Hubo un tiempo en el que ver una serie de televisión era bastante distinto a lo de ahora. Uno simplemente tenía que sentarse un lunes por la noche delante del televisor, poner una cadena y disfrutar el espectáculo (con anuncios) para comentarlo al día siguiente en la oficina, en el colegio o en el patio. Las cosas han cambiado mucho en 20 años y la forma de consumir series de televisión, también.
El boom de la piratería y la llegada de internet a los hogares de los adolescentes a mediados de la década pasada provocó el primer gran cambio. El público exigía que las series no tardasen tanto tiempo en llegar desde el otro lado del Atlántico hasta España y por eso arrancó una temporada de descarga masiva de series de televisión.
El público exigía que las series no tardasen tanto tiempo en llegar desde el otro lado del Atlántico hasta España
Así es como en España se empezaron a hacer famosos algunos títulos de ficción que ni siquiera se habían estrenado en nuestro país. Los espectadores empezaban a consumir muchas más series de las que se emitían en la televisión tradicional. El término “sin anuncios” empezó a acuñarse en algunas casas y la palabra “inmediatez” determinaba los gustos de los espectadores.
Atrás quedaron esos tiempos en los que uno veía Médico de familia, Farmacia de guardia o Periodistas sentado en el sofá y esperando a que la cadena emitiese la próxima temporada cuando ellos quisiesen. Empezaron entonces a usarse los términos spoiler, cliffhanger o season finale como si fuese el vocabulario de la calle.
La televisión en España empezó a adaptarse a esta nueva era. Las cadenas de pago se arremangaron los pantalones para intentar traer a España los títulos de ficción extranjeros lo antes posible. Tanto es así que, a día de hoy, muchas de estas cadenas estrenan ficciones al mismo tiempo o a la misma hora que se está emitiendo en EEUU. Sin embargo, el tiempo ha vuelto a pegar un acelerón en cuestión de meses.
Las series de televisión viven su edad dorada en estos momentos
Un espectador medio puede estar siguiendo varias series a la vez. Algunas las deja por un tiempo, otras regresan a su vida cuando lee que ha pasado algo importante, algunas son consumidas como un maratón sin barones y otras llevan muchos años en su vida. En resumen: consumimos ficción por encima de nuestras posibilidades. Se reproducen como conejos.
Las series de televisión viven su edad dorada en estos momentos. Cada año se crea un mayor número de ficciones al año y ahora (casi) todas ellas llegan a nuestro país de forma inmediata a través de alguna plataforma. Más allá de la televisión en abierto, que también estrenan varios títulos cada temporada, las plataformas nos atiborran a nuevos títulos cada semana y es imposible consumir todo.
Consumir series de televisión para no quedarse rezagado en muchas conversaciones sociales se ha convertido en una jornada laboral. De hecho, seguir el día a día de unas 10 series le exige al espectador estar unas ocho horas a la semana pegados a una pantalla, ya sea la televisión o el móvil. Pero esto no es nada teniendo en cuenta que Netflix estrenará en este mes de octubre 16 nuevas temporadas y series de estreno.
Mientras te has acabado una serie ya se han estrenado otras tres que querías ver porque tenían buena pinta
Por lo tanto, ser seriéfilo en los tiempos que corren, es vivir en un constante estrés. Cuando estás viendo una serie ya estás pensando en el capítulo que se acaba de estrenar de otro de tus títulos favoritos. Y ni se te ocurra irte de vacaciones. Perderte en un lugar recóndito durante una semana te puede ocasionar tal trastorno en tu calendario que te puede hacer abandonar un gran número de ficciones. Mientras te has acabado una serie ya se han estrenado otras tres que querías ver porque tenían buena pinta.
Esto me hace pensar en la gran El show de Truman. Tras la catarsis final de la película, dos entusiasmados espectadores del reality sobre la vida de Truman se preguntan: “¿Qué ponen ahora?”. Y así vivimos nosotros, sin tiempo para disfrutar de lo que acabamos de ver y con mucho para pensar qué vemos después.