La luz de los focos de la televisión es demasiado embriagadora. Tanto que una vez que se ha probado, algunos se comportan como Gollum en El señor de los anillos: esclavizado por poseer el anillo a pesar de que ello le corrompa en mente y cuerpo.
La última Sméagol de la televisión se llama Maite Galdeano. Y es que la navarra no ha dudado en convertirse en un mono de feria con tal de seguir bajo el calor de los focos de Telecinco. Su último show, sin embargo, debería servir a Telecinco para desterrarla un tiempo de la pequeña pantalla.
Galdeano es la única culpable de que Gran Hermano haya tenido que cerrar el Contraclub y con ello la estrategia que había ideado la dirección del programa para intentar mejorar los datos de audiencia. Algo así no debe quedarse sin castigo.
Los seguidores del reality no merecen quedarse sin la posiblidad de disfrutar de una casa paralela con primeros expulsados del concurso que hubiera dado mucho que hablar. Y menos por alguien que ha perdido la cabeza.
Una actitud como la que demostró el pasado jueves no debe volver a permitirse en televisión por mucho show que se necesite. En un reality también hay límites y la 'elegida de Dios' los ha sobrepasado todos. A mí, desde luego, no me hizo ninguna gracia ver a Pablo al borde de un ataque de ansiedad. Y supongo que a la dirección, que tuvo que cortar el directo, tampoco.
"Se le ha ido la pinza", explicaba este viernes una de sus compañeras en la casa, Amor Romeira, que con unos audios ha destapado a la verdadera Maite. "Yo estaba haciendo personaje. Ahora soy perra y sé de lo que va la tele y lo que quiere el espectador. Ya no entro de pardilla”, se le escuchaba decir.
Pues bien, Maite, los espectadores no queremos tus faltas de respeto, tus insultos, tu locura, tu lamentable espectáculo. Ya va siendo hora de que te cures de tu intoxicación de focos.