, de su monarca y de su pueblo no es más que la de ser el aliado privilegiado de los EE. UU., pues su salida de la Unión, su economía, su poder, tampoco es tan significativo como lo pudo ser en otros momentos de la historia, de forma que Dios Salve de la Reina y punto.
La historia nos valorará por cómo actuamos como pueblo, cómo actuamos en la crisis de Ucrania, cómo afrontamos la crisis del coronavirus, cómo planificamos nuestra defensa, nuestra economía, nuestra sanidad, nuestra educación, cómo fortalecimos nuestra presencia internacional, cómo lideramos las políticas de fortalecimiento de la democracia, cómo hicimos de España un país grande, cómo recuperamos el liderazgo internacional que otrora tuvimos.
Ese, exactamente ese, es el problema, que no lideramos nada, que nuestra actuación siempre está a remolque de otros, que afirmamos apoyar a Ucrania pero convertimos a Rusia en nuestro suministrador de energía, que nuestra gestión del covid-19 se estudia como la peor de Europa, que en lugar de reconstruir los modelos de control democrático los destruimos, que nuestra democracia ha ido perdiendo calidad democrática paulatinamente, en lugar de convertirse en referente internacional.
Nos empeñamos en destrozar lo poco o mucho bueno que tenemos mirando a Alemania como referente energético, cuando nosotros podíamos liderar ese campo con energías nucleares, gasísticas, eólicas, etc, siempre que nos nos dejemos turbar por los aires extranjeros y nos empeñemos en que en tal o cuál sitio lo hacen muy bien, cuando no es verdad, no son ni mejores que nosotros, ni lo hacen mejor.
Si nos quitamos la boina cateta y pueblerina que nos hemos calzado y comenzamos a sentir que no somos más que nadie, pero ni muchísimo menos, que nuestra ideas, visiones, trabajos, planteamientos pueden ser visionarios de un futuro próximo siempre que creamos en nosotros y no nos empeñemos en destruir lo propio… cuánto mejor nos iría y que Dios salve a Reina… Isabel la católica.