Conocer los síntomas y responder con rapidez: cómo superar la experiencia “traumática” del ictus
El ictus es la segunda causa de muerte en España y la primera en provocar “secuelas discapacitantes”. Aunque la evolución de su tratamiento ha evolucionado, para mejorar el pronóstico es imprescindible saber identificar los síntomas y actuar con rapidez.
“Me estaba duchando y me di cuenta de que mi brazo no respondía, cuando quise coger el champú y no podía hacer el movimiento normal, tenía la sensación de que la extremidad se me quedaba atrás. En aquel momento no pensé ‘te está dando un ictus’, pero para mi fue una señal de alarma porque sentía que estaba pasando algo raro. Solo me dio tiempo a avisar a mi marido: llegué a decir su nombre, pero a partir de ahí no pude articular más palabras...”.
Han pasado casi dos años desde que Pilar sufrió un ictus y aunque la emoción en sus palabras deja entrever que el recuerdo de aquella mañana sigue “muy presente”, solo ahora, después de este tiempo, admite sentirse “física y mentalmente fuerte” para dar el paso y reflexionar, con una grabadora delante, sobre aquella experiencia “traumática”. Afortunadamente, hoy apenas tiene secuelas gracias a la reacción tan rápida que ella y su esposo tuvieron aquel día.
Sin embargo, para Pilar esa ‘suerte’ no ha sido tanto su buena recuperación -que también- como el conocimiento previo de los síntomas, que provocó una respuesta inmediata tras detectar las señales que le estaba dando su cuerpo. Por eso, su episodio es un ejemplo excelente sobre el cómo actuar rápido puede marcar la diferencia; y no solo para evitar consecuencias a largo plazo, sino para salvar la vida. Y es que, en el caso del ictus, cada minuto cuenta casi más que en ningún otro tipo de urgencia médica.
Un caso cada diez minutos
Según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN), en España se producen hasta 120.000 ictus al año. De ellos, aproximadamente el 50% sufren “secuelas discapacitantes o fallecen”. De hecho, este tipo de accidente cerebrovascular es el principal motivo de discapacidad y la segunda causa de muerte en nuestro país, la primera en mujeres. Además, constituye el 70% de los ingresos neurológicos.
Pero, ¿qué es un ictus? El doctor José Luis Caniego, jefe de sección de Neurorradiología Intervencionista del Hospital La Princesa (Madrid), presenta esta dolencia como “un cuadro clínico que se caracteriza por la presentación brusca de una alteración de la función cerebral cuya naturaleza es de causa vascular, generalmente producida por la oclusión de un vaso, lo que provoca que la sangre no llegue a una zona del cerebro y que ésta deje de funcionar”.
Esta definición describe el tipo de ictus más habitual, el denominado isquémico. Su prevalencia alcanza hasta el 90%, con datos que hablan de su extraordinaria frecuencia: “En España”, comenta el doctor Caniego, “se produce uno cada 10 minutos, aproximadamente”. No obstante, hasta hace no mucho tiempo, este problema de salud era conocido de forma genérica por la población como derrame cerebral. Sin embargo, hablando con propiedad, este concepto solo se aplica al otro tipo de ictus, el hemorrágico, que se produce no por un bloqueo de la vía sino por una rotura del vaso que provoca un vertido de sangre al tejido circundante. Su incidencia es menor, ya que “estos constituyen en torno a un 10-15% del total”.
Independientemente del motivo, la interrupción del suministro de oxígeno al cerebro es una patología muy grave, que provoca efectos inmediatos -los síntomas- y que puede dar lugar a la muerte o a graves secuelas de acuerdo a la intensidad, el tiempo y la zona afectada. “En términos generales, podemos tener una alta sospecha de ictus cuando un paciente deja de hablar, se le tuerce la boca, no es capaz de moverse o mueve con torpeza una parte del cuerpo, se produce una pérdida súbita de la visión o una disminución de la conciencia. En estos casos es realmente importante acudir lo más rápido posible al hospital más próximo”.
La constante referencia a la rapidez no obedece únicamente a la lógica que hay detras de toda urgencia médica, sino al hecho de que “el cerebro es el órgano más sensible a la pérdida de riego sanguíneo, y por eso el pronóstico y las posibilidades de recuperación dependen del tiempo que haya transcurrido desde que se ha ocluido el vaso hasta que se libera el flujo sanguíneo”, cuenta este especialista.
Prevalencia del Ictus
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Se producen hasta 120.000 casos al año en España
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El 50% sufren secuelas discapacitantes o mueren
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Es la primera causa de discapacidad y la segunda de mortalidad, la primera en mujeres
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Se prevé que en los próximos 25 años su incidencia suba un 27%
‘Fast’, la palabra que puede salvar la vida
Tal es la importancia de darse prisa que, incluso en las campañas de concienciación sobre los síntomas, se suele usar como regla mnemotécnica la palabra ‘Fast’ (‘rápido’, en inglés), un acrónimo formado con las iniciales de los cuatro puntos básicos que resumen los síntomas descritos por este médico y que pueden ayudar a reconocer un ictus al que lo sufre o a los que estén a su alrededor en ese momento: face, arm, speech y time (cara, brazo, habla y rapidez).
Pero ganar tiempo es solo una parte a la hora de encarar un problema que resulta particularmente complejo de abordar, como reconocen todos los que trabajan en torno a esta patología. Llegar pronto al hospital es básico pero, una vez en el mismo, el protocolo de actuación incluye la valoración neurológica, el diagnóstico y el tratamiento. Y es aquí donde el uso de la tecnología ha supuesto un salto cualitativo en el modo de tratar el ictus respecto al pasado, cuando los pacientes solo tenían la posibilidad de ingresar en centros de recuperación donde recibían medidas de soporte.
“En el año 95 se empezó a usar un medicamento con el objetivo de disolver ese coágulo que se estaba produciendo, y eso vino a suponer un cambio radical en el manejo de este tipo de patologías”, recuerda el doctor Caniego, aunque “a partir del año 2010 y, sobre todo de 2015, se ha demostrado la tremenda eficacia del tratamiento endovascular, que usa vías de cateterismo para extraer el trombo que ha producido la interrupción del flujo y que, en definitiva, es el que ha condicionado el ictus”, concluye.
La trombectomía: uno de los tratamientos más eficaces
Esa intervención se denomina trombectomía. Y en contra de lo que se pudiera esperar, es una técnica relativamente sencilla y que permite “extraer el coágulo en apenas media hora. A través de la arteria hacemos el cateterismo y accedemos al vaso o la arteria de la cabeza que está obstruida y, con diferentes técnicas y dispositivos, somos capaces de extraer el coágulo en una grandísima proporción de pacientes, en torno al 85-90%”.
"Es importante que todo el mundo sepa los pasos que se tienen que dar cuando se identifican los síntomas."
“La trombectomía”, añade, “es uno de los tratamientos más eficaces y efectivos que existen en la medicina porque, realizada en buenas condiciones y precozmente, permite la recuperación funcional en un alto porcentaje de casos”, según el doctor Caniego.
Tecnología al servicio del paciente
Llegar a este punto en el tratamiento del ictus solo ha sido posible gracias a la tecnología, que ha facilitado el diseño de dispositivos menos invasivos, más seguros y, en definitiva, más eficientes. Son herramientas que, en manos de los especialistas, permiten “disminuir la incapacidad que produce esta patología, mejorar la calidad de vida de los pacientes y también reducir la mortalidad”, según Alberto Antón, responsable de la unidad de Neurovascular de Medtronic Iberia.
Medtronic es una de las mayores compañías dedicadas al desarrollo de soluciones médicas y, entre sus divisiones, la que aborda el tratamiento del ictus es una de las más heterogéneas en cuanto a los ángulos desde los que se afronta el problema. Alberto Antón explica que cuentan con “ingenieros, expertos en mejora de procesos, técnicos que pueden dar soporte en la intervención e incluso arquitectos que ayudan a mejorar la eficiencia y los espacios en el propio centro hospitalario”, si bien en el centro de todos estos enfoques está la “estrecha colaboración con los médicos para recoger y entender las necesidades que tienen y obtener los mejores resultados, que es lo más importante”, explica.
Tipo de ictus
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Isquémico: se produce cuando un trombo bloquea el flujo sanguíneo en un vaso del cerebro. Su prevalencia alcanza el 85%
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Hemorrágico: ocurre cuando se rompe un vaso y la sangre se vierte al tejido cerebral. Constituyen en torno al 15% de los casos
Abordaje global
Alcanzar la excelencia en el tratamiento del ictus, según cuenta este responsable de Medtronic, pasa por un “abordaje global de la dolencia para que los pacientes lleguen al hospital cada vez antes, que la población detecte los síntomas de forma precoz, estandarizar los procesos y generar o mejorar la tecnología del diagnóstico, etc.”, cuenta.
En esta tarea, todos coinciden en que concienciar a la población resulta clave para la identificación de los síntomas, como sucedió con Pilar. Es cierto que en los últimos años la sociedad ha venido siendo más consciente acerca de esta patología. Se ha enfrentado a ella y ha asumido que el conocimiento es básico para mejorar el pronóstico de estos pacientes. El resultado, según Alberto Antón, “es un incremento exponencial de las trombectomías aunque”, apunta, “todavía queda mucho por hacer, ya que hay personas que no llegan a tiempo o que no son tratados”.
Mejorar la organización del sistema es otro de los aspectos a mejorar en el futuro, como señala también el doctor Caniego: “En ciudades importantes, el tratamiento endovascular del ictus está muy desarrollado, pero hay comunidades autónomas en las que, si sufres este problema, va a pasar mucho tiempo hasta llegar a un hospital. Y esas horas sin que el cerebro esté recibiendo sangre hace que el pronóstico vaya a ser malo”.
- Alberto Antón
- Pilar Sobrino
Prevención y concienciación
También se ha comprobado que “los ictus tienen mayor incidencia en edades avanzadas”, cuenta el doctor Caniego. Son etapas vitales en las que, de forma natural, suelen estar presentes otro tipo de cuadros médicos que, de forma indirecta, pueden aumentar el riesgo de accidente cerebrovascular. “Los factores hereditarios resultan anecdóticos, así que los más importantes son las enfermedades del corazón, las arritmias, la hipertensión arterial, la diabetes o las alteraciones del colesterol”.
Ante esta perspectiva, queda claro que el camino más sencillo para paliar los efectos y la incidencia y gravedad del ictus es sensibilizar y anticiparse a los posibles desencadenantes. Como todo en medicina, no hay una fórmula matemática que garantice eludir esta patología en el futuro pero, según la SEN, hasta un 90% de estos accidentes cerebrovasculares pueden evitarse si se apuesta por hábitos de vida saludables que huyan de factores de riesgo como el alcohol, el sedentarismo, la obesidad o el tabaco, por ejemplo.
La tecnología ha facilitado el diseño de dispositivos menos invasivos y más eficientes
Y a partir de ahí, educación, concienciación y sensibilización. Es un mantra que, por repetitivo, no debe dejarse apartado. Tampoco se trata “de angustiar ni asustar a nadie”, señala Pilar, sino de saber reconocer los síntomas. En esta línea, ella también aporta una variable a tener en cuenta: el importante papel de la familia y, en particular, de los niños. Porque los menores también pueden aprender “con naturalidad cómo hacer frente a una situación de urgencia que afecte a alguien cercano, aunque sea llamar a emergencias. Es importante que todo el mundo sepa los pasos que se tienen que dar”. Todo para que, como fue su caso, cualquiera que sufra un ictus pueda avisar lo antes posible y hacer que una experiencia que le pueda costar la vida o provocarle graves secuelas se convierta, mayormente, en un mal recuerdo a medida que avanza la recuperación. Para Pilar, este proceso ha sido una vivencia “llena de miedos latentes, baches y momentos de decir ‘de esta no salgo’”, pero con un final feliz que sirve de excelente ejemplo de lo mucho que se puede ganar con muy poco: basta con aprender los síntomas y recordar una palabra que puede marcar la diferencia: fast; o ‘rápido’.
Factores de riesgo
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La edad: el 75% de casos se dan en personas de más de 65 años
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Hipertensión arterial, diabetes, enfermedades cardiacas
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Hábitos como fumar, sedentarismo, consumo de alcohol, etc.