La larga charla de Bertín Osbone con Kiko Rivera (148 minutos) en las pantallas de Telecinco dio para mucho. El músico y DJ no se dejó nada en el tintero, ni siquiera sus confesiones más íntimas, en su visita a Mi casa es la tuya. El hijo de Isabel Pantoja reconoció que el haberse independizado muy joven y el acceso a dinero fueron, probablemente, los desencadenantes de su caída a los infiernos de la droga. "Me rodeé de mala gente", le comentó el artista al presentador, para a continuación asegurar que no había salido de las adicciones sin la ayuda de su mujer, Irene Rosales: "Ella fue la que me enderezó", tras darle un ultimátum.
El ex concursante de Supervivientes indicó que el tratamiento que lleva a cabo para mantenerse alejado de sustancias dañinas continúa y, además de medicarse, mantiene la terapia con su psicólogo. Asimismo, Rivera asegura que su progenitora es consciente de toda esta situación, que ha logrado superar. "Ahora disfruto de mi trabajo y de mis hijos, antes no lo hacía", subrayó y espera recuperar el tiempo perdido con el mayor, Francisco, fruto de su relación con Jessica Bueno, y que le perdone.
Kiko Rivera: Temo que mi hermana haya querido imitar mis locuras y le hayan salido peor
Al hilo de esa etapa oscura, Osborne le preguntó si no sería posible que su hermana Isa estuviera pasando por algo parecido en estos momentos. “No había pensado eso, puede ser una excusa para hablar con ella”, comentó el entrevistado, que también reconoció sentirse en cierta manera culpable. “Temo que haya querido imitar mis locuras y le hayan salido peor”, manifestó el artista.
Entre los recuerdos más duros, Kiko subrayó las visitas de su madre a la cárcel. El invitado de Bertín, acompañado en ese momento por su pareja, reconoció que aquellos fueron los momentos más complicados. "Fue muy triste para toda la familia, pero en lo que se refiere a mí yo no estaba bien, tampoco estaba con mi hija Carlota, había mucho mal humor, pena…", señaló el hijo de la tonadillera, al que se le caía el mundo cada vez que se cerraban las puertas en prisión. "Yo llegaba a mi casa y tenía bajones de morirme. Había muchas mañanas que la llamaba por teléfono y hasta los seis o siete tonos yo no caía en que mi madre no estaba", recordaba y aseguraba sentirse orgulloso de su madre por superar aquella etapa.
El matrimonio compartió también momentos íntimos, como cuando se conocieron. "Fue un hueso duro de roer. Me tuvo un año intentándolo, yo ya no sabía qué hacer", reconoció Kiko mientras disfrutaban de la comida. "Un día en Cantora, después de conocer a su madre, Kiko y yo nos metimos en una habitación y ya se puso serio, me dijo que o la cosa iba para adelante o se acababa ahí, y hasta el día de hoy", relató Irene.