Entre las premisas de la libre competencia, que rige las economías del mundo occidental, se encuentran la libertad de los agentes a poder ofertar y demandar los bienes y servicios que quieran, así como ejercer sus libertades respetando los derechos de los demás, siempre en un marco legal y transparente. Por ese motivo, el último comunicado de Mediaset a cuenta de la reorganización de sus parrillas de cara a Semana Santa ha generado cierto desconcierto.
Es justo y necesario relatar los antecedentes. El grupo privado enviaba este miércoles una nota de prensa a los medios en la que anunciaba el cambio de ubicación de su última apuesta de entretenimiento, Juegos sin fronteras, al viernes 10 de abril, pese a que su intención inicial era dejar pasar el periodo vacacional para fijar su nuevo emplazamiento el día 17. Hasta ahí, el anuncio con tanta premura de estos trueques de programación, poco habituales, podría parecer normal.
¿Acaso es de sentido común aceptar una compensación por liberar un producto con el que luego pretenden arrebatarte tu cuota de mercado?
Sin embargo, la justificación provoca verdadero asombro ya que señala al ente público como responsable de la no emisión de la película 50 sombras más oscuras el día 13. “Televisión Española se ha negado a posponer tan solo una semana el inicio de sus derechos (que comienzan el 7 de abril) a pesar de haberles ofrecido como contraprestación tres semanas de extensión de los derechos a su favor”.
Tanta razón tiene la empresa privada a solicitar un retraso en el ejercicio de los derechos de la cinta compensando económicamente al ente público, como que éste no lo acepte, sobre todo cuando su máximo competidor puede tratar de contraatacar alguno de sus estrenos más inminentes con la susodicha producción estadounidense.
Lo que produce mayor confusión es que decisiones de despacho entre dos operadores televisivos salgan a la luz en un escueto comunicado. Un hecho que evidencia la pataleta de un competidor ante el ejercicio de las libertades de su contrario, al que la contrapartida económica ni le seduce, ni le compensa. No todo se soluciona a golpe de cheque.
¿Acaso es de sentido común aceptar una compensación por liberar un producto con el que luego pretenden arrebatarte tu cuota de mercado? En términos empresariales, carecería de toda lógica caer en la trampa del contrincante.
Una senda independiente y solitaria
El berrinche notorio evidenciado por el grupo de Fuencarral es solo un ejemplo más de su senda independiente y solitaria en la industria audiovisual. Un aislamiento en tiempos de confinamiento global que puede permitirse, lo cortés no quita lo valiente, ya que hace más de dos décadas es el líder absoluto de la televisión comercial.
Una hegemonía de audiencia y consumo elogiadas porque alcanzar y mantenerse en la cima en el competido mercado de la televisión durante tanto tiempo resulta encomiable. Sin embargo, no refleja su trascendencia en entidades como la Academia de Televisión, la Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (UTECA) o participación en el Estudio General de Medios (EGM) o certámenes afianzados como el FesTVal.
Los desencuentros con la institución televisiva vienen de lejos, con más de una ida y venida. En 2013, Paolo Vasile, consejero delegado de Mediaset España, rechazó el premio Talento por “coherencia”, ya que había mostrado su desacuerdo con el sistema de votación en más de una ocasión, lo que le llevó a abandonar la institución en diciembre de 2013. “No hemos dejado de dormir por no ganar estos premios porque la academia no nos representa", dijo el italiano.
Más recientemente, durante las últimas elecciones generales, la empresa rechazó la emisión del debate organizado por la entidad, ya que no se dio prioridad a su oferta después de que los dos anteriores fueran organizados por sus rivales, TVE y Atresmedia.
Contra todo el sector
El último desencuentro con UTECA, organismo que representa y defiende los intereses comunes de las televisiones comerciales de ámbito nacional, comunitario e internacional, que abandonaron hace justo un año, se produjo hace pocos días. El grupo privado se desligó de la petición de ayudas al Gobierno por la caída publicitaria provocada por la crisis del coronavirus.
“Es tiempo de dar y no de pedir”, señalaba el comunicado lanzado por la compañía, declaración que, según algunos medios, soliviantaron al resto de operadores y empresas preocupados y temerosos ante el futuro devastador que vaticina la caída en picado de ingresos publicitarios
Hace cinco años, Mediaset también daba por finiquitada su relación profesional con la Asociación para la Investigación de Medios de Comunicación (AIMC), encargada de realizar el EGM. La compañía justificó su salida por estar en desacuerdo con el sistema de audiometría de televisión que llevaba a cabo Kantar Media. En aquella ocasión, Carlos Lozano, presidente del organismo, lamentó la marcha de un operador tan importante. “Ha decidido salirse del juego y aislarse del mercado”, señaló el representante, que defendió a capa y espada los más de 20 años de experiencia, profesionalidad e independencia como medidores de audiencias.
Por aquellas fechas también se produjo su desmarque del FesTVal, probablemente el certamen televisivo más importante de los que se celebran en España y donde las principales cadenas presentan sus apuestas de temporada. El grupo ha rechazado desde entonces todas las invitaciones de sus organizadores, prefiere priorizar su estrategia de comunicación y presentaciones, que tan buenos resultados le ha reportado hasta la fecha.
El triunfo de Mediaset es incuestionable y seguramente sus argumentos para no formar parte de ciertos organismos de la industria están totalmente justificados, pero exiliarse motu proprio en medio de un escenario económico infectado por la crisis sanitaria, de consecuencias globales sin precedentes en la historia del mundo reciente, resulta contradictorio.