Juan López / ICAL
Casi la mitad de las aves de Castilla y León acusa una situación desfavorable que se ha apuntalado en los últimos 25 años, algunas de ellas de carácter grave. Especies tan emblemáticas como la golondrina, presente en los campos de esta Comunidad y bajo los aleros de las viejas viviendas rurales, la mal afamada urraca o el risueño jilguero son algunas de esas aves que, acostumbrados a ver, ahora cuentan con un censo en la Comunidad un 40 por ciento inferior a 1996, según establece el Programa de Seguimiento de Aves Comunes en Primavera (Sacre), que elaboran en conjunto Seo/BirdLife y la Junta.
En términos globales, hay un 44 por ciento de aves que han visto disminuir notablemente su presencia en la Comunidad, y que cae hasta el 37 por ciento de media en España, principalmente, según explica a Ical la coordinadora del Programa, Virginia Escandell, a la presión de la nueva agricultura, por lo que demandó en modificar algunas de las prácticas que retrotraigan a aquella actividad más tradicional, algo que reconoció que es “muy complicado”.
De ese 44 por ciento en declive, un cuatro por ciento está considerado “acusado”, una categoría que en el conjunto de España prácticamente es inexistente en 2020, ejercicio del informe. Este porcentaje, que para algunos es “muy alto”, se debe a los desplomes de los censos del alcaudón real, la grajilla occidental y el sisón, esa ave de gran tamaño que otrora poblaba la superficie cerealística de Tierra de Campos y hoy es casi imposible de ver. En estos 25 años ha desaparecido entre el 80 y el 90 por ciento de estas tres especies. “Es un nivel que se toma de referencia, que indica el declive en estas especies y que ayuda a actuar a tiempo gracias al trabajo de campo”, sostiene Escandell. El cernícalo vulgar o el escribano cerillo rondan descensos del 70 por ciento.
Por fortuna, uno de los paseriformes cuyo censo se ha mantenido casi intacto es el gorrión, cuya labor en la biodiversidad de la Península Ibérica es fundamental. En España, incluso, se ha recuperado ligeramente en los dos últimos años, mientras que en Castilla y León ha sufrido un descenso moderado del 1,3 por ciento en relación al año 96.
Las aves que han mejorado en general son las de bosques, debido al abandono de determinadas áreas agrícolas que han derivado en matorrales: pinzón vulgar, paloma torcaz, que son animales de varios hábitats, más generalistas, sin un lugar determinado, paloma turca. Un aumento muy grande desde 1998.
Para revertir ese declive, indició Escandell, hay que actuar en el medio en el que viven. “Depende de su supervivencia para alimentación o nidificación. Las medidas asociadas a la agricultura deberían fomentar regresar ligeramente a la actividad más tradicional, que era menos dañina. Han cambiado los tratamientos químicos para prevenir o acabar con plagas, lo que ha terminado también con la alimentación de las aves.
Antes hacían nidos en lindes que hoy ni existen o que escondían alimentos para ellas, como ratones”, advierte.
También se refirió a la ganadería, que ahora está estabulada en mayor porcentaje “y no permite generar un ambiente de biodiversidad a su alrededor, como son los insectos, alimento también de las aves”.
Impacto del cambio climático.
El Sacre cuenta con gran prestigio en el sector en España, pues ofrece datos consolidados y validados científicamente sobre el estado de conversación de más de un centenar de especies de aves, principalmente las más comunes, y gracias al despliegue de más de un millar de voluntarios. La responsable de SEO/BirdLife señala que el hecho de que casi la mitad de ellos estén en situación desfavorable en la Comunidad, y un 37 por ciento en España, “es un extremo que ofrece señales de impacto como el del cambio climático o las propias prácticas agrícolas insostenibles”.
En el conjunto del país, los resultados del programa facilitan información, con base en la evolución de sus poblaciones, sobre qué especies tienen estado de conservación favorable, estable o desfavorable. Aunque el 44 por ciento de las especies presenta tendencia poblacional positiva y otro 19 por ciento refleja una situación estable en sus poblaciones, “no significa que la situación sea buena”, ya que los datos también indican que el 37 por ciento se encuentra en situación desfavorable, una cifra elevada, más aún lo es Castilla y León (44 por ciento), sobre todo si se tiene en cuenta que para 26 de estas especies su porcentaje de descenso poblacional desde 1996 es superior al 30 por ciento.
Algunas de ellas están presentes en gran parte del territorio: alcaudón real, alondra común, calandria común, codorniz común, collalba gris, collalba rubia, curruca rabilarga, escribano cerillo, escribano montesino, golondrina común, grajilla occidental y perdiz roja. A priori, según informó la organización, se trata de una tendencia que “obliga a las administraciones públicas a incluirlas en categorías de amenaza a escala estatal y regional”, y que implica la elaboración de sus planes de gestión correspondientes para encauzar la mejora de su estado de conservación.