Todos los ministros se dedican gran parte del día a descalificar y hasta insultar a Alberto Núñez Feijóo. Con ironía, el líder del Partido Popular comenta que mejor sería destinar un ministro en exclusiva a ponerle a caer de un burro y que los demás ministros se dediquen a trabajar en lo suyo.
En principio, puede parecer contradictorio que un político que hace oposición desde la moderación y el diálogo merezca tantas infamias por parte del Gobierno, cosa que no pasaba con su predecesor, pese a la virulencia de algunas comparecencias parlamentarias. Y es que Pablo Casado no le inspiraba tanto temor de llegar a La Moncloa como el nuevo aspirante del PP. Es más, el antecesor de Feijóo proporcionó momentos de gozo a sus rivales políticos cuando, por ejemplo, se desmarcó de Santiago Abascal con una brutalidad inusitada cuando la moción de censura y también cuando quiso cargarse aunque infructuosamente a la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
Con Casado las cosas estaban claritas entonces y la posibilidad de que derrotase electoralmente al PSOE era una hipótesis remota. En cambio, ahora, hasta las encuestas de José Félix Tezanos, el hombre del partido socialista, sitúan por delante al PP. Incluso, en la última que acabo de ver los populares le sacan cinco puntos a la formación de Pedro Sánchez, más que en los sondeos anteriores.
He aquí, pues, el quid de la cuestión: pese a las legítimas broncas parlamentarias, el PSOE vivía feliz con unos rivales que no le inspiraban un temor real de cambio político; ahora, en cambio, por muy civilizada que sea la oposición partidista, el terreno de juego se va a enfangar todavía más porque el PSOE tiene un miedo real a perder un poder que conserva prendido con alfileres.