Cuando Portugal ganó el Festival de Eurovisión en 2017, el CEO de RTP Gonçalo Reis explicó el país iba a “hacer que el festival de Eurovisión sea el más barato de todos los tiempos y estoy seguro de que nuestros equipos creativos desarrollarán una de las Eurovisiones más interesantes de la historia”. Y aunque a Lisboa le faltaron como ciudad algunos detalles que hiciesen más imnersiva la experiencia, no estuvo nada mal.
Entre otros asuntos, porque tuvo precios muy competitivos para el visitante eurofan. Una entrada para la final se podía comprar desde 35 euros, y la más cara, a pie de escenario en zona premium, 299. El que aquí escribe fue uno de los tantos eurofans españoles que acudió al Altice Arena de Lisboa aquel sábado de mayo para animar a Alfred y Amaia, y para vibrar de lo lindo con Netta, Eleni Foureira, los DoReDos y demás representantes de sus respectivos países en el espectáculo musical televisivo más importante del mundo.
Con los precios de Tel Aviv te planteas vender un riñón en Wallapop
Los precios en Portugal, además, eran bastante competentes, y esto animaba a repetir otro año experiencia. Lo que no me imaginaba es que, si quería ir Tel Aviv a animar a Miki, me iba a tener que plantear vender un riñón por Wallapop. ¡Cómo se han pasado!
Los precios desorbitados de las entradas de Eurovisión
Si el año pasado las entradas más baratas de la final eran 35 euros este año la cosa no debía andar muy lejana. ¡Juas! La sorpresa fue mayúscula al descubrir que por menos de 85 euros no había ni venda ni vendo, y hablamos de los ensayos de la semifinal. Para la final, la cosa no bajó de 281 euros, y algunas entradas de las más económicas, si es que se pueden llamar así, no salieron a la venta. Las entradas para la final volaron (y eso que las más caras, en la Green Room, rondaban los 500 euros), a pesar desalier tarde y mal: se avisó con menos de 24 horas de antelación.
Los problemas de precios altísimos no queda ahí, y lo puedo contar en primera persona. En mi grupo de amigos, el viaje a Tel Aviv para Eurovisión comenzase desde el mismo día que se confirmó que esta ciudad sería la sede del Festival los días 14, 16 y 18 de mayo y un amigo con nombre de canción de ABBA se encargó de hacer las reservas para poder quedarnos en la ciudad.
La sorpresa viene esta misma semana, cuando nos cancelan la reserva del alojamiento por reformas en el edifico, que presuntamente son reales. Sin embargo, te pones a hablar con otros compañerosy conocidos y resulta que no eres el único al que le han cancelado una reserva, mientras los precios suben como la espuma. También hemos vivido momentos como reservar una casa y que luego pidan más una vez confirmada, y mil aventuras del estilo.
¿En Israel piensan que los eurofans estamos forrados?
Se ve que los israelíes han pensado que los eurofans estamos forrados de séqueles, y que se puede especular con el alojamiento, del mismo modo que se ha hecho con las entradas, con la excusa de que el aforo es muy limitado.
Si llego a saber esto de antemano, lo mismo hubiese ido a Tel Aviv, pero con otra mentalidad diferente a la de vivir el Festival, sin aspirar a disfrutar de las actuaciones en vivo. Y hubiésemos optado por el clásico turismo económico de las tres pes: paseo (por el Eurovillage en este caso), pipas, y pa casa. Eso, si es que se anuncie de una vez dónde será el Eurovillage y el Euroclub / Eurocafé, que está aún por anunciarse.
Lo de Lisboa en 2018 fue muy bonito y muy decente de precio, y creía que Israel le andaría a la zaga. Qué lástima que, como canta Miki, “la venda ya cayó”, pero en mi caso, sin alegría ninguna; de hecho, me planteo empeñar mi venda en un monte de piedad para pagar un par de entradas para los ensayos.