Hace ahora cuatro años, pocos meses antes de la llegada de Netflix a España, el Grupo Furtivos lamentaba que el escaso apoyo institucional a la animación española estaba lastrando su desarrollo en nuestro país.
Para ello ponía el ejemplo de Sergio Pablos, un animador español que había trabajado en cintas como Hércules, Tarzán o El planeta del tesoro, que acudió a Universal con la idea original de Gru, mi villano favorito.
Gru no se produjo en España porque no podíamos competir en el apartado fiscal
La idea gustó en la compañía americana. Sin embargo, debido a que España no podía competir en el apartado fiscal con otros países, el estudio se decantó por producir la cinta en Francia, que tenía un marco normativo más ventajoso.
“Fue lamentable que teniendo la idea original y los recursos técnicos y humanos de primer nivel se perdiera una gran oportunidad de hacer residir en nuestro país un polo de producción y animación complementario al norteamericano y muy competitivo en costes”, escribían entonces.
También aventuraban que “los jóvenes creativos retornarían a España encantados, siempre y cuando hubiera la inteligencia de crear condiciones para instalar estudios estables y competitivos en precio”.
Y ese momento parece que ha llegado. O al menos en el caso de Pablos. Y es que, en su sólida apuesta por la producción de contenido español, Netflix ha dado un paso más y este viernes estrenaba su primera película de animación en español. Se trata de Klaus, la nueva cinta de Sergio Pablos, y que ha sido realizada íntegramente en The SPA Studios, en Madrid, con un equipo de artistas procedentes de más de 22 países.
Para ello también se ha unido a otra productora con experiencia en la animación como Atresmedia Cine, que lleva ya más de una década apostando por este tipo de cine. De hecho coprodujo Planet 51, una de las primeras grandes cintas de animación española que recaudó 11 millones de euros y logró estrenarse en Estados Unidos.
Después también llegarían Futbolín, la primera incursión en el cine de animación de Juan José Campanella que recaudó casi 3 millones de euros en nuestro país; y Ozzy, una cinta que relataba las aventuras de un grupo de perros y que recaudó dos millones de euros.
El triunfo de la animación española
Como decimos, el estreno de Klaus significa mucho para la animación española ya que llega precisamente en un gran momento para ésta. Y es que en los últimos años hemos visto como las dos cintas de Tadeo Jones recaudaban 80 millones de euros, españoles como Albert Colomer y Ravi Kamble trabajando en Dreamworks cintas como Madagascar 3, Kung fu Panda 3, o Bebé Jezafo, y recientemente Buñuel en el laberinto de las tortugas cosecha multitud de premios por el mundo.
El camino hasta este triunfo, no obstante, ha sido largo. Y es que todas estas cintas no se podrían entender sin películas como El bosque animado, la primera película española que logró ser preseleccionada para el Premio Oscar a la mejor película de animación.
Tras ella siguieron abriendo camino otras cintas como El Cid, Noctura, El Ratoncito Pérez, El lince ibérico y la citada Planet 51, que también fueron preseleccionadas para el Oscar, Arrugas o Chico y Rita, que logró la nominación al Oscar.
La historia de Klaus
Con un estilo de animación único que combina las técnicas tradicionales de dibujo 2D con la tecnología más avanzada, Klaus cuenta la historia de Jesper (Quim Gutiérrez), un joven que destaca como el peor estudiante de la academia postal y que es destinado a Smeerensburg, una gélida isla más allá del Círculo Polar Ártico.
Allí, sus conflictivos habitantes apenas intercambian palabras y, mucho menos, cartas. Jesper está a punto de rendirse cuando encuentra una aliada, Alva (Belén Cuesta), la profesora del pueblo.
También descubre a Klaus (Luis Tosar), un misterioso carpintero que vive aislado en una cabaña repleta de juguetes hechos a mano. Estas improbables amistades traerán la alegría de nuevo a Smeerensburg, y crearán un nuevo legado de vecinos generosos, leyendas mágicas y calcetines colgados con cariño en las chimeneas.