Cuando hace poco más de dos semanas Netflix nos mostraba a una serie de periodistas el primer capítulo de la tercera temporada de La Casa de Papel, un compañero me comentaba al salir que aquello le habían parecido fuegos artificiales, una especie de Michael Bay. “¿Y qué?”, le contesté yo sorprendido por su crítica.
Y es que la tónica general entre los allí presentes era que la vuelta de la serie de Vancouver Media era droga pura sus fans, el regreso soñado, un producto pensado para ser consumido de un atracón. Puro binge watching.
La vuelta de Berlín se disipa en apenas unos minutos. A partir de ahí, todo adrenalina
De hecho ese quizá vaya a ser su principal ‘problema’: el mismo fin de semana de su estreno ya veremos aparecer en redes sociales los primeros spoilers del final de esta tercera parte. Quién avisa no es traidor.
Son dos primeros capítulos los vistos que van como un tiro con un formidable ritmo, la dosis justa de un necesario sentimentalismo y con algún que otro guiño a los fans de la serie y al propio fenómeno mundial que se ha creado que harán saltar a más de uno del sillón.
Una de las grandes dudas cuando Netflix decidió comprar a Atresmedia La Casa de Papel era si realmente tenía sentido una tercera temporada. También la vuelta de Berlín. Son cuestiones que se disipan en apenas unos minutos. A partir de ahí todo es adrenalina. A partir de ahí se nota que hay ‘pelas’.
Sin Lolita no hay paraíso
Hace unas semanas, alguien del sector me comentaba que Netflix había decidido estrenar La casa de papel después que Stranger Things porque de haberlo hecho antes, muy probablemente podría eclipsar a esta última.
Tras ver sus primeros 90 minutos, no me quedan dudas. No sería extraño que el lunes siguiente a su estreno, el gigante del streaming comunique -a su manera- que la serie española ha batido todos los récords de la plataforma. Y créanme, no es chovinismo.
Hace nueve años atrás escribía por qué los españoles odiábamos tanto las series españolas y, entre los ejemplos, ponía Bienvenidos al Lolita, la serie que supuso un antes y un después en la carrera Álex Pina.
Por eso ahora, con la vuelta de La Casa de Papel y la imprescindible El Embarcadero, probablemente la mejor serie del año, no hay nada que me provoque más satisfacción que poder explicar a los lectores por qué un gigante como Netflix ha decidido fichar a Pina y su equipo en exclusiva.