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Una de las series más emblemáticas para toda una generación fue los Power Rangers. Luego hubo versiones cinematográficas y reboots teelvisivos, pero la original tenía un encanto difícilmente explicable. Allí estaban esos seis amigos con trajes y mallas luchando contra monstruos de otros planetas y usando sus robots y gadgets paea vencerles.

La estructura siempre era la misma, y la mitad de cada capítulo consistía en ver pelear a los Power Rangers en diferentes modalidades: solos en un combate uno contra uno, contra varias 'masillas', o uniendo sus fuerzas con algún colega frente a un enemigo que parecía, a priori, mucho más fuerte que ellos. La operación se repetía con los muñecos que teníamos todos los chavales. Jugábamos a que cada Power Ranger se pegara con cuantos ‘malos’ se pusieran enfrente. Y así se pasaban las horas muertas.

Tráiler de Vengadores: Infinity War

Al ver la última entrega del universo cinematográfico de Marvel, Vengadores: Infinity War, uno tiene la impresión de estar viendo la versión más cara y lujosa de los Power Rangers, pero en vez de contar sólo con cinco héroes hay decenas de ellos. La película consiste en una sucesión de escenas conectadas para dar momentos de lucimiento a cada uno de sus personajes, el problema es que son innumerables. Thor, Capitán América, Iron Man, Spider-Man, los guardianes de la galaxia, Pantera Negra… ahí están todos con su frase, su momento de dar palos al enemigo y de juntarse en grupos para vencer a los villanos.

Una estructura que apuesta por la espectacularidad, pero que impide contar una historia real. Los personajes no tienen ningún tipo de evolución, y se limitan a tener momentos más o menos inspirados. Al final, por mucho fuego artificial, todo acaba sonando a ya visto, y uno se cansa de sus juguetitos. A eso hay que unir que cada película de Marvel ha tenido un tono diferente, y aquí han tenido que unir todas. El humor de Los guardianes de la galaxia no casa con la seriedad de Capitán América -y quizás por ello nunca aparecen juntos en pantalla-, pero en Infinity War han tenido que buscar un tono intermedio entre el drama y la comedia, lo que en varias ocasiones no termina de funcionar.

Infinity War es consciente de sus limitaciones, y quizás su mayor defecto es intentar darle al filme un dramatismo y una profundidad que no tiene. Porque a pesar de todo consiguen hacer que ese batiburrillo sea divertido. El problema de esta entrega de Los vengadores es la propia concepción del filme. Nunca una película con 200 personajes podrá tener entidad propia, así que sólo queda disfrutar de un espectáculo visual impecable.

Thanos, el villano de esta entrega de Vengadores.

Entre las buenas noticias, además del riesgo en algunas decisiones -que tiene pinta que rectificarán en la segunda parte- queda la construcción del mejor villano de todas las películas de Marvel. Thanos, al que da voz y gestos Josh Brolin, es el enemigo que toda película de superhéroes desea. Primero porque es al que más tiempo en pantalla le han dado, y uno de los pocos que ha tenido un arco dramático digno. Uno hasta podría entender las motivaciones genocidas del malo malísimo de la película más ambiciosa del año.

Los hermanos Russo han puesto toda la carne en el asador, y han salvado la papeleta más difícil imaginable. Ya quisiera La liga de la justicia ser la mitad de entretenida que Infinity War. Porque aquí uno acaba agotado, y ve las costuras y los defectos desde el principio, pero si se deja llevar, disfrutará de volver a jugar con sus muñequitos de los Power Rangers.

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