* Con motivo del 25 aniversario del nacimiento de Telecinco, en Bluper hemos querido rescatar este perfil que se realizó sobre el consejero delegado en Vanitatis
Hasta la llegada de Sé lo que hicisteis a la televisión, pocos hubiesen sido capaces de reconocer al consejero delegado de Mediaset España, Paolo Vasile. Era el principio de una estrategia para poner cara pero, sobre todo, demonizar al responsable de la telebasura en nuestro país.
A partir de entonces, gracias a la fama televisiva adquirida y su naturalidad -nunca acepta hacer declaraciones off the record-, el 'desconocido' romano de pelo blanco pasó a copar titulares y protagonizar noticias semana tras semana. El nombre de Telecinco había pasado a un segundo plano, dejando paso a un más mediático Vasile.
Paolo Vasile no habla, da titulares
Vasile ha dicho esto o Vasile ha dicho aquello, titulan los medios. El italiano había pasado a convertirse en un ente, en un personaje más del cátodo. Ya no sólo se habla de la cadena de Fuencarral o la cadena amiga, se habla de la cadena de Vasile, como si él tomara todas y cada una de las decisiones que allí acontecen.
La nueva imagen del italiano brindó a la prensa otra forma para hablar de Telecinco mucho más efectiva a la hora de contabilizar visitas.“Paolo Vasile no habla, da titulares”, se comenta en la profesión. Quizá por ello no se atreva a tener una cuenta personal de Twitter. Eso sería darle un nuevo quebradero de cabeza a su directora de comunicación.
El desembarco de Vasile
Una imagen complemente distinta a la que tenía cuando desembarcó en España con su familia en 1999 para intentar convertir a Telecinco en líder de audiencias. Entonces, el italiano tuvo que ser convencido por su mujer para hacerse con las riendas de la cadena. “Ella es la responsable”, comenta. Ella también le había aconsejado abandonar la producción de cine por la televisión cuando rondaba los treinta años.
“Si yo hiciera la televisión que quiero, estaría arruinado”
No fue la única motivación. Su padre, Turi Vasile, se había arruinado haciendo cine. De hecho la que para algunos es una de las mejores películas de Federico Fellini, Roma, para el italiano es un mal recuerdo. Prefiere recordar Pan y Chocolate, de Franco Brusatti, para él la mejor cinta que produjo su progenitor.
Aquella experiencia le hizo aprender que el cine no es rentable. Tampoco la televisión que a él le gusta. “Si yo hiciera la televisión que quiero, estaría arruinado”, ha explicado en alguna que otra ocasión. “No trabajamos para la gloria. Trabajamos por el éxito”, repite constantemente.
Pero, ¿es necesario hacer el tipo de televisión que hace Telecinco o quitarle su ADN a Cuatro? “Mi batalla final es mantener el empleo de mis 1365 trabajadores. Hoy en día, mandar a casa un trabajador es matar a tres personas”, confiesa sincero.
Una actitud protectora, 'espartana', que demuestra a diario con sus presentadores estrellas. Y es que, después de recibir la llamada de su directora de comunicación cada mañana a eso de las 8:20 horas para saber de lo que hablan los medios, el italiano felicita mediante un mensaje de texto a aquellos que han obtenido buenos datos de audiencia.
Ya puede estar reunido con un ministro, que siempre contesta a una llamada de sus hijos
De hecho, aquellos que todavía duermen debido a que su programa terminó a altas horas de la madrugada, se enteran de que su espacio ha tenido buenos datos cuando el sonido de un mensaje de texto les despierta. A esas horas sólo pueden ser buenas noticias. Nunca hay un mensaje cuando hay malos datos.
Después es momento para analizar las audiencias, tomar decisiones, planear estrategias, reunirse. Una rutina que sólo es interrumpida si el italiano recibe una llamada o un mensaje de su mujer o sus hijos. “Ya puede estar reunido con un ministro, que siempre contesta”, explican los que le conocen bien.
La vuelta a Roma
Su jornada termina tarde. Nunca a una hora fija. Tampoco es fija la hora de la cena. Ya no lo hace como los italianos, a eso de la ocho. En eso se ha convertido en un español más. En ocasiones bromea diciendo que su casa está en Fuencarral. Allí al menos está rodeado de su familia televisiva. En casa le acompaña la soledad desde que su verdadera familia decidiera regresar a Roma hace ya siete años.
En Roma, el italiano deja de ser Vasile para convertirse en Paolo
Una soledad que termina todos los viernes cuando regresa a Roma para pasar el fin de semana. Allí deja de ser Vasile para convertirse en Paolo. Allí recupera la vida que tenía antes de partir a Madrid, donde puede pasear a su perro tranquilamente después de una dura jornada, donde puede ir al cine junto a su mujer, donde se sienta en el sillón de casa junto a sus amigos cada domingo para ver los partidos de la Roma. “Tenemos un ritual como el que hacen en El lado bueno de las cosas”, afirma.
Cuando llega el lunes, vuelta a empezar. Su chófer Antonio le espera en Barajas para llevarle a Fuencarral a seguir dirigiendo la compañía de medios más rentable de España.