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El tópico dice que ‘madre no hay más que una’, y como casi siempre, miente. A veces ese sentimiento de unión, de afecto y de protección no se tiene con la señora que nos da a luz. Otras, incluso, se multiplica para llegar a varias mujeres. Alfonso Cuarón tuvo dos madres. La biológica y la criada que le cuidó en su infancia con el mismo amor como si fuera su propio hijo. Una relación en la que, por desgracia, tuvieron mucho que ver el clasismo y la desigualdad que se instalaban en el México de finales de los 60. A ella le dedica el director mexicano su última película, Roma, que ha emocionado hasta la lágrima a la prensa en Venecia y que desde ya se confirma como firme favorita al León de Oro.

Roma se basa en la vida de Cuarón. Él no lo esconde, tampoco que este es el mejor homenaje que podía hacerle a Libo (nombre real de su criada que en la película cambia por Cleo), a quien dedica el filme explícitamente antes de que comiencen los títulos de crédito finales. Es la película que tenía dentro, en sus entrañas, deseando salir. El Oscar logrado y el apoyo de Netflix obraron el milagro y su obra más personal ha visto la luz en un homenaje a las mujeres de su vida, pero también a todas las madres y luchadoras del mundo. “Estamos solas”, le dice la matriarca a Cleo en uno de los momentos más emotivos de la película. Su unión las hará fuertes en un mundo en constante cambio que amenaza con dejarlas fuera.

Pero Roma es mucho más. También es el retrato perfecto de una época muy concreta de la historia reciente de México: las revueltas estudiantiles en el país que eran disueltas mediante la violencia y los asesinatos por bandas entrenadas por el gobierno. El contexto político es importantísimo, pero nunca empaña la historia principal. Todo sucede de fondo, se mezcla y se cruza hasta llegar a un clímax final en el que todas las piezas (sociales, políticas y emocionales) encajan en la Matanza del Jueves de Corpus realizada por la organización paramilitar conocida como Los Halcones.

Tráiler de ROMA, de Alfonso Cuarón

La clase social es otro de los ejes en los que pivota Roma. La relación entre Cleo y su familia postiza está determinada por una diferencia social evidente. Ella dejó su casa, su pueblo y a su madre para sobrevivir y tener un trabajo. A ellos les ha dedicado su vida, pero por mucho cariño que haya sus lazos siempre estarán determinados por la clase social, como muestra de forma evidente en la última escena en la que la criada vuelve a su día a día tras un oasis de calma. Cuarón entona el mea culpa y confiesa de forma implícita que esa segunda madre también fue siempre la señora que hizo todo lo que se le pedía. Relaciones personales que siempre se verán condicionadas por el dinero, la raza y las diferencias sociales.

Roma se siente como personal desde el primer momento, y más cuando uno descubre que Alfonso Cuarón se ha encargado del montaje y la fotografía -relevando a Emmanuel Lubezki, habitual colaborador suyo que tuvo que abandonar el proyecto por problemas de agenda). El mexicano ha cuidado hasta el último detalle de su producción, y se nota desde la primera escena, en la que un suelo de granito se llena del agua de la limpieza en la que se refleja un avión y se proyectan los créditos iniciales.

Alfonso Cuarón presenta Roma en Venecia junto a sus actrices. Reuters

Cuarón no busca aquí las florituras, quiere que todo fluya, y aunque vuelve a confiar en los planos secuencia como forma menos invasiva de contar su historia, estos están lejos del virtuosismo de los que usó en Gravity o Hijos de los Hombres, y se construyen mediante sutiles movimientos de cámara o largas panorámicas que el propio realizador ha confesado que buscaban ser fieles a su memoria y respetar la sensación de “paso del tiempo". Roma se olvida de la música para no subrayar ninguna emoción. Todo suena natural en un filme destinado a marcar el año cinematográfico.

Es inevitable pensar qué hubiera pasado con la película si se hubiera presentado en el Festival de Cannes, donde iba a competir por la Palma de Oro pero fue retirada por la polémica entre Netflix y el certamen. Parecía destinada a ganarla, pero ahora tendrá que ir a por el León de Oro que cuenta con un inconveniente, que el presidente del jurado es su amigo Guillermo del Toro, y su victoria pudiera ser considerada como ‘amiguismo’. Da igual si gana o pierde, Roma ha llegado para quedarse en la retina y el corazón de los espectadores, que sentirán como suya este regalo en forma de obra maestra que Cuarón le ha hecho a la señora que le crió.

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