Todo surgió entre risas en el pasado FesTVal de Vitoria. Antena 3 acudía hasta la capital alavesa para despedir con honores a una de las series que más alegrías les ha dado en los últimos años. Aparentemente, las cadenas y plataformas de streaming acuden a los festivales de televisión para presentar sus nuevas apuestas. Sin embargo, la de Atresmedia quiso darle una despedida a la altura a Amar es para siempre.
Allí acudió gran parte del equipo de la ficción, con Itziar Miranda y Manu Baqueiro a la cabeza, para conceder entrevistas a la prensa. Y después de tantos años, de tantas entrevistas, era inevitable que se creara un ambiente de lo más familiar en los corrillos de entrevistas que se hicieron con ellos. Porque sí, la prensa también ha sido una más en la Plaza de los Frutos.
De ahí que propusiera la loca idea de que la prensa realizara un pequeño cameo en la ficción a modo de homenaje a la serie a la que tantos y tantos artículos le hemos dedicado durante sus casi veinte años en antena, primero como Amar en tiempos revueltos y después como Amar es para siempre.
Un guante que rápidamente fue recogido por Eduardo Casanova, el director de la serie, que no se lo pensó ni dos veces. De cara a los últimos episodios de la ficción, la productora estaba pensando en llevar a cabo una serie de cameos con presentadores de la casa, directivos de la productora o personajes que pasaron en un pasado por la ficción a modo de homenaje.
Y ahí, en esa ruptura de la cuarta pared, encajaba a la perfección que la prensa también tuviera su hueco para que, a la par que los periodistas rendían tributo a la longeva ficción, cadena y productora también podían agradecer a estos mismos la inestimable ayuda para promocionarles a lo largo de los años.
En un principio se pensó en un cameo múltiple de varios periodistas en el King's Road Club. Pero, por razones logísticas y de trama, se decidió que sería mejor con un solo periodista y en el lugar más mítico de la serie: el Asturiano.
De esta manera, solo unas semanas después recibía el guion de la secuencia en la que me convertiría en un personaje más de Amar es para siempre. Concretamente en un periodista gastronómico de la época.... Época en la que curiosamente nací.
La secuencia no podía ser más emotiva. Tras años sin pasar por la plaza, ese periodista visitaba su querido Asturiano para informar a Marcelino de que había decidido incluir su bar en la guía gastronómica de Madrid que estaba preparando a modo de promoción y homenaje. "Su comida y su gente han formado parte de mi vida muchos años", decía la acertada línea de guion. ¡Y tanto que han formado parte de nuestra vida durante tantos años! ¡Y tanto que nos han inspirado!
El trabajo de maquillaje y vestuario
A lo largo de los años, los actores de series diarias nos han explicado una y otra vez lo duro que es trabajar en una ficción así, teniéndose que estudiar muchas veces los guiones el día antes de tener que grabar la secuencia. De esta manera, para vivir la experiencia completa, también recibí el guion de la secuencia el día anterior. Fue ahí donde realmente fui consciente de a lo que se enfrenta un actor de una producción de estas características. Y eso que mi secuencia apenas duraba un minuto.
Fui citado a primera hora de la mañana en los platós donde se grababa la serie en Ciudad de la Imagen en Madrid para realizar las pruebas de vestuario. Tenía que parecer un periodista de los años 80, de esos de chaqueta y gafas porque ya sabemos que entonces la credibilidad también pasaba por la vestimenta. Me miraba al espejo y se venían a la mente fotografías de mi padre en mi bautizo.
Tras superar la primera prueba, llegaron los problemas: mis tatuajes y mis uñas pintadas. Así que, rápidamente, el estupendo equipo de maquillaje se esmeró por hacer desaparecer cualquier vestigio de 2024. En apenas unos segundos, pasé de ser un periodista de EL ESPAÑOL a uno de DIARIO 16.
Con todo listo, tocaba la lectura de guion con el director -lo que se conoce como mesa italiana- y con los actores que estarían en mi escena: Itziar Miranda (Manolita), Manu Baqueiro (Marcelino) y Juanjo Cucalón (Peñalara). Una lectura en la que me acogieron con tanto mimo y cariño que todos esos nervios previos se esfumaron y en la que brotó ese acento extremeño que a muchos nos tocó neutralizar porque era lo que te exigían en la facultad de periodismo y que vuelve a surgir cuando te sientes como en casa.
De esta manera, cuando ya llegó el momento de ensayar un par de veces la escena en plató, me sentía uno más de la familia. Y digo familia porque fue ahí donde me di cuenta de que esa relación que habían creado a lo largo de los años había sido esencial para que todo surgiera de una manera orgánica a la hora de grabar.
Así, cuando dijeron acción y entré en el bar, ese abrazo con Baqueiro era como abrazar a un amigo que hacía tiempo que no veía, ese diálogo era como hablar con un colega. Un divertido juego como un día nos comentó Paco León cuando le preguntamos cómo era trabajar con su hermana María León.
Amar es para siempre reza el título de la serie. Y eso es lo que se sentía en los platós de la ficción. Que ese amor que se ha ido forjado año tras año en el equipo será para siempre. ¡Larga vida a Amar es para siempre!