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Sandra Bullock lucha contra los elementos en La ciudad perdida. En su primera película para cines desde 2018, la actriz se lanza a la aventura tanto en la pantalla como fuera de ella. Por extraño que parezca, una película a la vieja usanza en la que el romance, las estrellas de Hollywood y la comedia son los platos fuertes de la función es una rareza en un momento de transición para la industria del cine en el que el streaming y la serialización de los blockbusters ha cambiado para siempre las reglas del juego. 

Es extraño considerar La ciudad perdida como una película original que el público deba recibir con los brazos abiertos, pero es así. Si cierras los ojos, es muy fácil imaginar a los hermanos Aaron y Adam Nee vendiendo a Paramount el concepto de una comedia de aventuras a Paramount que actualiza la encantadora fórmula de un clásico popular como Tras el corazón verde y su secuela La joya del Nilo

Al igual que Kathleen Turner en los años 80, la actriz interpreta a una escritora de novelas románticas de aventuras que se ve atrapada en una historia como las que surgen de su mente. Si en aquellas películas el interés romántico era un pícaro aventurero con la cara de Michael Douglas, en su versión moderna Channing Tatum es un modelo que protagoniza las portadas de la saga más popular de la escritora. Un malentendido con un excéntrico millonario que busca una joya milenaria que aparece en la última novela de Loretta Sage acaba con la improbable pareja peleando por su vida (y encontrando el amor) en mitad de una selva de Sudamérica. 

Lo viejo es nuevo en la era nostálgica que vivimos y, si hace años quizás hubiéramos arqueado la ceja ante una propuesta que ya habíamos visto antes y probablemente mejor, hay algo reconfortante, cálido y muy disfrutable en la película de los hermanos Nee. Con La ciudad perdida, la pareja de directores y guionistas sabe equilibrar las dosis de aventuras, comedia y romance y traer a los tiempos modernos una fórmula que funcionaba en los años del Hollywood dorado, en los ingenuos 80 y que sigue siendo más que eficaz en el cínico 2022. 

A su manera, esta propuesta es otro intento de Hollywood por recuperar fórmulas de antaño que se habían perdido ante la fiebre de los superhéroes. El pasado año veíamos cómo la efectiva Jungle Cruise (donde la química de Dwayne Johnson y Emily Blunt se veía lastrada por una mitología errática) miraba directamente a los ojos a La momia y Piratas del Caribe, mientras que la ruidosa Alerta roja hacía lo propio con la ramificación más inofensiva y gamberra del cine de acción de los 90. La comedia de aventuras cambia sus referentes, pero la jugada es la misma. Los resultados son más orgánicos y naturales que en los anteriores ejemplos, quizás por su decisión de jugar todas sus cartas al carisma de su estupendo reparto y a una trama tan sencilla como efectiva.

El regreso a la gran pantalla de Sandra Bullock no es el único reclamo de una comedia que ha sido recibida con los brazos abiertos por el público. En La ciudad perdida aparecen también una robaescenas Da’Vine Joy Randolph que confirma los buenos presagios de su revelación en Yo soy Dolemite, un Channing Tatum que entiende muy bien cuál es su lugar en la película (es la damisela en apuros, como destaca su personaje en un momento) y un Brad Pitt que no teme abrazar el ridículo en un cameo que supone su primera colaboración con su compañera de generación (en unos meses Bullock le devolverá en favor en Bullet Train) e inevitable estrella de la función.

Cartel de 'La ciudad perdida'.

Como ya pasaba en Miss Agente Especial, La proposición y Cuerpos especiales, la actriz no tiene miedo a bordear el ridículo y tirar de su extraordinario talento para el humor físico. La ganadora del Oscar por The Blind Side nunca ha tenido miedo a reírse de sí misma, y no va a empezar a los 57 años. Nada lo demuestra tanto como la elección del vestuario de Loretta Sage, un mono de lentejuelas rosa que, más allá del gag visual inicial, condiciona la propia interpretación de la actriz. 

El carisma de Bullock ante la cámara consigue que, por segunda vez en su carrera, el público asista sea testigo de cómo una película comercial invierte los tradicionales roles de género y del género tanto en la acción como en la edad de sus personajes. La actriz tiene 16 años más que su compañero de escena, pero nadie en la platea se extrañará al ver cómo surge la historia de amor entre los dos personajes. ¿Quién podría negarse al irresistible encanto de una estrella que ha sido capaz de aguantar en la cima tres décadas?

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