Soy católica, apostólica y española y desde cría siempre el tema de la Semana Santa -salvo por las torrijas, las monas y los conejos de Pascua- ha dejado en mí un sabor agridulce. El tema de la muerte siempre me ha dado yuyu, y a mis ocho años no concebía en mi querida Málaga que el Domingo de Ramos todo fuera alegría en la procesión de la "Pollinica" y que días después todo se tornara en negro, terciopelos morados y en tristeza (luego con el tiempo me enamoré de esa solemnidad) como con la procesión del Cristo de la Buena Muerte cargado por los legionarios.
Además acompañando a mi abuela de visita a las iglesias (algo que le gustaba hacer en esos días), el encontrar todas las imágenes cubiertas con un velo oscuro me producían miedo. Se tapaban los santos en señal de duelo por la muerte de Cristo.
La carta de ajuste emitía música sacra en Semana Santa
Para alegrar más las cosas cuando regresabas a casa y querías ver algo en televisión la cosa iba a peor. ¿El motivo? La carta de ajuste emitía música sacra de esa que "me producía auténtico susto". Con el tiempo me he acostumbrado y ahora escucho el Requiém de Mozart o La pasión según San Mateo de Bach y no me corre ese sudor frío por la espalda de mis años infantiles.
De lo que si estoy segura es de que no había programación infantil como ahora. En la televisión actual, todas las cadenas preparan una parrilla especial, llena de color e indicada para disfrutar grandes y pequeños. TVE, como cadena pública, emite además los actos litúrgicos que corresponden con estas fechas e incluso retransmiten procesiones desde algunos de los lugares más emblemáticos de nuestro país como Sevilla, Soria, Murcia o Zamora, sobre todo las de la noche del jueves y el viernes Santo, sin olvidar el espectacular Vía crucis desde el Coliseo de Roma.
Un cambio paulatino con los años
En los años de mi infancia, era todo lo contrario. Se emitían películas sacras con las vidas de los santos, o grandes peplum made in Hollywood como Ben-Hur, La túnica sagrada, Barrabás, Quo Vadis?, La historia más grande jamás contada o Rey de Reyes. En esta última, al margen de por la historia que allí se narraba en ella, aparecía una jovencísima Carmen Sevilla dando vida a María Magdalena. Son películas especiales, pero ver la misma programación todos los años cansaba.
Al margen de las películas la programación se salpicaba con programas con títulos como Mañana es Jueves Santo, Mañana es viernes Santo o Mañana es Domingo de Resurección, unos espacios que, a mi ocho años, eran como auténticos ladrillos.
Como digo, ahora las parrillas llegadas estas fechas -al margen de lo Sacro de las cadena públicas RTVE, Telemadrid o privadas como es el caso de 13 TV que salpican las misas, procesiones con películas y series- el resto abren sus parrillas y se encargan de llenar de alegría y color las mañanas, las tardes y las noches con películas para disfrutar en familia.
¡Qué distinto a aquellos días en que se suspendía la programación habitual tras el Telediario de las tres!
Ratatouille, El reino de los cielos, Bee Novie e incluso las escandalosas Alvin y las ardillas son solo unos cuantos ejemplos. ¡Qué distinto a aquellos días en que se suspendía la programación habitual tras el Telediario de las tres y no volvían las emisiones hasta la transmisión de los Santos Oficios y todos los actos religiosos relacionados con aquellos días!
Otra cosa que me asustaba eran las voces de los locutores de continuidad, casi en penumbra -la tele en blanco y negro no ayudaba mucho- y un tono que era capaz de quitarle los rizos al Hombre de Negro de El Hormiguero. Recuerdo una tarde de Viernes Santo en casa, la pantalla con la carta de ajuste y esa música con la que te ibas a la cama que no te llegaba el camisón al cuerpo.
Las cosas han cambiado y perfectamente se pueden combinar las dos cosas. A mí, desde cría, hay algo que me ha gustado ver en televisión: la famosa bendición papal Urbi et orbi el Domingo de Resurrección y escuchar la bendición en todos los idiomas. Era como si la televisión que había permanecido gris durante esos días de repente se llenara de colores. Y eso que aún faltaban años para el color.