¿El sonido de la publicidad televisiva es más alta que la emisión normal es una percepción del telespectador o una realidad? Esa pregunta se hacen todos aquellos que han tenido que echar mano del mando a distancia cuando llegan los anuncios.
Son muchos los televisores que permiten, desde el menú, nivelar el volumen con distintas opciones según el modelo, sin embargo, esa acción no tendría que llevarse a cabo, ya que todas las cadenas de televisión tienen la obligación, por ley, de regular los niveles en los márgenes establecidos, es decir, los mismos que el programa, serie o película que esté en emisión.
En este sentido, la Ley Audiovisual 7/2010 establece en su artículo 14.2 que “el nivel sonoro de los mensajes publicitarios no puede ser superior al nivel medio del programa anterior”. El incumplimiento de esta normativa supone infracciones graves, cuyas sanciones pueden alcanzar en algunos casos los 500.000 euros.
¿Quién se encarga de este control? El órgano regulador y supervisor establecido por la norma es el Consejo Estatal de Medios Audiovisuales (CEMA), nacido durante el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, absorbido tres años después por la Comisión Nacional de Mercados y Competencia, el organismo encargado de vigilar los contenidos de radios y televisiones desde entonces.
Nada de ilusión, táctica para captar la atención
El blog de la CNMC dedica un post a esta cuestión y se señala que la subida del sonido no es una alucinación del espectador. Se trata de una “técnica de los anunciantes para captar la atención”, pero estas estratagemas deben estar dentro de unos límites. Relatan desde la entidad el caso en 2018 de un espectador belga, que percibió un aumento de volumen considerable en las pausas publicitarias de National Geographic. Queja que hizo llegar a Fox Networks Group España y a la CNMC, porque el responsable editorial se encuentra sometido a jurisdicción española.
Tras varias mediciones, del día de autos y de varios más, la corporación pudo confirmar “importantes subidas de volumen en los anuncios”. El operador reconoció haber tenido ciertos desajustes por una “migración informática” y resolvió los desniveles pocos días después.
El sonido de los anuncios, más comprensible y mejor calidad
Dos años antes, Canal Sur también recibió una queja de uno de sus espectadores. La cadena autonómica requirió informes tanto a la Dirección Técnica como la de Emisiones. La primera de ellas captó un audio más elevado en los spots en origen, aunque previo a la emisión (posproducción), todos esos valores se regulan para evitar molestias a los usuarios.
Además, Emisiones confirmó que el volumen no se modificó durante la publicidad, por lo que la explicación pudo deberse a que la “comprensión y la calidad del sonido de los anuncios “ es “mayor que la del conjunto de programas”.
Aunque todos deben cumplir con la normativa vigente, hay operadores que recurren a trucos publicitarios para llamar la atención de los televidentes como incluir la pausa publicitaria en un momento de la emisión donde las variaciones de sonido son muy bajas. De tal manera que el anuncio, por sí mismo, capte la atención del espectador, aunque el sonido resulte molesto.
Los retos del sonido de la nueva era digital
La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), estableció una norma para evitar los cambios bruscos de volumen entre las emisiones y los anuncios comerciales, que son más perceptibles desde que se adoptó la radiodifusión digital. Esta nueva técnica de medición auspiciada por el organismo dependiente de Naciones Unidos permitía uniformar el sonido de espacios de intercambio internacional, para poder disfrutar de una contemplación más agradable.
“Los telespectadores suelen culpar de las diferencias de volumen a técnicos de sonido descuidados o a políticas deliberadas de los organismos de radiodifusión y publicitarios, pero las razones son técnicas y no se pueden controlar fácilmente en el estudio de radiodifusión”, señaló el organismo.
En cualquier caso, una de las cuentas pendientes de la nueva era digital es que la señal de audio que llega a los terminales sea la adecuada, además de aportar la mejor calidad posible, ya que en este sentido existe un “vacío normativo” que procura la presencia de distintos algoritmos sonoros establecidos por distintos organismos e instituciones, sin una unificación que preserve el interés del beneficiario final: el espectador.