Cada 2 de abril, desde 2008, se conmemora el Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, y en First Dates han querido visibilizar esta condición con una cita de dos personas autistas. Ambos querían ir al programa porque tenían ganas de enamorarse, primero y principal, y también, para mostrar en televisión su realidad.
La primera en llegar al restaurante de Carlos Sobera ha sido Lorea, una psicóloga de 32 años. Ante la cámara del confesionario explicó que tiene ansiedad social, y que no puede tratarlo como si fuese una fobia. “He aprendido a lidiar con ello”, explicaba, añadiendo que quiere ser honesta y contar todo lo que le pasa sin cortapisas.
Lorea llevaba consigo un “kit de supervivencia” que despertó la curiosidad del presentador. “Llevo mis cascos de cancelación de ruidos. Soy autista y tengo hipersensibilidad”, le explicaba la psicóloga a Sobera. En el confesionario describió el autismo como “una especie de campana de Gauss”, que en los extremos hay una parte más fina, y que en el centro está la mayoría de la población. También llevó un “ansiolítico de emergencia”, y unos anillos para jugar si se pone nerviosa. Le diagnosticaron el autismo hace un año, cuando pasaba por una depresión, y entonces sintió “un alivio”. “Si a la gente le molesta que haga movimientos con las manos o que no le mire a los ojos, es su problema, no el mío”, aseguraba.
Lorea se definió como “autista, bisexual y no monógama”, y para ella, el programa eligió a Kike, a quien le interesa mucho la música, igual que a ella. Sus gustos van “desde la música clásica y la ópera al trap y el hip hop”, y siente debilidad por Billie Eilish, a quien define como “su diosa”. Le interesa además el manga, las series y leer. Tiene 30 años, y es dependiente de una tienda.
La charla comenzó con ambos hablando de sus tatuajes, con mucha química. Nada más sentarse, Lorea le explicó a su compañero que si no le mira mucho durante la cita era por su autismo. A él no le importó, e incluso le preguntó qué más cosas podrían molestarle, para que la velada fuese lo mejor posible.
Al igual que a Sobera, Lorea contó a Kike que no se siente cómoda en la monogamia, y que prefiere estar dentro de una anarquía relacional, donde no haya etiquetas, dependencias o jerarquías. Él no terminó de comprender su posición, pero admitía que le sonaba guay, “pero yo prefiero que me quieran”. Además, es más proclive a la monogamia.
En la cita no faltó la música: el rapero Antonio López cantó un tema dedicado al autismo que tocó “la patata” de la soltera, que casi rompe a llorar. Su compañero, sin embargo, no tenía problema en etiquetarse como alguien básico “cis, hetero y blanco”. Al final de la cita, ambos decidieron tener una segunda cita, y Lorea consiguió mirar a Kike a los ojos, lo que significaba que había estado “muy cómoda”.