Los días se repiten en la cuarentena, y entre las rutinas que he cogido está mirar los datos del coronavirus a las 11:30 y deprimirme un poco después. Otra cosa que hago al trabajar en casa es comer viendo la televisión. El telediario sólo apoya mi sensación de bajona, así que ayer decidí hacer zapping buscando un refugio, un sitio donde no pensar en esta pandemia. Y, de repente, me encontré con ellos. Con esos seis amigos que tan felices me han hecho en muchísimas ocasiones y que ayer volvieron a hacerlo.
Hablo por supuesto de Friends, una de las mejores series de la historia de la televisión y, sin duda, una de las más influyentes e importantes. Los capítulos que vi en Comedy Central -sus diez temporadas se pueden ver en HBO- ni siquiera eran de los mejores. A pesar de ello me reí a carcajadas. Las canciones de Phoebe, la tontería de Joey, la ironía de Chandler, el pavo de Ross -ese personaje que odiaba de adolescente y ahora reivindico como uno de los más graciosos-... todo seguía cuadrando a pesar de que hayan pasado tantos años desde su estreno.
Fue entonces lo vi claro: esta cuarentena sólo la levanta Friends. Para mí será mi lugar feliz, allí donde voy a acudir cuando esté triste, cuando crea que el encierro va a poder conmigo. Estos seis amigos ficticios siempre tendrán la broma correcta y me levantarán el ánimo. Y eso es tan difícil que lo consiga una serie... que hoy es de justicia recomendarla.
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