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El viernes 13 de octubre de 1972 era un día lleno de expectativas. Los jóvenes del equipo Old Christian Club de Carrasco de Montevideo viajaban en avión junto a algunos familiares y amigos a Chile para el final de la temporada. Aunque sin saber que serían los protagonistas de una verdadera tragedia

Antes de aterrizar en su destino, el avión en el que viajaban se estrelló en la cordillera de los Andes, dejando a los pocos que sobrevivieron a merced de la intemperie y las durísimas condiciones de la montaña sin apenas comida u otros recursos. Sin embargo, y contra todo pronóstico, 16 hombres lograron resistir durante 72 días en total y hasta que finalmente fueron rescatados.

Su desgarradora historia se inmortalizó en el libro ¡Viven!, de Piers Paul Read, que posteriormente se convirtió en una película en el año 1993. Y también se contó en La sociedad de la nieve, un libro diferente escrito por Pablo Vierci que inspiró a J.A. Bayona para rodar la película homónima que ya está disponible en Netflix.

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Difícil decisión para sobrevivir

"Siempre pensamos que en siete días todo terminaría, que en siete días nos rescatarían y volveríamos al hotel a hacer nuestra vida normal. Esa idea se esfumó. Se transformó en la realidad de ‘de acá no te vas’. Es un desasosiego porque ya nadie te busca, es una sensación de estar muerto para el mundo y que no podrás volver a ver nunca más a tu papá, a tu mamá, a tus hermanos", recuerda Antonio Vizintín, uno de los supervivientes. Tenía apenas 19 años cuando tuvo lugar el accidente.

Cuando quisieron repartir las provisiones, se dieron cuenta de que contaban con pocos recursos y al agotarse, no les quedó otra alternativa que recurrir a la antropofagia: comerse los cuerpos de sus amigos y familiares fallecidos.

'La sociedad de la nieve'

Por aquel entonces, una gran parte de la sociedad se llevó las manos a la cabeza al conocerse las medidas desesperadas a las que recurrieron los supervivientes en Los Andes. De hecho, sería quizá este hecho el que haría que el suceso se conociera mundialmente.

“Por supuesto, la idea de comer carne humana era terrible, repugnante”, explicaba Ramón Sabella, uno de los pasajeros que logró sobrevivir 72 días en los Andes, en una entrevista para Sunday Times. “Era difícil llevárselo a la boca. Pero nos acostumbramos. En cierto sentido, nuestros amigos fueron algunos de los primeros donantes de órganos del mundo: ayudaron a nutrirnos y nos mantuvieron con vida”, recordó Sabella.

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“Pensar en el sufrimiento que debió haber causado a nuestras familias en casa nos hizo sentir aún más decididos a sobrevivir”, continuó. “Comer carne humana no sabe a nada, en realidad”, respondió su compañero Carlos Páez.

Los supervivientes reaccionan

Casi quince años después de la última vez que rodó una película en español, J.A. Bayona adaptó el libro de Vierci, contando para ello con el asesoramiento de algunos de los supervivientes, que apoyaron el proyecto desde el primer momento y que han reaccionado a la película después de verla.

Nando Parrado (izquierda), Roberto Canessa (centro) y Piers Paul Read (derecha).

Uno de los que lo ha hecho ha sido Roberto Canessa, que era estudiante de medicina por aquel entonces y se hizo cargo de la salud de sus compañeros tras el accidente con sólo 19 años. En una entrevista afirmó que es "una versión superligera de lo que pasó en la montaña. Lo pasamos mucho peor. Si tuviera una película de cómo lo teníamos, el público abandonaría el cine".

También expresó que La sociedad de la nieve fue "un experimento para hacer que los pobres actores pasaran por las mismas dificultades que nosotros... con la ventaja de que podían irse al final de cada día”. Además, bromeó antes de una de las proyecciones, diciendo: "Siéntate en el cine y déjate llevar pensando en qué harías si el avión de tu vida se estrellara”.

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Roberto Canessa ha contado muchas veces cómo sobrevivió al accidente y cómo afrontó las dos avalanchas y la falta de alimento, además de narrar cómo atravesó las montañas heladas para salvarse a sí mismo y a sus amigos. Él cree que está bien que se vuelva a contar, convencido de que su historia de supervivencia todavía puede influir de forma positiva en las generaciones futuras.

"Todos tenemos nuestra propia cordillera. Y hay mucha gente que está escalando las montañas ahora mismo. Hay que decirles que no se desanimen, que sigan adelante", expresó Canessa, explicando que el nombre de la novela y de la película hace referencia al pacto que hicieron cuando se dieron cuenta de que “la sociedad civilizada nos había dejado de lado”.

Los supervivientes de Los Andes en una imagen de archivo

"Cuando estás en un equipo de rugby en un avión hacia Chile para jugar un partido, y de repente te estrellas… por supuesto, como seres humanos, asumes que la gente vendrá a rescatarte", recuerda. “Pero los días empiezan a pasar… tienes que conseguir tu propia agua, y tienes que comerte a los muertos porque sino te mueres", siguió. 

“Los muertos están ahí, a tu lado. Empiezas a ver la muerte de otra persona no con tristeza por él, sino sintiéndote triste por ti, porque es como si estuvieras en una lista de espera", añadió. "Los seres humanos sufren una transformación en casos como este. Hay una verdadera metamorfosis de ser un jugador de rugby a convertirse en un superviviente de un accidente aéreo. Creo que la gente tiene ese potencial".

El esperado rescate

Así fue el rescate de los supervivientes de Los Andes

En un momento dado, y viendo que las temperaturas seguían aumentando, tres miembros del grupo, Canessa (Matías Recalt en la película), Fernando Parrado (Agustín Pardella) y Antonio Vizintín (Agustín Della Corte), intentaron escalar las montañas y llegar al otro lado de la cordillera buscando algún rastro de civilización en Chile.

"Era más conveniente, de manera egoísta, permanecer en la zona segura del fuselaje. Pero pensé que en ese grupo yo era una de las personas que tenían que ir", explicaba Canessa sobre la decisión de hacer aquella expedición. “Y Arturo [Nogueira], que tenía las piernas rotas, me dijo: 'Soy un parásito. Confío en que personas como tú tengan la valentía de salir de aquí'. Eso me hizo pasar de ser una víctima a asumir el heroísmo del compromiso, no de llegar a Chile, porque eso era algo que no estaba bajo mi control, sino el de acercarme cada vez más y, si era necesario, morir caminando".

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Después de una caminata de tres días, el trío llegó a un valle y Vizintín regresó para que Canessa y Parrado tuvieran más raciones de comida para completar el viaje. Ambos siguieron adelante con un saco de dormir improvisado que les permitió sobrevivir a las gélidas temperaturas nocturnas.

"Nando y yo nos convertimos en una sola persona", comentó Canessa. "Cuando él tenía frío, yo tenía frío. Le rodeaba la espalda con el brazo porque su chaqueta era bastante corta y sus riñones estaban helados. Éramos dos en uno caminando juntos. Cada paso era un paso menos y cada paso que dábamos significaba que estábamos más cerca. Así que mientras pudiéramos dar pasos, acabaríamos llegando a los valles de Chile".

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Después de 10 días, Canessa y Parrado se encontraron con un hombre a caballo que, después de un día de espera, alertó a las autoridades de que todavía había supervivientes del accidente.

Cuando se dieron cuenta de que estaban a salvo, Canessa se acordó de que lo primero que hicieron fue enterrar los restos que habían traído en el viaje para poder alimentarse. "Miré los calcetines de rugby llenos de la carne de mis amigos y dije: 'Esto debería ser enterrado. Esto ya no es comida. Ahora vamos a tener comida de verdad'. Entonces enterré sus restos."

Finalmente, los helicópteros de rescate llegaron al lugar del accidente el 22 de diciembre, pero debido al mal tiempo, sólo pudieron sacar a seis de los 14 supervivientes. El resto salieron de allí al día siguiente.