El 1 de febrero, laSexta estrenó la versión nacional del programa ya emitido en Cataluña como su Joc de cartes, y en la televisión madrileña como La cuenta, por favor. Hablamos de Batalla de restaurantes, en el que cuatro empresarios del mundo de la hostelería comen y puntúan los restaurantes de sus compañeros de profesión. Del 0 al 10, califican el espacio, la cocina, la comida, un plato típico de la zona que todos servirán, el servicio y el precio. Y a esas notas se unirá una última que otorga Alberto Chicote, que ejerce del conductor del formato.
En un primer momento, la elección de Alberto para este formato parecía obvia y de cajón. Con permiso de Karlos Arguiñano, es el máximo exponente del universo de Atresmedia para unir gastronomía y entretenimiento. Y en laSexta es el conductor de Pesadilla en la cocina, el programa en el que ayuda a bares y restaurantes a remontar el negocio, dándole consejos para mejorar la carta, el servicio o el ambiente del local en el que se ubican.
Batalla de restaurantes no tiene nada que ver con Pesadilla en la cocina. Es más, si tuviese que recordarnos a otro programa, sería a Ven a cenar conmigo, ya sea en su versión de anónimos o la Gourmet Edition. Porque la mecánica en sí es la misma, aunque la diferencia es que en lugar de dar una única nota a la comida hay que valorar hasta seis aspectos, que dan una nota media que no es definitiva. Y es que la puntuación de Alberto Chicote puede cambiarlo todo, en especial, si las calificaciones están muy ajustadas.
Lo más delicioso de este formato es que también nos muestra un Alberto Chicote diferente al que estamos acostumbrados. Y es que, aunque va a restaurantes, no lo hace con su colorida chaquetilla de chef. Él es un comensal más, y aunque pueda tener opiniones, se las guarda para sí. Su papel ahí no es la de ser el foco de atención, y sabiamente sabe conseguir que cada uno de los participantes brille con luz propia. Ya sea por su buen hacer, porque sean estrategas o por lo que corresponda.
“Vais a ver volar cuchillos entre los concursantes, figuradamente hablando. Especialmente en ese momento álgido de la confrontación final, es maravilloso”, aseguraba Chicote a BLUPER justo antes de la emisión en abierto del primer programa. No mentía. Es más, ha habido entregas que las batallas han sido crueles y absurdas, con compañeros que dan a sus rivales un cero porque se han sentido atacados previamente, o porque, según su punto de vista, el plato no se ajusta a lo que debían ofrecer.
Por Batalla de restaurantes han pasado muchos hosteleros fríos y calculadores, que iban allí a competir y a meterse en el bolsillo los 10.000 euros de premio como puedan. Incluso hemos visto más de una vez a quien, al verse con posibilidades, pedía cambiar la nota que dio a uno de sus rivales, pero para bajarla y destacar más. Se ha puesto en duda todo lo que se pueda. Desde la calidad de la carne al origen de una salsa. Y algunos participantes, ofendidos, se defendían sin tirar precisamente de protocolo y educación, haciendo la comida realmente incómoda.
Si aquello fuese Pesadilla en la cocina, Alberto comenzaría a dar voces a troche y moche. Pero aquí no abre la boca. Mira, hace las preguntas necesarias, y ya cada espectador (y concursante) saca sus propias conclusiones. Ha tenido más paciencia que el santo Job, porque ha presenciado ataques realmente innecesarios de los unos hacia los otros. Incluso las cámaras han recogido lo que parecían ser amenazas, y dedos acusadores. Situaciones en las que parecía francamente complicado morderse la lengua, y más, cuando se afirmaban cosas que eran injustas.
Con esto, que nadie piense que Chicote ha sido un florero del programa, su papel era fundamental, y cuando ha tenido que cantar las 40 lo ha hecho, pero en el momento oportuno. Y en este sentido no podemos obviar la entrega dedicada a las migas de Zaragoza en la que los cuatro contrincantes se suspendieron con notas irrisorias, y él, con pocas palabras, los dejó por los suelos. Señalando las notas, exclamó, mientras se señalaba el corazón: “A mí esto me parece una vergüenza y una falta de respeto, para los concursantes y sobre todo, hacia la profesión, y eso lo tengo metido aquí”. Nadie pudo replicarle.
A pesar de ser un formato divertido y ligero (sus entregas rondan la hora y media con publicidad) Batalla de restaurantes tiene complicada su renovación. Sus datos no alcanzan la media de la cadena, situada en más de 7 puntos en lo que va de marzo, mientras que Chicote ha tenido noches en las que no ha llegado al 5%. Y no es porque el menú no haya estado a la altura.