"Las cabezas pensantes de La última cena son maquiavélicas y perversas". Ésta no es una afirmación nuestra, la dice su propio maestro de ceremonias, Jorge Javier Vázquez. En su último artículo en la revista Lecturas, el popular presentador reflexiona sobre el último proyecto que lleva a cabo en las pantallas de Mediaset, la nueva vuelta de tuerca de los creadores de Sálvame en tiempos de precariedad televisiva, en la que la caída publicitaria obliga a apretarse el cinturón sin olvidar el sentido del show.
Una televisión low cost que el catalán defiende en medio de los comentarios poco favorecedores que la crítica ha realizado sobre esta extensión nocturna del formato estrella de La Fábrica de la Tele, reconvertido en un concurso culinario entre los colaboradores, que sirve de nueva excusa para verles en su salsa lanzándose pullas a diestro y siniestro.
‘La última cena' destroza mis coordenadas: es delirante, bizarro, extravagante
“Cuando pensé que ya lo había visto todo, llega ‘La última cena’ y destroza mis coordenadas. Es delirante, bizarro, extravagante", señala el periodista en su artículo, que también confiesa haber sentido en algún momento bochorno y “ganas de salir pitando”. Afirma Vázquez que estamos en televisión en tiempos de confinamiento y alaba cómo Alberto Díaz y David Valldeperas logran montar el show con apenas medios porque "no estamos precisamente para tirar la casa por la ventana".
Elogia también la elección de un decorado con "colores vivos y luces chirriantes", realizado ex profeso con esa intención para convertirse en un espejo de los malos momentos que atraviesa la sociedad por los estragos económicos provocados por la pandemia.
Dice Jorge Javier, que este nuevo programa que engrosa su dilatada carrera profesional en las pantallas de Mediaset le recuerda a El viaje a ninguna parte, la película basada en la obra homónima de Fernando Fernán Gómez ambientada en la postguerra española, en la que se relata la historia de un grupo de cómicos acuciados por la precariedad económica y los problemas familiares.
"Qué felicidad trabajar en una cadena que te deje emitir productos tan absurdos como este. Faltan cosas por pulir, pero ojalá tengamos tiempo de fijar, brillar y dar esplendor", apunta el presentador, que confirma la premura con la que han tenido que poner en marcha un programa al que ha respondido positivamente ese nicho de dos millones de espectadores, acérrimos seguidores de todo lo que programa la cadena amiga, que le reportan el liderazgo. Otra cosa es la calidad y el concepto, eso habrá que dejarlo para cuando el patógeno nos dé un poco de respiro.