6 Historias de 42: Así se aprende a programar sin profesores
Irene Gómez es una de los 300 alumnos que han inaugurado el concepto de 42 en nuestro país, un sistema pedagógico sin profesores y sin horarios para formar a los programadores del futuro.
El 42% de nuestro cerebro trabaja la razón y la lógica numérica, habilidades necesarias en las profesiones tecnológicas que se imponen en la era digital como desarrollador de software, desarrollador web, analista de datos o especialista en ciberseguridad. Entre estos perfiles, los programadores se alzan como uno de más buscados en la actualidad, pues se han convertido en una pieza clave en casi todas las empresas, grandes o pequeñas.
La alta demanda proporciona unas garantías de empleo difíciles de igualar en otros sectores y hace que muchos jóvenes se aventuren en estas profesiones digitales. Un grado universitario o los ciclos de formación profesional son los estudios tradicionales, pero las opciones son cada vez más diversas. Entre ellas ha irrumpido 42 Madrid, un revolucionario sistema pedagógico procedente de Francia y que llega por primera vez a España de la mano de Fundación Telefónica para formar a los programadores del futuro.
Sin clases, sin profesores, sin horarios y gratuita. La idea surge en en 2013 en París, donde cada año recibe a casi 50.000 aspirantes. En los últimos años se ha expandido a otros países, con más de 20 campus repartidos por Estados Unidos, Bélgica, Holanda, Marruecos, Sudáfrica, Moldavia, Ucrania, Rusia y Finlandia. El nuestro ha sido el último país en acoger un campus de 42, en Madrid, en funcionamiento desde finales de 2019. Fundación Telefónica, encargada de traer el sistema a España, ha abierto la primera academia en Sao Paulo (Brasil) y el año que viene abrirán nuevos campus en Málaga, Bizkaia, Alicante y Barcelona.
Desde la academia guardan con recelo el secreto de sus métodos y hasta los estudiantes estaban expectantes, sin saber bien lo que se iban a encontrar: “Cuando llegué me dieron un usb y me dijeron buena suerte”, rememora Irene Gómez, jienense de 23 años que comenzó en octubre sus estudios en 42.
La fórmula de 42 se basa en la gamificación del aprendizaje. En una primera fase, los aspirantes deberán superar unas pruebas online (un test de lógica y otro de memoria) de aproximadamente dos horas de duración. Las pruebas están abiertas a cualquier persona en la página web y, una vez superadas, da comienzo la segunda prueba de acceso, denominada piscina.
De manera presencial -42 tiene capacidad para 900 alumnos- los aspirantes pasan 26 días en la piscina programando y superando continuas pruebas. Irene recuerda una etapa agotadora, pero también única: “Fue un mes entero aquí, pasando alrededor de 14 horas diarias, sábados y domingo incluidos. Yo venía con algo de base, pero aprendes a programar desde cero”. Una vez superado el primer mes, los estudiantes empiezan su formación en la sede central de Telefónica, situada en Las Tablas.
Abierta a cualquier perfil
No se exige ningún tipo de formación previa relacionada con la programación ni existe límite de edad para entrar a 42. Para los jóvenes, es un buen camino para aprender una de las profesiones con mayor inserción laboral en la actualidad y, para los adultos, una oportunidad de dar un vuelco a su carrera profesional y reinventarse.
Irene se encuentra en el primer grupo. Hace poco más de un año finalizó el Grado de Ingeniería de Sonido e Imagen en la Universidad de Málaga y su idea era “quedarme en Málaga echando currículums, pero apareció esta oportunidad. Me lo mandó mi prima porque lo había visto en internet y sabía que me gustaba la programación, de hecho era el campo al que me quería dedicar”.
Es frecuente la incertidumbre en los recién licenciados. Algunos optan por un máster, pero no fue el caso. “No me interesaba ninguno, porque al terminar la carrera no me veía con la capacidad de seguir y un máster me parecía que iba a ser igual que la carrera”.
Superadas las pruebas y el periodo de piscina, comenzar en 42 suponía dejar atrás Málaga, donde había estudiado y Jaén, donde se encuentra su familia, para trasladarse cuanto antes a Madrid. “Mis padres se lo tomaron bien, yo ya tenía mi título, así que podía seguir estudiando lo que quisiera”, cuenta. Ahora bien, sigue resultando extraño explicárselo a la familia: “Nunca se enteran de qué estás haciendo en realidad, te dicen, ¿no hay profesores, no hay exámenes? Es un poco difícil de explicar”.
Un juego de 21 niveles
No hay profesores, no hay temario, no hay guías. Entonces, ¿cómo aprenden? “Tú empiezas un proyecto y dependiendo del nivel en el que te encuentres puedes acceder a uno o varios. En el momento en el que pasas -y apruebas- un proyecto, se te desbloquean otros y así vas subiendo niveles”, aclara Irene, “estos proyectos son como tus apuntes, por llamarlo de alguna forma”.
Existen más de 100, organizados en 21 niveles, que se actualizan constantemente según las diferentes ramas de programación. Completar todo el proceso suele durar tres años de media, pero cada alumno marca libremente su ritmo de aprendizaje.
La completa autonomía de los estudiantes es una de las peculiaridades del campus y que no se suele dar en otra formación reglada. Tiene sus ventajas y, en general, “se agradece esa libertad que te da el no tener horarios”. Irene pasa aproximadamente ocho horas en 42, el tiempo de una jornada laboral, que varían “dependiendo del día, de si estoy ofuscada en un proyecto o más cansada”. Aunque “por ponerle alguna pega, que no haya horarios se te puede ir de las manos. Tú te pones tu propio ritmo y si hay gente que no sepa ser constante, quizá sea ese el mayor problema”. Preparados para el futuro
Una de las cosas más sorprendentes de 42 ha sido ver “lo rápido que ha aprendido gente con carreras que no tienen nada que ver ni con ingenierías ni con programación”. En apenas tres meses “han aprendido lo que yo en la universidad en un año”. Después de cuatro años de grado, Irene destaca que, frente a la educación tradicional, el aprendizaje aquí es mucho más rápido.
“En la universidad al fin y al cabo son modelos estructurados. Siempre sigues las mismas diapositivas, hay veces que ni siquiera están actualizadas y son las mismas que hace siete o diez años”, comenta. Se trata de una queja bastante recurrente respecto a la educación superior española. Contenidos esactualizados, métodos que no han sido adaptados a la era digital y un sistema que se queda por detrás de los avances tecnológicos que enseña.
“Tú sales de la universidad con muchos conocimientos, pero conocimientos teóricos”, en cambio, en 42 es práctica tras práctica. Esto permite a los estudiantes “crear un hábito para saber pensar cómo realizar un código o cómo solucionar un problema” y, al no haber profesores, “tienes que saber buscarte la vida, ayudarte de los demás compañeros o internet”.
Algo que resulta clave a la hora de encontrar trabajo. “Siempre piensas, ¿voy a estar preparada? Y aquí sabes que lo vas a estar porque es a lo único que te has dedicado, a trabajar”. Irene, que aprendió en la carrera las bases de la programación pero enfocado a la parte de telecomunicación, también subraya la importancia de tener “la posibilidad de tocar todas las ramas que hay”. En principio, se decanta por la ciberseguridad y la inteligencia artificial: “No sé cuál de las dos, pero la academia te da la opción de tocar ambas y en caso de que una no te guste, sigues por la otra”.
Los estudiantes de 42 reciben una media de ocho ofertas de empleo durante el tiempo que pasan en la academia, que además cosecha una inserción laboral del 100% en todos los países donde está presente. A Irene todavía le quedan por delante 21 niveles para elegir su futuro, pero sostiene que, al salir de 42, espera “tener un trabajo fijo, bien pagado -creo que es lo que queremos todos- y estar agusto con el equipo”. A ser posible en Madrid, “aunque dentro de unos años estaría bien poder bajarme al sur”.